Inquietante reporte de la FAO: los costos ocultos del sistema agroalimentario suman el 10 % del PBI mundial
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) por primera vez estimó los costos ocultos en la salud, el ambiente y la sociedad de los sistemas agroalimentarios en 154 países
Cuando vamos al mercado y compramos un alimento, en realidad estamos pagando una parte de su costo.
Esto es lógico, porque para que ese alimento, por ejemplo, una naranja llegue a su mesa, no sólo se necesitó una semilla, mano de obra para sembrarlo, tiempo para que crezca el naranjo, cosecharla, material para embalarla, distribuirla y venderla.
Muchas veces desconocemos o no nos damos cuenta que por cada naranja se necesitan 50 litros de agua, pero para un vaso de jugo de naranja son necesarios 170 litros de agua. O que necesitan fitosanitarios para prevenir y controlar plagas o enfermedades, y hacer más eficiente la producción, y esos agroquímicos pueden afectar el ambiente. Y que en la distribución de la mercadería se liberan gases de efecto invernadero producto de la combustión del motor del vehículo que las transporta.
Los sistemas agroalimentarios tienen “costos ocultos” pero reales que afectan a nuestra salud, a la economía y al ambiente. Por ello la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por primera vez los ha cuantificado: representan una cifra cercana al 10% del PIB mundial, equivalente a unos 12.7 billones de dólares en el año 2020.
Obesidad y enfermedades: los mayores costos ocultos
De acuerdo con la edición de 2023 de “El estado mundial de la agricultura y la alimentación”, la mayor parte de los costos ocultos, esto es, más del 70 %, está determinado por dietas poco saludables con alto contenido de alimentos ultraprocesados, grasas y azúcares, que son causa de obesidad y enfermedades no transmisibles y provocan pérdidas de productividad de la mano de obra. Estas pérdidas son especialmente elevadas en países de ingresos altos y de ingresos medianos altos.
Para la FAO, casi el 23 % de los costos totales de los sistemas agroalimentarios está relacionado con el ambiente. El reporte contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero y nitrógeno, con los cambios del uso de la tierra y la utilización del agua. Este último es un problema que afecta a todos los países y es probable que su magnitud esté subestimada por las limitaciones de los datos disponibles, señala el informe.
Los más pobres, los más afectados
Los países de menores ingresos son, en proporción, los más afectados por los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios, que representan cerca del 27 % de su PIB, frente a un porcentaje inferior al 12 % en países de ingresos medianos y menos del 8 % en países de ingresos altos. En los países de ingresos bajos, los costos ocultos más significativos están relacionados con la pobreza y la subalimentación.
En el informe se insta a los gobiernos a que utilicen la contabilidad de costos reales para transformar los sistemas agroalimentarios a fin de combatir la crisis climática, la pobreza, la desigualdad y la inseguridad alimentaria. En tal sentido, la FAO señala como posibles mecanismos el rebajar impuestos para que los agricultores usen practicas amigables con el ambiente y al mismo tiempo asesorarlos en cómo limitar los costos de las nuevas prácticas.
Un futuro más sano, para nosotros y el ambiente
“Ante la escalada de los desafíos mundiales —la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de los alimentos; la pérdida de biodiversidad; las desaceleraciones y recesiones económicas; la pobreza que se agrava; y otras crisis superpuestas—, el futuro de nuestros sistemas agroalimentarios depende de nuestra voluntad de apreciar a todos los productores de alimentos, grandes y pequeños, reconocer estos costos reales y entender de qué forma contribuimos todos nosotros a ellos y qué medidas debemos adoptar. Espero que este informe sirva de llamamiento a la acción para todos los asociados —de los encargados de formular políticas y los actores del sector privado a los investigadores y consumidores— e inspire un compromiso colectivo de transformar nuestros sistemas agroalimentarios por el bien de todos”, señaló QU Dongyu, Director General de la FAO.`
Es innegable que, para favorecer la sostenibilidad, se pueden aplicar políticas que combinan el principio de "quien contamina paga" con el de "quien se beneficia paga". Mediante incentivos impositivos o la reorientación de subsidios agrícolas hacia la protección y restauración de tierras agrícolas degradadas puede motorizar a las comunidades locales y ayudar a los países a alcanzar sus objetivos climáticos, de biodiversidad y de desarrollo rural. Si estas políticas se diseñan y orientan con cuidado, también pueden aumentar la disponibilidad y asequibilidad de dietas sanas y, en particular, de aquellas que son sostenibles desde el punto de vista ambiental.