El destructivo Huracán Otis acabó con el 95% de la vegetación de Acapulco
Otis, uno de los más destructivos huracanes de la historia, golpeó duramente la costa oeste del pacífico mexicano llevándose consigo vidas, infraestructura y la vegetación de este centro turístico internacional.
Un huracán que hasta sorprendió a los meteorólogos que lo estaban monitoreando, no sólo por lo vertiginoso de su intensificación, sino porque pocas veces un huracán de dimensiones reducidas presentó tanta potencia y capacidad destructiva asociada.
Es que Otis pasó de ser una tormenta tropical, con vientos sostenidos de entre 63 a 118 km/h a ser un huracán categoría 5, con vientos sostenidos de 270 km/h en poco más de 12 horas, siendo el primer huracán del Pacífico en impactar tierra con categoría 5 en los registros.
Daños en vidas y bienes
Su impacto en la ciudad de Acapulco fue devastador. Otis derribó las líneas de tendido eléctrico y comunicaciones de la ciudad, causó inundaciones, deslizamientos de laderas, arrancó árboles y destruyó la infraestructura vital de la ciudad.
Además, los daños a las propiedades han sido inconmensurables: se estima que más de 200.000 hogares sufrieron daños severos, al igual que el 80 % de los hoteles de la zona costera de este centro turístico.
De acuerdo con estimaciones de la agencia calificadora Fitch Ratings, se calcula en 16 mil millones de dólares las pérdidas catastróficas por el impacto de Otis, en tanto que las cámaras empresariales locales estimaron en 17.450 millones de dólares los daños causados por el huracán, necesitándose al menos dos años para su reconstrucción.
El gobierno mexicano ha ofrecido una ayuda económica en créditos, beneficios fiscales y otras acciones por un total de casi 3.500 millones de dólares.
Vegetación devastada
Además del estrago en propiedades y vidas humanas que, al momento de escribir estas líneas llegaban al medio centenar y 27 desaparecidos según datos oficiales, Otis destruyó la selva tropical circundante, de lo que aún no se ha realizado una valuación económica.
Es que la accidentada geografía del lugar (casi un 80% son montañas y terrenos semiplanos) aloja selva caducifolia con diferentes especies, típicas de clima subhúmedo cálido (temperatura media anual de 28 °C y precipitación media anual de 1500 a 2000 mm).
Las imágenes de Copernicus muestran la ciudad y sus alrededores antes y después del paso de Otis.
En la imagen del 13 de octubre se puede observar el verdor que representa el vigor de la vegetación exuberante en los alrededores de la ciudad, pasando a ser de tonalidad marrón en la imagen posterior a Otis.
Es que los vientos que acompañaron a esta tempestad extrema, arrancaron las hojas de los árboles a la vez que rompían sus ramas y, en combinación con las intensas precipitaciones, muchos árboles fueron arrancados de raíz. Y la suma de estos efectos fueron altamente perniciosos ya que provocaron deslizamientos de laderas, aumentando de por sí el terrible potencial de daño de un huracán tan destructivo como Otis.
Las lecciones que nos deja Otis
Lamentablemente, lo que ha fallado en gran medida ha sido la gestión del riesgo.
Latinoamérica (y gran parte del planeta) es más reactivo que proactivo en cuanto a la gestión del riesgo de desastres.
Esto es fundamental en este contexto de cambio climático donde la severidad de los eventos extremos está en aumento y muchas veces resulta difícil realizar previsiones hidrometeorológicas precisas que permitan disponer de un margen de tiempo suficiente como para organizarse mejor.
Evidentemente la vulnerabilidad de las poblaciones costeras no ha sido considerada, o al menos no se han realizado análisis de escenarios de riesgo. Se identifican a los huracanes como peligros (vaya novedad), pero no se actúa sobre la interacción entre la amenaza o peligro, la exposición y la vulnerabilidad del territorio.
Los escenarios de riesgo son dinámicos y permiten describir e identificar los daños y las pérdidas que pueden generarse ante la presencia de un evento peligroso, bajo determinadas condiciones de vulnerabilidad. Y eso pareciera no haber sido considerado.
Y si la gestión territorial no incorpora la resiliencia al clima, lamentablemente estos desastres van a seguir siendo noticia. El cambio climático ya dejó de ser un problema lejano, de los osos polares sobre un témpano derritiéndose a la deriva.
El cambio climático nos está golpeando a la puerta. Debemos hacer todo lo posible para que no entre.