Frío polar: ¿realmente existe la sensación térmica?
Es uno de los valores más populares en los medios de comunicación cuando descienden las temperaturas. No importa lo que diga el termómetro, después de informar la mínima del día seguro se pregunta: ¿y la sensación térmica?. Pero, ¿es real este dato?
La sensación térmica (ST) es un término popular que se utiliza para cuantificar de manera aproximada la temperatura que siente la piel desnuda al aire libre. Dicho de otra manera, es un valor que estima a partir de una fórmula, que usa otras variables, cuánto frío siente una persona que está expuesta a las bajas temperaturas, pero también al viento y a la humedad.
Esta diferencia entre la temperatura percibida por las personas y la real es el resultado de una combinación compleja de temperatura del aire, la humedad relativa y la velocidad del viento, así como diferencias en la salud, la genética, la hidratación, la forma del cuerpo, la vestimenta y el metabolismo. Por lo tanto, la temperatura de la sensación térmica es total y absolutamente subjetiva, no una ciencia exacta.
Esto se debe a que para calcular el valor de ST los Servicios Meteorológicos idearon una fórmula a partir de una experiencia de laboratorio, e hicieron un montón de suposiciones. Algunas de ellas son que la persona mide 1,7 metros, pesa 67 kg, con una temperatura corporal de 36,9 °C. Usa pantalón largo y remera manga corta, y camina a 5 km/h en una noche despejada. Por lo tanto, si no se cumplen con todos estos requisitos es muy posible que la sensación de frío muchas veces no coincida con la informada.
¿Por qué se siente más frío?
Lo que llamamos frío, no es ni más ni menos que la pérdida de calor del cuerpo. Los animales de sangre caliente, como los humanos, generamos calor con nuestro metabolismo, y ese calor se elimina por la piel. Cuanto mayor es la diferencia entre la temperatura de la piel (32 ºC) y la temperatura del medio ambiente, mayor será la pérdida de calor y la sensación de frío se incrementará.
El aire es un mal conductor del calor, así que cuando no hay viento, se forma una pequeña capa alrededor con temperatura más elevada, reduciendo la diferencia térmica entre la piel y el aire. Pero cuando hay viento, esta capa es arrastrada continuamente, y perdemos esa burbuja templada, por lo que la pérdida de calor aumenta.
Aún si esta sensación no es una variable real, en el sentido que no es algo que se mida, como la temperatura o la presión, es muy importante estar alerta a sus valores, ya que cuando el viento se incrementa y la sensación térmica cae rápidamente, el riesgo de sufrir congelación o hipotermia es mayor.