Cambio climático: ¿Cuánto cambió el aire que respiramos?
La concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera sigue aumentando más allá del esfuerzo de gran parte de la comunidad internacional. ¿Cuáles son los riesgos a los que nos enfrentamos?
La concentración de CO2, el principal gas de efecto invernadero, sigue creciendo a un ritmo que sobrepasa incluso los pronósticos menos alentadores realizados hace 3 décadas atrás. Y con ello, los humanos estamos cambiando la composición del aire que respiramos como nunca antes nuestros antepasados en toda nuestra historia pudieron experimentar.
Abril de 2018 terminó con un récord que para muchos es una pesadilla para las próximas generaciones. Se superó un promedio mensual de 410 partes por millón (PPM) de concentración de CO2. Es decir, este valor es récord en la historia del ser humano.
Además, todo indica que ese récord podría ser superado en no mucho tiempo más. Con Estados Unidos fuera de los protocolos internacionales para mitigar el cambio climático, el futuro es incierto. Pero la buena noticia es que países como China y los integrantes de la Unión Europea mantienen fuertes políticas para tratar de evitar un escenario peor. Sin embargo, hasta ahora los logros no son los mejores.
¿Qué es el CO2?
El CO2 es uno de los gases que componen nuestra atmósfera. Su función es vital para la vida, porque sin él nuestro planeta tendría una temperatura promedio inferior a los -13° C, más de 25 grados por debajo de la que nos mantiene con vida en el planeta.
El efecto invernadero es esencial para que el planeta guarde la energía necesaria para que estemos vivos, y que el ciclo del agua pueda desarrollarse como lo conocemos, entre otras cosas.
En otras palabras, es necesario pero siempre dentro de un parámetro de concentraciones equilibradas. Por encima de estos valores la energía atrapada dentro de la atmósfera hace que los promedios de temperatura sean cada vez mayores. Y esto tiene un alto impacto sobre todas las variables que conforman el clima.
¿Cómo afecta a la actividad humana?
El gráfico debajo fue generado por la organización Our World in Data y nos muestra la curva de concentración de CO2 en la era cristiana, o sea en los últimos 2000 años.
Hasta los inicios del siglo XX el nivel promedio de concentración rondó las 280 ppm con un mínimo hacia el siglo XVII. SI vamos aún más atrás en el tiempo que muestra el gráfico, podemos decir que la concentración de CO2 nunca superó las 300 ppm en los últimos 800 mil años.
Entonces todo indica que el aire que respiraron muchos de nuestros abuelos tenía aproximadamente la misma concentración de CO2 que el aire que pudo respirar Jesucristo. Pero desde mediados del siglo XX ese valor se disparó exponencialmente. En menos de 100 años se ha aumentado en más de 140 ppm, fundamentalmente desde 1950 en adelante. Esa escalada no parece tener techo.
Esto tiene lógica si se tiene en cuenta que la concentración de CO2 va de la mano con el aumento de la actividad industrial, y el incremento en la cantidad de automóviles que utilizamos a diario. Los países que más contaminan son claramente China y Estados Unidos, seguidos por la Unión Europea.
La consecuencia es una atmósfera cada vez más caliente con fenómenos cada vez más extremos: olas de calor más mortíferas y extensas, sequías que destruyen cosechas enteras a gran escala y tormentas más intensas. Pero ello también impacta en las condiciones de ocurrencia de enfermedades como aquellas transmitidas, por ejemplo, por el mosquito.
¿Cómo se resuelve esto?
El cambio climático no solo impacta en el aire que respiramos sino también en cómo vivimos. Claramente un futuro mejor será posible si logramos emitir menos gases de efecto invernadero a la atmósfera. En ese punto los países nórdicos son los que marcan el camino hacia una sociedad más sustentable.
Pero también es muy positivo que un gran contaminador, como lo es China haya comenzado a dar pasos importantes para modificar su matriz energética. Tal vez llegue el día en que la comunidad internacional comience a aplicar penas económicas a aquellos países que no contribuyan a tener un planeta más sano.
El desafío será ponernos manos a la obra no solo para mejorar nuestra atmósfera, sino también para ayudar a aquellos sectores más vulnerables, que generalmente viven en condiciones de pobreza y no tienen las herramientas para mejorar el impacto que el cambio climático ya está teniendo sobre ellos.
La ONU ya ha establecido 17 objetivos para avanzar hacia un mundo sustentable. El objetivo número 13 es “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”.