¿Contamina la soja tanto como el transporte?

Un estudio establece que si no se hacen cambios al sistema de producción en el norte de Argentina, en 20 años aportará casi el 76 % de lo que emite el sistema de transporte.

Cultivo de soja
Entre 1976 y 2015 se perdieron casi 11,5 millones de hectáreas de bosque chaqueño argentino, reemplazadas por pasturas y cultivos agrícolas.

Pablo Baldassini es docente del departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA). También es parte de un grupo de investigadores que determinó que manteniendo el actual esquema de producción de soja, en 20 años la salida de CO2 del sistema hacia la atmósfera representará el 76 % de las emisiones aportadas por el transporte si se duplican las tasas de deforestación.

Un dato claro es que los bosques del Chaco Semiárido en el norte de Argentina hoy tienen una tasa de deforestación anual tres veces superior al promedio mundial. Esto está asociado a la expansión agrícola y ganadera.

Este cambio en el ecosistema es mayormente reemplazado por plantaciones de soja, que es el cultivo dominante. Entre 1976 y 2015 se perdieron casi 11,5 millones de hectáreas de bosque chaqueño argentino, reemplazadas por pasturas y cultivos agrícolas.


El CO2 se libera al espacio

Este cambio en el ecosistema deja como resultado una importante pérdida de CO2 que se libera en la atmósfera. A eso se suma, dice el estudio liderado por Baldassini, que “cuando se cambia la cobertura boscosa original, se libera una gran cantidad de carbono almacenado en la biomasa aérea y subterránea”.

La liberación del carbono en forma de CO2 contribuye al calentamiento global ya que se trata del principal gas de efecto invernadero. Su aumento en la atmósfera hace, a nivel global, que mayores cantidades de energía queden atrapadas dando como resultado temperaturas más elevadas.

Pérdida arbórea
Pérdida arbórea en el norte de Argentina y Paraguay entre 2001 y 2016 (Fuente Global Forest Watch).

La soja gana la batalla

El estudio también indica que “el cultivo de soja ocupa entre 50% y 60% de la superficie sembrada en la región, y en comparación con el cultivo de maíz o maíz-trigo, es el que más desbalancea las entradas y salidas de carbono del suelo”.

Por el lado de la actividad ganadera, se observó que impacta de forma negativa en el balance de carbono de los suelos, ya que se utilizan altas cargas animales; es decir, un gran número de animales por hectárea.

También se concluyó que a pesar de que las rotaciones trigo-maíz o sólo maíz mostraron ganancias de carbono similares a las del bosque, también determinaron un balance negativo, ya que se cosecha 45% de lo que produce. Estas menores ganancias de carbono reducen el carbono orgánico del suelo.

Como conclusión se estableció que para revertir esta situación deberían planificarse mejor las rotaciones de cultivos y las fertilizaciones. Y para la ganadería, es posible mantener y hasta incrementar el carbono del sistema con una carga baja o moderada en las pasturas.