A 20 años de la trágica inundación de Santa Fe
Fue uno de los mayores desastres en la historia de nuestro país. Entre el 29 de abril y el 3 de mayo de 2003, la capital santafesina vivió una inundación sin precedentes.
Hace exactamente 20 años, el país se conmovía ante una de las mayores escenas de devastación de su historia: la capital santafesina inundada y miles de vecinos con el agua en la cintura buscando sobrevivir al avance implacable del río.
Santa Fe, la capital de la provincia homónima, está rodeada de cuerpos de agua. Por el este, el gran cauce del río Paraná; por el oeste, el río Salado, el protagonista de esta tragedia. Ambos cauces se unifican en el sudoeste de la ciudad, que por entonces tenía unos 370 mil habitantes.
Ya durante los primeros meses del 2003 se venían registrando lluvias abundantes en todo el litoral y algunos especialistas habían advertido acerca de un posible aumento del nivel del Salado, y del riesgo asociado de una crecida repentina.
El río ya había ocasionado anegamientos e inundaciones antes, por lo que hacia finales de la década del 90, se había iniciado una obra de contención y defensa basada en terraplenes. Pero para abril de 2003, aún había una parte de la obra inconclusa.
El detonante llegó entre el 22 y el 24 de abril, cuando las precipitaciones se intensificaron en la cuenca. En total, llovieron unos 1400 mm, lo que inevitablemente desencadenó el desastre.
Barreras de contención quebradas
Para el 27 de abril, los niveles del Salado superaron la cota mínima de defensa, y esto provocó la entrada de los primeros volúmenes de excedentes a la ciudad. El río desbordó a través de una brecha de unos 20 m de ancho en las inmediaciones del Hipódromo, por la calle Gorostiaga, justamente por donde aún no estaban terminadas las obras de las barreras de contención.
En pocos minutos, el agua comenzó a invadir las calles, veredas y a ingresar en las viviendas de miles de vecinos. Un tercio de la ciudad, sobre el cordón oeste, terminó sumergida.
En las partes más bajas, se acumularon 4 metros de agua, sepultando viviendas y vehículos. La zona se volvió intransitable, incluso para los propios organismos de protección civil. Más de 36 mil viviendas en 1290 manzanas fueron devastadas por el agua. Entre evacuados y autoevacuados se contabilizaron más de 130 mil personas.
Según los datos oficiales, 23 personas murieron como consecuencia directa del avance del agua. Sin embargo, de acuerdo a organizaciones no gubernamentales, la cifra de fallecidos supera los 160, por causas colaterales como enfermedades (sarna, afecciones respiratorias y gastrointestinales, e incluso infartos) y cuadros psicológicos derivados del traumático evento.
El 30 de abril, se dinamitó el terraplén Irigoyen, buscando crear un espacio por donde saliera el agua. Según relataron algunos testigos, luego del estruendo de la explosión, pudieron ver cómo el agua comenzaba a bajar muy lentamente. Al día siguiente se dinamitaron otros sectores de la barrera de contención, para producir mayor drenaje.
Como consecuencia del evento, unos 5 mil establecimientos agropecuarios quedaron fuera de servicio, y 2 millones de hectáreas fueron afectadas en zona rural. Las pérdidas económicas se calcularon en 1500 millones de dólares.
La inundación también tuvo consecuencias judiciales y políticas, ya que varios funcionarios provinciales fueron procesados por su responsabilidad en la inconclusa obra de contención.
Todos los 29 de abril la ciudad recuerda la catástrofe y honra la memoria de las víctimas. En 2021, se oficializó en la provincia el "Día de la Memoria y la Solidaridad de la Inundación de Santa Fe y alrededores" para conmemorar la catástrofe que arrasó con un tercio de la ciudad.
También, las lecciones aprendidas. Los desastres se producen cuando una amenaza natural –en este caso hidrometeorológica- se conjuga con una situación de vulnerabilidad y exposición, que son factores sociales. De esa ecuación resulta la magnitud de la tragedia.