Demoliendo mitos: “a los pollos les inyectan hormonas para que engorden”
“A los pollos les inyectan hormonas”, es una de las frases escuchadas con frecuencia sobre uno de los alimentos más populares y saludables del planeta. Veamos qué dice la ciencia sobre ello.
En 2010, Evo Morales, presidente de Bolivia, despertó tantas risas como gestos de asombro en los asistentes al discurso de apertura de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, al afirmar que "las hormonas con las que engordan a los pollos de granja son responsables de las 'desviaciones' sexuales de los hombres".
Pero Evo Morales no es el único que cree eso. Una encuesta de la Sociedad Argentina de Nutrición llevada a cabo en la Ciudad de Buenos Aires en 2014, halló que el 56 % de los encuestados afirmaba que a los pollos se les administran hormonas para acelerar su crecimiento.
En 2020, la Universidad Autónoma de México determinó en una encuesta que el 48 % de los participantes creen que la carne de ave no es saludable porque tanto para los pollos de engorde como para las gallinas de postura se les agregan hormonas del crecimiento, mientras que el 42 % de los encuestados aseguró haber escuchado esto directamente en algún medio.
Ahora, veamos lo que es cierto y lo que no lo es.
El Pollo del Mañana
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los EE.UU. junto a una empresa privada, crearon el Chicken of Tomorrow Contest (el Concurso del Pollo del Mañana), algo que cambió la industria avícola para siempre. Por ello, granjeros y criadores de pollos de todo el país fueron invitados a desarrollar, por medio de selección genética, un pollo de engorde con la capacidad de crecer más rápido con la mejor calidad de carne posible.
En los Estados Unidos de la posguerra, el pollo era un animal pequeño que se criaba para producir huevos y tardaba unos cuatro meses en crecer. A raíz de este concurso, el pollo se transformó en fuente de proteínas accesibles para cientos de millones de personas, haciendo que en poco más de medio siglo el peso del pollo aumente en un 400 %, sin sacrificar la calidad de la carne, y reduciendo el tiempo de faena de cuatro meses a cuatro o cinco semanas.
Este concurso literalmente creó nuevas especies de aves, revolucionando la industria avícola en general a una escala fundamental. Para 1960, el ave mejorada gracias al Concurso del Pollo del Mañana, era el padre genético del 60 % de los pollos de engorde de los Estados Unidos. Los pollos actuales no son OMG (Organismos Genéticamente Modificados), sino que son el resultado de la selección y recombinación de forma natural, así como fue cambiado el color original blanco, amarillo o morado de la zanahoria al actual color naranja.
El origen del mito
En la década de 1950 se utilizaba un estrógeno sintético denominado dietilestilbestrol (DES), cuya finalidad era castrar hormonalmente a los pollos machos, para obtener así un mayor engorde y una carne más tierna.
Este estrógeno sintético descubierto en 1938 se aplicó en gallitos de más de cien días de edad, que en aquel tiempo y a esa edad no pesaban más de 1,700 kg. Fue una alternativa a la castración quirúrgica que se efectuaba ocasionalmente para lograr aves de 3 kg en 6 meses.
Pero en 1959, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. prohibió el DES como estimulante del crecimiento de los pollos después de que los altos niveles de DES en las aves de corral produjeran efectos secundarios en casos aislados, como el crecimiento de los senos masculinos en los humanos. Recién en la década de 1970 se prohibió el uso del DES en ganado, aunque se utilizan otras hormonas naturales y sintéticas, ya que son industrias con diferentes regulaciones.
Es que estas hormonas, además de ser costosas, necesitan más de cien días para surtir efecto, mientras que los pollos tienen una vida productiva de hasta 56 días antes de ser enviados al matadero.
Ya no hay país en el mundo donde se le inyecten hormonas de crecimiento a los pollos, por regulaciones, costos y… ¡porque no tiene utilidad!
En síntesis: ni la carne ni la piel de pollo presentan algún tipo de hormona artificial, ya que su uso está prohibido. Y si tuviesen hormonas estrógenas (naturales o sintéticas), estas jamás podrán hacer cambiar las preferencias sexuales de una persona, como indica otro de los mitos.