El cambio climático podría acabar con la vainilla
La vainilla, resultado de una orquídea, está presente en muchos usos alrededor del mundo. Desde helados, hasta perfumes. Y cada vez es más demandada. El cambio climático la está poniendo contra las cuerdas.
La vainilla es una orquídea que tiene más de 100 especies que se distribuyen por la zonas tropicales de Sudamérica y América del Sur, África y Asia. Es la única orquídea de uso industrial, y la más conocida es la vainilla planifolia de la que se extrae la vainilla que tantos usos se le da en todo el mundo. Es originaria de Veracruz, en México, donde los indígenas totonacas ya la cultivaban y se referían a ella como la flor negra. Fueron los españoles quienes comenzaron a exportar.
Pero el 80 % de la vainilla que se consume en el mundo se produce en Madagascar, donde el cambio climático se está haciendo muy notorio. Las sequías y las tormentas tropicales cada vez más intensas están poniendo en riesgo la producción, y aumenta su precio. Eso hace que bandas de delincuentes libren verdaderas guerras para robar producción y venderla en el mercado.
La vainilla es uno de los sabores más utilizados para la fabricación de helados, dulces y saborizantes de todo el mundo, pero paradójicamente su producción está en decadencia, lo que impacta en sus precios que son cada vez más altos. Las condiciones extremas fluctuantes hacen que su horizonte se vea complicado.
Los efectos de la meteorología
Ya sabíamos que el cambio climático nos puede dejar sin chocolate, café y cerveza. Las modificaciones en el clima, algunas menores, pueden impactar sobre las condiciones necesarias para que una larga lista de productos habituales en nuestra vida comiencen a tener problemas en su producción. Alguno de ellos se producen en franjas de climas muy específicos que pueden estar severamente amenazados.
Por ejemplo, en 2017 el ciclón Enawo dio de lleno sobre Madagascar, dejando al menos 38 muertos y más de 53.000 desplazados. Su impacto sobre la economía de la isla fue masivo. Solo ese evento arruinó el 30 % de los cultivos de vainilla, muchos de ellos irrecuperables por el daño al terreno. Este tipo de impactos climáticos hacen que la tarea de los agricultores sea cada vez más compleja, y con un mayor índice de incertidumbre.
El precio de la vainilla no ha parado de aumentar en la última década y las dificultades para su producción lo ha llevado a multiplicarse casi en 8 veces. En 2019, XLSemanal ya indicó en un informe que el precio de la vainilla había crecido tanto como para valer lo mismo que la plata. Este ingrediente, además de Madagascar, se cultiva en la India, Papua Guinea y Uganda, entre otros productores de este tipo de orquídea. Indonesia es el segundo productor mundial.
El arte de producir vainilla
XLSemanal relata que la vainilla tarda tres años en florecer. Cuando por fin lo hace, sus delicadas flores amarillas apenas sobreviven doce horas antes de marchitarse. Y eso ocurre solo una vez al año. En esa breve ventana de tiempo la flor debe fertilizarse, porque sin polinización no hay vaina. Y ante la falta de la abeja melipona, que se encargaba de hacer ese trabajo de forma natural y gratuita en el estado de Veracruz, el delicado proceso se hace ahora a mano, utilizando una fina caña de bambú. Todo un arte muy estresante.
Luego de nueve meses, cuando las vainas aún están verdes y antes de que empiecen a amarillear, se recogen. Después empieza el proceso de curación. Para conseguir un kilo de vainas secas y duras de color café, hace falta polinizar 600 flores. Una por una. Cualquier cambio en el clima hace que su producción desaparezca.
Por eso en Madagascar, un país muy pobre, verdaderas bandas de delincuentes libran una lucha por la vainilla, por lo que los productores deben pasar noches en sus campos para evitar robos, muchos extremadamente violentos y con muertos. En el 2000 una tormenta tropical hizo que los precios llegaran a 600 dólares el kilo. Pero unos años después los productores de alimentos y helados empezaron a utilizar vainilla artificial y eso desplomó la demanda. En 2015 las grandes compañías alimentarias como Danone volvieron a introducir la vainilla en sus fórmulas, y entonces era imposible cubrir la demanda. Esas grandes fluctuaciones estresan a los productores y hacen que el negocio sea muy volátil y atado a las condiciones climáticas.