Alaska: cambio climático potencia el riesgo de tsunamis

Con una atmósfera más caliente, el riesgo de tsunamis por desmoronamientos es cada vez mayor. Alaska es una muestra de que esta realidad ya está presente. Un llamado de atención para otras geografías que pueden ser vulnerables.

Alaska
Los glaciares y las costas escarpadas de Alaska están amenazadas por el cambio climático, y el riesgo de tsunamis crece rápidamente.

Intensos terremotos sobre el lecho marino son los más comunes generadores de tsunamis que en muchos casos pueden repercutir con sus grandes olas y destrucción puntos muy lejanos del origen, tal el caso del terremoto de Valdivia de 1960 que llegó con olas destructivas hasta Japón. Pero esos eventos también pueden generar otro tipo de tsunamis, generados por el desprendimientos de montañas o de grandes glaciares.

Hace algunos días se conocieron detalles de una de las olas más grandes generadas por este tipo de tsunamis. Es el evento más drástico sobre el que se pudo armar el rompecabezas: en 1958 la bahía de Lituya, en Alaska, recibieron una ola apocalíptica después de un terremoto de 7.8 grados sobre la falla de Fairweather. El deslizamiento de rocas envió 90 millones de toneladas de material hacia la bahía, una cantidad equivalente a 8 millones de cargas de camiones volquete. Como resultado, se formó una ola de 524 metros de altura en esa bahía tan cerrada.

Ese tipo de eventos puede ser replicado por el rompimiento de grandes glaciares y son una amenaza para Alaska y otras zonas del planeta con costas muy pronunciadas. Un informe de High Country News cuenta detalles de esa amenaza para varios pueblos costeros de Alaska. Un caso interesante es el de Whittie, un pueblo costero rodeado de montañas y glaciares que sabe que la amenaza se acelera.

Vivir con el riesgo permanente

Los habitantes de Whittie ya han convivido con tsunamis. En 1964, el terremoto del Viernes Santo fue seguido por una ola de 8 metros que aplastó la infraestructura del litoral, levantando y torciendo las líneas de ferrocarril y arrastrándolas de regreso al mar. Ese tsunami causó 13 muertes. Pero ahora el cambio climático está acelerando la inestabilización de los glaciares que lo rodean, y por consiguiente a las montañas debajo de ellos.

Con toneladas de rocas y escombros ubicados inestablemente en lo alto de un fiordo cercano, listos para estrellarse contra el mar, el presente de la ciudad está siendo moldeado tanto por su pasado como por los preparativos para un futuro incierto. El mismo reporte indica que esta desestabilización está siendo impulsada por el cambio climático: los tsunamis son cada vez más probables en Alaska a medida que las laderas, anteriormente reforzadas por glaciares y suelo sólidamente congelado, aflojan su control sobre las que alguna vez fueron estables.

El 14 de mayo pasado, un comunicado de prensa del Departamento de Recursos Naturales de Alaska y una carta pública de 14 científicos advirtieron abiertamente a los lugareños sobre un posible tsunami generado por un deslizamiento de tierra. En Alaska ya se han identificado tres eventos similares en el pasado: los tsunamis de 2015 y 1967 ocurrieron en áreas remotas, mientras que uno en 1958 mató a dos personas cuyo bote volcó. Pero la pendiente inestable en Barry Arm, un fiordo estrecho de paredes empinadas en Prince William Sound, es mucho más peligrosa. El cambio climático está haciendo que el peligro vaya creciendo rápidamente.

A más calor, más deshielo y más deslizamientos


La energía potencial de un deslizamiento catastrófico en las zonas registradas es aproximadamente 10 veces mayor que los eventos anteriores, según lo expresado por los más reconocidos geólogos de la región. El cambio climático hace que la tierra sea más inestable y al mismo tiempo aumenta el riesgo de tsunamis causados por deslizamientos. A medida que el clima se calienta, los glaciares se derriten y retroceden, alejándose de las laderas de las montañas que cubrían y contenían.

Lituya
En la bahía de Lituya, Alaska, se registró la mayor ola generada por un tsunami. Fueron 524 metros al colapsar una montaña hacia el mar.

La pared de hielo del glaciar Barry, que una vez mantuvo la ladera en su lugar, apoyándola contra las montañas del fiordo, se ha adelgazado, alejándose de la pared rocosa, liberando su soporte y revelando una pendiente inestable que se desliza hacia el océano. La escarpada región montañosa del centro-sur de Alaska ya se está derritiendo dramáticamente. Losas de roca, tierra y hielo que alguna vez estuvieron congeladas están liberando líquidos atrapados y se están volviendo más propensos a deslizarse por las montañas.

Cuando hay más agua en la atmósfera, la precipitación se vuelve más intensa. La lluvia, incluso más que los terremotos, es propensa a provocar deslizamientos de tierra. El cambio climático, con una atmósfera más caliente, especialmente en altas latitudes del hemisferio norte hará que los deslizamientos de tierra sean más probables y frecuentes. Esto hará que cada vez más personas vivan en peligro potencial. Básicamente, las montañas antes contenidas están dando señales de que se pueden desmoronar en forma catastrófica hacia el mar. El recuerdo de 1958 sigue estando muy presente.