El uso de césped artificial puede ser una solución para combatir el calor extremo
El césped artificial, con su innovador sistema de refrigeración, puede ser una forma interesante de combatir las temperaturas extremas que se registran en ciudades y centros deportivos.
En días calurosos las superficies más expuestas a la radiación solar pueden experimentar temperaturas muy elevadas. Los campos sintéticos, que se utilizan como alternativa a los campos naturales en la mayoría de los deportes más populares, en particular el fútbol, son una de las infraestructuras que más se calientan.
El césped sintético se utiliza en infinidad de campos deportivos, por toda Europa, ya que requiere menos mantenimiento respecto a un césped natural, permitiendo más horas de entrenamiento y juegos con un mínimo mantenimiento, teniendo una vida útil que puede llegar a los 20 años. En los últimos 2 años, la Unión Europea ha propuesto prohibir el uso de gránulos de caucho, procedente del reciclaje de neumáticos fuera de uso, como relleno de campos de césped sintético, ya que el 80 % de estas infraestructuras en Europa utilizan este material, considerado extremadamente contaminante.
Este tipo de suelo puede registrar o incluso superar temperaturas que rondan los 70 °C, debido al uso de gránulos de caucho, situación que provoca molestias en los deportistas y puede provocar quemaduras y agotamiento. Esta situación puede estar cambiando a medida que nuevos estudios apunten a un nuevo tipo de césped artificial, capaz de regular la temperatura.
Nuevos descubrimientos
Un nuevo proyecto, desarrollado en Holanda, pretende crear césped artificial capaz de enfriarse por sí solo. Esto puede ocurrir por la acumulación de agua debajo del césped, que se evapora lentamente en los días más calurosos, haciendo que el suelo artificial registre temperaturas aún más bajas en comparación con un suelo de césped natural.
Este proyecto, denominado CitySports, y desarrollado por Top Consortia for Knowledge and Innovation (TKI) es, según sus responsables, muy similar al proceso de enfriamiento de superficies naturales, inspirándose en los “tejados verdes” de algunas ciudades, que almacenan agua de lluvia y utilizarla para reducir la temperatura en la zona de la vivienda más expuesta a la radiación solar.
En el caso de un campo de fútbol, con una superficie de alrededor de 1 hectárea, se pueden almacenar más de medio millón de litros de agua de lluvia, lo que, según las pruebas realizadas, ayuda a que la superficie de césped artificial no supere los 37 °C , incluso en los días más calurosos, siendo sólo 1,7 °C más cálida que la superficie de un césped natural.
Aplicaciones futuras
Este tipo de césped artificial, capaz de autorregular la temperatura, ya se está utilizando en países como Japón, Reino Unido y Países Bajos, donde fue desarrollado. Se trata de un tipo de césped que, dadas sus características, ya está despertando el interés de muchos clubes y asociaciones de fútbol, dispuestos y con capacidad económica para instalar equipamientos que pueden superar el medio millón de euros de inversión.
La cuestión del cambio climático también es relevante en este análisis, ya que ante la expectativa de un aumento continuo de las temperaturas en los próximos años, muchos de los campos equipados con césped sintético se deteriorarán, contaminando potencialmente el suelo y el agua circundantes.
Por otro lado, el césped “climatizado” puede ser más resistente a la intemperie, ya que las temperaturas extremas son una de las principales amenazas para preservar el buen estado de los céspedes sintéticos: las temperaturas altas y muy bajas acaban deteriorando las fibras, provocando desgaste.
También está la cuestión del bienestar de quienes participan en cualquier entrenamiento o juego, ya sea fútbol o cualquier otro deporte colectivo al aire libre. Especialmente en las categorías inferiores, por ejemplo en el fútbol juvenil, es importante que los deportistas se sientan cómodos. Una temperatura más regulada, incluso en un suelo sintético, puede facilitar la práctica de deportes.