Aniversario de la noche de los 100 tornados en la provincia de Buenos Aires
Se cumplen 30 años de la mayor oleada de tornados registrada en el hemisferio sur. Un sistema de tormentas que, en apenas 200 minutos, barrió con todo a su paso.
La noche del martes 13 de abril de 1993 quedó para siempre en la memoria de miles de personas. Luego de un día templado de otoño, sobre la zona central del país predominaban condiciones cálidas, húmedas y muy inestables. La llegada de un frente frío desde el sur aportaría los ingredientes finales para que se desencadenara la tragedia.
Alrededor de las 8 de la noche comenzaron las tormentas sobre Pehuajó, Buenos Aires. Con lluvias intensas y mucha actividad eléctrica, el sistema comenzó a moverse rápidamente hacia el sudeste de la provincia.
En su avance, comenzaron a formarse tornados. No uno, ni dos, ni tres. Decenas de tornados, que en apenas 3 horas y en plena noche, cruzaron toda la provincia de Buenos Aires hasta la costa atlántica, entre Mar del Plata y Necochea, destrozando todo a su paso.
Al día siguiente, la provincia amaneció con un panorama desolador. Entre los vecinos y en las radios se hablaba de 300 tornados. Las pruebas estaban a la vista: voladuras de techos, postes caídos, árboles arrancados de raíz, cortes del suministro eléctrico, galpones destrozados y 56 torres de alta tensión derribadas.
En total, el sistema abarcó unos 4000 km2, sobre los partidos de Hipólito Yrigoyen, Carlos Casares, Bolívar, Daireaux, General Lamadrid, Olavarría, Tapalqué, Azul, Laprida, Benito Juárez, Tandil, Necochea, Lobería, Balcarce, General Alvarado y General Pueyrredón.
Millones de pesos en pérdidas, decenas de heridos y 7 personas muertas fue el saldo de aquel evento histórico.
Peritos de tornados
De noche es difícil identificar tornados. El típico cono que normalmente vemos está compuesto de la tierra y escombros que el viento levanta a su paso y que es visible al ojo humano sólo si hay alguna fuente de luz que lo ilumine o genere el contraste suficiente.
Así que, sin evidencias visuales, para saber si existió o no un tornado, se debe recorrer la zona y observar algunas características puntuales. Por ejemplo, a diferencia de los vientos intensos asociados a una tormenta, los tornados dejan a su paso una huella de destrozos bien definida, y los fierros y chapas quedan distribuidos con orientaciones opuestas a cada lado de su recorrido. A pocos metros de la traza no suele haber grandes daños.
Un equipo de expertos liderados por María Luisa Altinger y Luis Rosso (de la Universidad de Buenos Aires y del Servicio Meteorológico Nacional) realizaron el peritaje del área e identificaron las trazas de al menos 100 tornados.
Además, en el informe, sostienen que el sistema se movió a 130 km/h, a una velocidad “excepcionalmente alta”. Y que “los daños ocurrieron a lo largo de franjas de 1000 a 2000 m de ancho, orientadas de noroeste a sureste. Seis de estas franjas son identificables a lo largo de 300 km.”
Para clasificar la severidad de un tornado se utiliza la escala Fujita Mejorada, que se basa en los daños ocasionados por las distintas velocidades de viento. Así, F0, es un tornado muy débil, con vientos entre 105 y 137 km/h. En la otra punta de la escala, F5, es un tornado increíble, con vientos superiores a los 322 km/h, capaz de arrancar una vivienda desde sus cimientos.
Los -al menos- 100 tornados de aquella noche fueron de categorías entre F1 y F3. y fue la mayor oleada de tornados registrada jamás en el Hemisferio Sur. Por esto, aquel martes 13 quedará para siempre en la memoria bonaerense. Sobre todo de los supersticiosos.