Eolo, hijo de Hippotes, nieto de Mimas, Señor de todos los Vientos
Los antiguos griegos creían que el tiempo y el clima, como casi todo lo demás en la Tierra, eran el resultado de la voluntad divina. En el caso del viento, voluntad de Eolo.
Eolo, el señor de los vientos, vivía con su esposa Deyopea y sus doce hijos en una pequeña isla paradisíaca llamada Eolia. Esta isla era muy verde, con escarpados precipicios coronados por un imponente muro de bronce y que podía moverse libremente por el mar. Eolo era el responsable del control de las tempestades, ya que Zeus, “padre de los dioses y los hombres”, supervisor del universo y dios del cielo y el trueno, le había dado el poder de aplacar y provocar los vientos a su voluntad.
Y esto era así porque Zeus le otorgó a Eolo el poder de controlar a los Anemoi, los dioses del viento. Eolo los controlaba a su antojo con un dominio absoluto, y por eso Eolo era un dios tan temido y respetado. Gracias a sus grandes poderes, en múltiples ocasiones acudió en auxilio de otros dioses, controlando las tempestades, o manejando los elementos para beneficiar a quien él quisiera.
Vientos dioses y vientos demonios
Pero estas deidades se diferenciaban entre vientos - dioses buenos y vientos - dioses malvados o demonios. Los Anemoi eran deidades buenas y se correspondían con los cuatro puntos cardinales desde donde soplaban:
Bóreas: dios viento del norte que traía el frío aire invernal.
Noto: dios viento del sur que traía las tormentas de finales del verano y del otoño.
Euro: dios viento del este. Hay cierto debate sobre la naturaleza de este viento, ya que algunos creen que era el dios del viento del sureste y otros afirman que es el viento del este.
Céfiro: dios viento del oeste. Traía las suaves brisas de la primavera y principios del verano.
Además de los Anemoi, estaban los Anemoi Thuellai o “vientos de tempestad”, demonios violentos y destructivos creados por Tifón, un espeluznante y colosal monstruo alado, que podía vomitar fuego y lava de su boca, y crear huracanes con el movimiento de sus alas. Los Anemoi Thuellai venían desde los puntos cardinales dejados libres por los Anemoi y eran:
Cecias: dios viento del noreste, el viento que traía el granizo.
Apeliotes: dios viento del sureste, viento que hace madurar las frutas y el trigo, asociado al otoño.
Coro: dios viento del noroeste, viento frío y seco que trae el invierno.
Libis: dios viento del sudoeste, viento templado, relativamente húmedo y portador de lluvias.
Estos últimos cuatro eran los vientos que Eolo manteía encerrados en cuevas y los dejaba correr desde ellas a su criterio, mientras que los cuatro Anemoi “virtuosos” estaban liberados y soplaban a su propia voluntad.
Eolo en la Mitología Grecorromana (La Eneida)
Eneas, héroe de la guerra de Troya en la mitología grecorromana, tras la caída de la ciudad escapa hacia Italia junto a otros troyanos. La diosa Hera, esposa y hermana de Zeus, intenta impedir que lleguen a Italia. Para ello, pide a Eolo que libere a los Anemoi Thuellai para hacer naufragar a los fugitivos, ofreciéndole a cambio por esposa a una de las ninfas de su séquito: Deyopea, la de cuerpo más hermoso.
Eolo se deja seducir por la oferta de Hera, y por ello los troyanos terminan dispersándose en el mar. Poseidón al enterarse lo toma como una ofensa, ya que el mar es su dominio, y salva a los troyanos haciéndolos llegar a las playas de Libia. Los hijos de Eneas, Rómulo y Remo, fueron quienes fundaron la ciudad de Roma.
Eolo en la Mitología Griega (La Odisea)
Ulises (Odiseo en griego) luego de estar fuera de su hogar tras diez años de lucha y de su victoria en la guerra de Troya, se aventura en el mar abierto y sin rumbo fijo, se pierde en su viaje de regreso a su hogar. Su barco llega hasta la isla de Eolo, quien se apiadó de Ulises y lo trató de ayudar para su regreso. Para ello, Eolo le dio un viento favorable, Céfiro, que los llevaría hasta Ítaca. Como obsequio, le entregó un pequeño saco de piel de buey cerrado con fuerza por un hilo de plata, que contenía los otros vientos, en caso de necesitarlos.
Al acercarse a Ítaca, sus hombres, que creían que la bolsa contenía oro, la abrieron, provocando que los vientos los llevaran de nuevo hasta Eolia, pero en esta ocasión Eolo se negó a ayudarlos.
Nuevamente Ulises volvió a la mar a navegar sin rumbo fijo. Tardó diez años en regresar a su hogar.
A lo largo de esta lectura, imagino que habrás encontrado varios nombres que te suenan familiares.
En honor a Eolo, hemos denominado “eólica” la energía procedente del viento. Por los Anemoi, el instrumento que mide la dirección e intensidad del viento se llama anemómetro. Y Tifón, el padre de los vientos peligrosos, dio nombre a los ciclones tropicales en el Pacífico noroccidental.