¿Dónde está Q’eswachaka, el último puente inca que sobrevive en el planeta?

La civilización inca elaboraba unos curiosos puentes colgantes para atravesar la abrupta geografía de la cordillera de Los Andes y conectar así comunidades. Actualmente sólo existe uno y es reconstruido cada año, ¡te contamos cómo!

El legado de los incas está compuesto por todos los elementos culturales que rescataron de las zonas donde habitaban, su arquitectura, sus técnicas agrícolas y el idioma y la alimentación.

Durante muchos siglos la comunidad andina construía puentes colgantes manualmente con fibras vegetales. Estos puentes denominados Q’eswachaka se fabricaban para atravesar la accidentada geografía de la cordillera de Los Andes con el principal objetivo de unir comunidades.

Construyeron tantos puentes que consiguieron formar una red de enormes rutas que conectaban las grandes ciudades de la costa con las montañas. Este sistema de denominaba Qhapaq Ñan y unía los territorios del llamado Tahuantinsuyo, el gran imperio de los Incas conformado por cuatro regiones: Collasuyo, Contisuyo, Chinchaysuyo y Antisuyo.

Con el hundimiento del imperio inca, el paso de los años y la climatología, actualmente solo queda un único puente activo. Te contamos cómo donde se encuentra y cómo se ha conservado hasta hoy.

Puentes colgantes artesanales

Estas construcciones estaban fabricadas de forma artesanal y se constituían simplemente de una base de paja, piedra y madera. La resistencia de estos materiales permitían a los incas trasladarse, a miles de metros de altura, de unas montañas a otras.

Los puentes eran elaborados por todos los trabajadores de la comunidad por turnos y con la peculiaridad de que debían ser reconstruidos cada cierto tiempo.

Con el paso de los años, la agudeza y destreza de los ingenieros andinos se ha ido transmitiendo de generación en generación, permitiendo que a día de hoy se haya logrado mantener intacto uno de los mayores testigos de la civilización incaica.

El último puente en la tierra

A tres horas y media de la ciudad de Cuzco, en el distrito de Quehue, se encuentra el último puente de la comunidad quechuana. Exactamente se ubica sobre el río Apurímac a una altura de 3.700 metros, tiene 29 metros de largo y 1.20 metros de ancho.

Desde hace más de seis siglos, todos los años se reconstruye como si de una fiesta se tratase.

Con la llegada del equinoccio de invierno comienza la preparación y reconstrucción de ese puente que, más que construido, es tejido y se elabora de manera manual año a año, un ritual histórico que se ha convertido en una de las tradiciones más curiosas de Perú y que hizo que en 2013 fuera declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Festividad y reconstrucción

La ceremonia se inicia cuando se cortan los anclajes o sostenes de cada lado del puente y la soga cae al río desde cientos de metros de altura. Tras el desarme del puente construido el año anterior, comienza el nuevo ciclo.

A partir de ese momento, las mujeres y los niños comienzan a recolectar un material de paja denominado "qoya" con el que tejen las sogas. Estas sogas servirán de construcción para la base y las barandillas del puente.

Los días posteriores, con las sogas tejidas y entrelazadas por las mujeres y niños, entran en acción el otro miembro de la familia, los hombres. Estos colocan las sogas junto a una extensa alfombra elaborada con ramas que cubrirán por completo el suelo de la plataforma.

Una vez conformado y tejido el puente, los líderes de cada comunidad inauguran la nueva construcción. Mientras tanto, el resto disfruta de una gran fiesta con alimentos, trajes y danzas tradicionales.

Una festividad en la que el relevo generacional juega un papel primordial y excepcional. Gracias a la cual, se ha conseguido transmitir de forma viva el arte y las técnicas de la cultura andina desde hace varios siglos atrás hasta el mundo moderno en el que hoy vivimos.