Fuego en el Parque Nacional Nahuel Huapi: el viento aviva las llamas y el área dañada se acerca a las 7000 hectáreas
El fuego arrasó cerca de 7.000 hectáreas en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Mientras los brigadistas luchan contra las llamas, los ecologistas advierten por el daño irreparable en la región.
El fuego avanza sin tregua en Los Manzanos, dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi en la provincia de Rio Negro. Desde hace más de un mes, el humo denso cubre el cielo y el olor a ceniza impregna cada rincón de esta zona patagónica.
Los árboles centenarios caen como antorchas, mientras los animales corren en un desesperado intento por sobrevivir. El sonido del crujir de la madera quemada se mezcla con el rugido del viento, que aviva aún más las llamas.
El incendio ya destruyó cerca de 7.000 hectáreas de bosque nativo y cada día que pasa vuelve a poner en jaque a los brigadistas, que trabajan día y noche para frenar el avance del fuego. En las últimas horas, las ráfagas de viento de más de 50 km/h complicaron la tarea y en varias ocasiones obligaron a los equipos a replegarse.
El avance del fuego obligó a evacuar algunas áreas y las cenizas se esparcieron por los alrededores, afectando la calidad del aire. La imagen de las montañas envueltas en humo quedó -una vez más- grabada en la memoria de los habitantes.
El riesgo de las fogatas clandestinas
Las últimas investigaciones confirmaron que algunos focos se iniciaron en zonas de senderismo, donde personas encendieron fogatas en lugares no habilitados. Guardaparques encontraron restos de fogones clandestinos en plena emergencia, lo que evidencia una falta de conciencia ambiental que cuesta comprender.
Año tras año, casi la totalidad de los incendios que afectan al Parque Nacional Nahuel Huapi, se generan por causas humanas. La imprudencia y el desconocimiento convierten estos bosques en zonas vulnerables, donde la falta de control y el incremento del turismo sin regulación aumentan el riesgo.
Las altas temperaturas, la sequedad extrema del suelo y la falta de lluvias durante las últimas semanas agravaron la situación y transformaron los bosques en material altamente inflamable. En este contexto, cualquier chispa resulta suficiente para generar un incendio de gran magnitud.
Los especialistas advierten que, además de mejorar los controles, es fundamental promover la educación ambiental. Muchos visitantes desconocen el impacto que puede generar una simple fogata mal apagada o el uso irresponsable del fuego en áreas naturales.
Chubut también sufre el fuego
A pocos kilómetros, en Epuyén, el viento reavivó focos que los brigadistas habían logrado controlar. Las llamas volvieron con más intensidad y pusieron en peligro a los pobladores.
El viento, la baja humedad y las temperaturas elevadas generaron un escenario ideal para que el fuego se expandiera rápidamente. Bomberos y brigadistas lucharon en ambos frentes, pero la intensidad del incendio dificultó el trabajo.
Los habitantes de Epuyén se organizaron para colaborar con los equipos de emergencia. Vecinos ofrecieron sus casas como refugio para los evacuados y reunieron provisiones para quienes lo habían perdido todo.
El irreparable daño ecológico
El incendio no solo destruyó árboles y arbustos, sino que también afectó a especies autóctonas que no lograron huir. Ciervos, zorros, aves y pequeños mamíferos perecieron entre las llamas y la vegetación, que tardó siglos en desarrollarse, desapareció en cuestión de horas.
Los ríos y lagos cercanos también sufrieron las consecuencias: la ceniza contaminó las fuentes de agua y la pérdida de cobertura vegetal dejó el suelo expuesto a la erosión. Sin raíces que sujeten la tierra, las lluvias podrían generar deslizamientos y aumentar la sedimentación en los cursos de agua.
El impacto del incendio no se limitó al daño inmediato. La quema de miles de hectáreas liberó toneladas de dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático. Los bosques, que funcionaban como sumideros de carbono, quedaron reducidos a cenizas, perdiendo su capacidad de absorber gases de efecto invernadero.
Según estudios sobre la regeneración de ecosistemas incendiados, la recuperación de estos bosques podría demorar entre 50 y 100 años. Algunas especies, como las lengas y los coihues, crecen a un ritmo extremadamente lento, lo que dificulta la restauración del equilibrio natural.
El desafío de prevenir nuevas catástrofes
Además de las pérdidas ambientales, el turismo también sufre un impacto negativo, porque ante este panorama los visitantes cancelan sus reservas por el riesgo que representan los incendios. La actividad económica de la región, que depende en gran parte del turismo de naturaleza, deberá enfrentar las consecuencias de este desastre.
Las autoridades y especialistas en conservación coinciden en que la prevención es la única forma de evitar que estas tragedias se repitan. La educación ambiental y el control estricto del uso del fuego en áreas protegidas resultaron clave.
La crisis ambiental quedó expuesta y el desafío ahora es actuar con rapidez para evitar que estos desastres se conviertan en una trágica rutina. Es necesario tomar medidas urgentes, avanzar en controles y sanciones para quienes incumplen las normas de convivencia en un área reservada, porque un descuido puede destruir en pocos días lo que a la naturaleza le llevó años generar.