Un guardián para las nuevas amenazas descubiertas en el vórtice polar
Las temperaturas de la estratosfera y el comportamiento del vórtice polar estratosférico están siendo mirados con lupa por los expertos, que ahora cuentan con una nueva herramienta para estudiar sus implicancias en el tiempo de Norteamérica y Europa.
En los primeros días del mes de enero la estratosfera experimentó un rápido aumento de la temperatura sobre el Ártico. Esto, que hace unos años no se habría considerado relevante, porque prácticamente no había mediciones y tampoco se sabía su influencia más abajo, en la troposfera, puso en guardia a los meteorólogos del hemisferio norte. De un tiempo a esta parte, en invierno se están mirando con lupa esos vaivenes de temperaturas que tienen lugar a unos 30 kilómetros de altitud. Muchos expertos están estudiando cómo esta anomalía puede llegar a producir cambios en el jet polar, y así en los fenómenos meteorológicos que afectan a Europa y América del Norte.
Desde que empezó el año, hemos tenido numerosos episodios provocados por un jet polar muy ondulado, como la borrasca Filomena y las nevadas históricas en España, con la posterior ola de frío, así como el temporal que hizo temblar a la marmota Phil en Estados Unidos, con el neoyorquino Central Park bajo medio metro de nieve. Poco después del Calentamiento Súbito Estratosférico (CSE) -así se llama el fenómeno en cuestión-, la Agencia Espacial Europea (ESA) detectó un cambio en la dirección del viento dominante en el vórtice polar “como nunca antes se había observado a escala global”, según Corvin Wright, investigador de la Royal Society en la Universidad de Bath en el Reino Unido.
No es que el CSE fuera excepcional, la cuestión reside en que jamás se había podido registrar en tiempo real y a una escala tan amplia el cambio en el patrón de vientos resultante. “Hasta ahora, nuestra comprensión de estos cambios se había desarrollado utilizando mediciones puntuales, muchas tomadas en el vuelo de aeronaves o mediante el uso de modelos informáticos”, explica Wright. Actualmente la ESA dispone de un satélite llamado Aeolus, que fue lanzado, entre otras cosas, para ayudar a comprender cómo se desequilibra el vórtice polar en situaciones como esta.
Su conexión con el tiempo en Europa y el cambio climático
En esos calentamientos ‘súbitos’, la temperatura de la estratosfera polar puede subir 50 ºC en apenas unos días. En la primera semana de enero pasó de los -70 ºC a los -35 ºC, por ejemplo. Se ha observado que esto tiene consecuencias en el vórtice polar estratosférico, que es una enorme masa de aire helado que habitualmente gira al contrario de las agujas del reloj en invierno. Cuando se producen los CSE, esa circulación se ralentiza, e incluso se invierte. Según investigaciones recientes, esto a menudo desemboca en la salida del aire polar en estampida camino de Norteamérica o Europa.
Los científicos, como Anne Grete Straume, de la misión Aeolus, ahora están ante el desafío de encontrar conexiones entre los CSE y el calentamiento global. “Nos gustaría comprender si estos eventos podrían volverse más frecuentes debido al cambio climático”, explica Straume, quien ve una gran oportunidad en los datos de viento aportados por el satélite. “Se está trabajando para arrojar luz sobre por qué este fenómeno estacional puede ser extremo”.