Una enfermedad podría poner en jaque la principal zona maicera del país
Se trata del carbón de la panoja, que reapareció en el país en 2020 después de casi 80 años. La actual campaña es la cuarta consecutiva con afectación en los lotes de maíz de la zona centro.
El maíz es uno de los cultivos con mayor historia en el planeta. Su origen se dio en la región central de México, unos 10 mil años a.C. a través de la fusión de plantas que crecían en forma silvestre. Es uno de los granos alimenticios más antiguos y provienen de una planta domesticada -altamente productiva- que no crece en forma salvaje por lo que es completamente dependiente de los cuidados del hombre.
En Argentina, el maíz comenzó a cultivarse con fines comerciales hacia fines del siglo XIX y a partir de entonces comenzó a ganar protagonismo en nuestra región. Años mas tarde, se convirtió junto con el trigo en uno de los granos más importantes de la campaña agrícola, hasta que en 1988 la soja superó por primera vez al maíz.
Según datos publicados oportunamente por la Bolsa de Comercio de Rosario “durante 32 campañas, que van desde 1987/88 hasta 2018/19, la cosecha de maíz se mantuvo en el segundo lugar en términos de volumen, siempre detrás de la soja”. Hasta que en 2022 el maíz recuperó el trono productivo y se consolidó como la cosecha de mayor volumen en la Argentina.
Actualmente, el ciclo agrícola transita la definición de rendimiento en los cultivos de las principales zonas productivas del país, por lo tanto sería prematuro exponer alguna idea de lo que pueda ocurrir en el podio de las cosechas, sin embargo esta claro que el maíz jugará un rol protagónico. A menos que una de las enfermedades típicas del cultivo amenacen los techos de rendimiento y opaquen una cosecha que de por sí es complicada desde el punto de vista climático.
Una enfermedad que tiene ganas de quedarse
En las últimas cuatro campañas se detectaron casos de “carbón de la panoja” en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y San Luis. Los rebrotes de esta enfermedad afectan el rendimiento del cultivo y podrían provocar pérdidas si no se realizan los tratamientos adecuados.
En general, en el maíz se pueden generar dos enfermedades causadas por un hongo. Las dos son denominadas comúnmente como “el carbón común del maíz”, causado por Ustilago maydis, que se encuentra campana tras campana en todas las regiones de Argentina y el “carbón de la panoja”, causado por Sporisorium reilianum f. sp. zeae.
El Dr. Roberto De Rossi, especialista en protección vegetal y magister en fitopatología, explicó que “esta enfermedad parece no discriminar genotipos, antecesores o fechas de siembra. Los primeros registros de este patógeno en nuestro país se realizaron entre 1935 y 1941 y desde entonces no se volvieron a registrar hallazgos a campo de esta enfermedad”.
Su reaparición pone en alerta al sector productivo, principalmente porque una planta de maíz afectada es una planta con pocas a nulas probabilidades de generar granos. Es una enfermedad muy agresiva, que entra por semilla en periodos de implantación y recién se visualiza abruptamente durante la floración del cultivo, afectando directamente el rendimiento.
Tras la reaparición de la enfermedad, se registró un caso con el 60 a 70 % de plantas afectadas en un lote periurbano con manejo de labranza convencional y con tres años de monocultivo de maíz. Es por eso que los especialistas destacan que la selección genotípica es fundamental ya que existen híbridos de maíz que tienen baja o nula susceptibilidad a la enfermedad.
Qué se sabe y qué se debe hacer para combatirla
Según los expertos, se trata de una patología de ambientes templados, que no es típica de observar en siembras tardías y que se caracteriza por la necesidad de suelos secos. Es por eso que quedó vinculada al ambiente de Niña de los últimos ciclos.
Respecto a la biología, el experto explica que el carbón de la panoja es una enfermedad considerada de suelo, que tiene una estructura de resistencia que puede subsistir latente por 5 a 7 años. Si bien los niveles de incidencia hasta el momento son bajos (1 al 5 %), existen casos con afectaciones que llegaron al 30 % con impacto directo en el rendimiento.
Hasta ahora, la mejor solución se orienta hacia el manejo integrado de enfermedades. Una forma de combatirla es con la elección de genética ya probada ante la alta presión de la enfermedad y por supuesto no hacer monocultivo de maíz.