Buscan preparar a los sistemas de transportes para minimizar el efecto de olas de calor cada vez más extremas
Si bien siempre ocurrieron olas de calor, la tendencia es que sean cada vez más recurrentes e intensas. Por ello se buscan estrategias para minimizar sus efectos en los sistemas de transportes, los trabajadores y las personas que lo utilizan.
Uno de los aspectos más notorios del cambio climático es que está haciendo que las olas de calor sean más frecuentes y graves a nivel global. En junio pasado, al menos 1.300 personas murieron a causa del calor durante la tradicional peregrinación la Meca en Arabia Saudita. Aunque lamentablemente cada año esa peregrinación se cobra muchas vidas por la época del año en la que se realiza, lo cierto es que este año las muertes superaron a las de años anteriores.
Tal como indicó Nature, las personas que viven en los trópicos sufren los peores efectos del calor. Pero en 2100, tres cuartas partes de la población mundial podrían estar expuestas a condiciones climáticas que superen un umbral letal de temperatura y humedad, frente a algo menos de un tercio en 2000. Esta realidad también impacta sobre los sistemas de transporte también se ven afectados.
El calor extremo dobla las vías, funde los cables, deforma el pavimento de las carreteras y revienta los neumáticos. Este año, el tráfico en la India se ha visto interrumpido por el derretimiento de las superficies de las carreteras. Y el verano pasado, los pasajeros de autobús de Houston, en Texas, tuvieron que esperar en paradas que se calentaron tanto como que varios terminaron en el hospital.
Preparando el transporte a un calor más extremo
Durante la ola de calor de 2022 en el Reino Unido, donde se superó la barrera de los 40 ºC, decenas de vuelos se vieron interrumpidos por la deformación de las pista y los trenes sufrieron retrasos por la problemas con las vías.
Por ejemplo, en la actualidad los casos de deformación de vías por el calor en España rondan los 20 al año. Pero para 2050 las autoridades creen que ese número podría trepar hasta los 500 casos anuales. Cada uno de ellos conlleva demoras, suspensión de viajes y en algunos casos cierre de recorridos con el impacto que supone a la economía.
En la Unión Europea creen que los costos de mantenimiento de carreteras aumentarían unos 900 millones de euros anuales respecto de los actuales para fines de siglo, especialmente por el efecto del calor. Comparado con el año 2000 esos costos ya han aumentado significativamente tomando valor constante de la moneda. Estos valores se calculan para un aumento de la temperatura promedio global de 1,5 ºC respecto de la era preindustrial. Pero si el escenario fuese más extremo esos costes podrían escalar hasta al menos 4800 millones de euros anuales.
Los gobiernos, los operadores de autobuses y ferrocarriles y las ciudades deben preparar urgentemente los sistemas de transporte para un futuro más cálido, pero los esfuerzos realizados hasta ahora han sido insuficientes. Por ejemplo, los tradicionales buses de la ciudad de Londres en su mayoría no cuentan con un sistema de refrigeración, y las ventanas apenas se abren para dejar pasar el aire. Si bien las condiciones de la ola de calor de 2022 no se han repetido, es un escenario que probablemente se repita más frecuentemente en las próximas décadas.
El diseño de ciudades ante el calor
Las ciudades están detectando que se hace necesario abordar el problema de manera integral. El primer paso es determinar qué riesgos inmediatos plantea el calor extremo a las redes de transporte locales, regionales y nacionales y a los usuarios. Por lo general se trabaja contra las condiciones extremas, pero poco sobre condiciones que son cada vez más frecuentes, en especial en entornos urbanos. El diseño de paradas de buses por ejemplo, o de las estaciones de trenes debería tener muy en cuenta lo que se viene.
Un plan de acción de anticipación debería contemplar la instalación de sensores de temperatura y sistemas de monitoreo a lo largo de las redes de transporte, especialmente alrededor de las partes más vulnerables, como las secciones expuestas de las vías ferroviarias y la infraestructura subterránea con mala ventilación. La combinación de sensores de temperatura con el uso de las comunicaciones podría permitir el monitoreo en tiempo real de las condiciones. Esto facilitaría una mejor planificación del mantenimiento, así como respuestas locales, dinámicas y mejor informadas de las condiciones, como por ejemplo, imponiendo restricciones de velocidad para mejorar la seguridad.
Algunas ciudades de Arizona, Abu Dhabi en Emiratos Árabes, o Singapur están aumentando la cantidad de sombra que se proporciona a los peatones, ciclistas, pasajeros y trabajadores del transporte, como los conductores de autobuses y el personal de mantenimiento. Phoenix, en Arizona, ha instalado “pavimentos frescos” aplicando revestimientos que reflejan la radiación solar, por ejemplo cambiando materiales y yendo a pavimentos de colores como el celeste o el azul.
España está utilizando sensores de calor en las vías del tren para proporcionar alertas tempranas, así como revestimientos y pinturas que reflejan el calor para limitar los aumentos de temperatura de los rieles. El Reino Unido establece límites de velocidad durante las olas de calor para evitar el pandeo de los rieles y reducir el riesgo de accidentes.