Incendios de sexta generación: devastadores y cada vez más frecuentes
Los incendios de sexta generación hacen alusión a eventos devastadores, casi imposibles de controlar, y con la capacidad de generar condiciones meteorológicas propias. ¿Cuál es la conexión que tienen con el cambio climático?
Atribuir determinada generación a un incendio es un concepto que viene ganando fuerza a nivel mundial en los últimos años, una clasificación que intenta categorizar los distintos tipos de fuego y su evolución a lo largo del tiempo.
Si bien no existen parámetros cuantitativos que permitan diferenciar las distintas generaciones posibles de incendios, sí existen algunas cualidades generales que permiten distinguirlos entre ellos.
Con los recientes incendios multiplicados en Europa a raíz de la histórica ola de calor, ha vuelto a resonar el concepto de incendios de sexta generación. Estos hacen a alusión a eventos devastadores, casi imposibles de controlar, y con la capacidad de cambiar las condiciones meteorológicas en su entorno, es decir, generar su propia meteorología.
La relación entre incendios de sexta generación y el cambio climático
"Es bien conocido que las condiciones climáticas pueden incrementar el riesgo de incendios y hacer que sean más difíciles de extinguir. Pero la relación entre el fuego y el clima va más lejos. Los incendios pueden crear su propia meteorología, generando nubes pirocumulonimbo y tormentas", explica el Servicio Meteorológico de Australia, país que ha sufrido algunos de estos devastadores fuegos.
Los pirocúmulos y pirocumulonimbos, son nubes que se forman encima de la columna de humo de un incendio, pero que también pueden crearse sobre las nubes de ceniza de los volcanes o en los hongos de una detonación nuclear. La Organización Meteorológica Mundial las ha incluido en su Atlas Internacional de nubes actualizado en 2017, bajo el nombre de flammagenitus.
Estas nubes pueden ser capaces de producir lluvias torrenciales localizadas. Los rayos, además, son capaces de provocar nuevos focos en el incendio. Son lo que se conoce como "tormentas de fuego".
Los incendios de sexta generación son fenómenos que hasta hace poco eran raros, pero ahora se han convertido en casi una normalidad para cada temporada de verano. El cambio climático nos los provoca directamente, pero sí genera las condiciones propicias para que estos se desarrollen o agraven, a través de olas de calor más frecuentes, persistentes e intensas en distintas partes del mundo, por ejemplo.
Las distintas generaciones de incendios
Desde que a mediados del siglo XX se produjera un éxodo rural en muchas partes del mundo y se abandonaran los usos agrícolas, los incendios han ido evolucionando. Según BBC Mundo, las características generales de las distintas generaciones, son las siguientes:
- Primera generación: los fuegos ganan velocidad en zonas de cultivo que ya no se estaban utilizando.
- Segunda generación: la vegetación empieza a recolonizar esas antiguas tierras de cultivo, pero esa nueva masa forestal se abandona. Con estos incendios se observa que cada vez hay más masa de vegetación continua por la que el fuego puede propagarse rápidamente. Surgen entonces las primeras medidas contra incendios: los cortafuegos.
- Tercera generación: surge una dicotomía paisajística. La población se concentra en las zonas metropolitanas mientras que el campo se vacía. Esto hace que los incendios ganen intensidad y consuman toda la masa forestal en la que se inician. Los dispositivos contra el fuego también crecen.
- Cuarta generación: en los años 90 se produce un boom de la segunda residencia en lugares de campo. Son urbanizaciones en mitad del bosque o el campo en las que viven personas que no hace uso del campo. Son incendios muy voraces y peligrosos.
- Quinta generación: se producen cuando hay, además, una simultaneidad. Varios incendios se desatan a la vez lo que producen el colapso de los servicios.
- Sexta generación: el cambio climático ha creado las condiciones propicias para desencadenar el fuego y contra el que es imposible luchar. Solo se puede llevar a cabo una estrategia defensiva, es decir, establecer prioridades y decidir qué se quiere salvar.