Insólito: ¿chocolate para combatir el calentamiento global?
¿Y si se utilizara la cáscara del cacao para combatir el calentamiento global? Los científicos han ideado una solución que bien podría limitar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
Hasta ahora, las cáscaras de las habas de cacao se desechaban sin más, liberando carbono a la atmósfera una y otra vez, pero una empresa alemana ha desarrollado una nueva forma de combatir el calentamiento global utilizándolas: el biocarbón.
¿Por qué utilizar biocarbón?
Al recoger cáscaras usadas de habas de cacao y calentarlas a 600 °C en una sala sin oxígeno, las fábricas de biocarbón -una de las mayores de Europa se encuentra en Hamburgo- atrapan el CO2 contenido en las cáscaras, invirtiendo así el ciclo del carbono, a diferencia de la eliminación tradicional de las cáscaras, que libera el mismo carbono a la atmósfera. Este proceso también puede utilizarse para cualquier otra planta.
De este modo, el CO2 contenido en las cáscaras queda atrapado durante varios siglos en el biocarbón, que luego puede utilizarse como fertilizante o incluso como ingrediente en la fabricación de "hormigón verde". La estructura esponjosa de esta sustancia estimula los cultivos al aumentar la absorción de agua y nutrientes por el suelo, y ya era utilizada por las poblaciones indígenas de América como fertilizante antes de ser redescubierta por los científicos en el siglo XX.
Actualmente se calcula que una tonelada de biocarbón puede almacenar el equivalente de 2,5 a 3 toneladas de CO2, lo que es especialmente importante y, por tanto, beneficioso para el planeta, ya que cualquier CO2 que no acabe en nuestra atmósfera es bueno para el planeta. Según los científicos del IPCC, el biocarbón podría utilizarse para capturar 2.600 millones de los 40.000 millones de toneladas métricas de CO2 que produce actualmente la humanidad cada año. Es una solución respetuosa con el medio ambiente, buena para el planeta y con muchas ventajas.
Una solución con algunas limitaciones
El proceso utilizado para producir biocarbón es la pirólisis. Este proceso no sólo produce una sustancia beneficiosa para la agricultura y el medio ambiente, sino que también produce biogás, que luego se vende a otras industrias, limitando aún más el impacto sobre el medio ambiente. En la planta de Hamburgo (Alemania) se producen cada año 3.500 toneladas de biocarbón y hasta 20 megavatios-hora de gas a partir de 10.000 toneladas de cáscaras de habas de cacao, una cifra ya de por sí muy elevada pero que difícilmente alcanzará las expectativas de los expertos del IPCC.
En efecto, para que el sistema de producción no almacene más CO2 del que produce, todo debe hacerse a escala local, para que el transporte sea lo más limitado posible. Sin embargo, el biocarbón no es un buen abono para todo tipo de suelos. Este abono es mucho más eficaz en las regiones tropicales, y producirlo en Europa e importarlo no tendría sentido en términos de emisiones de CO2 a la atmósfera. El coste de este abono también puede desanimar a muchos agricultores, ya que actualmente se vende a unos 1.000 euros la tonelada, un precio demasiado elevado para un simple abono natural.
Una forma de seguir produciendo biocarbón es recurrir a la industria de la construcción. El biocarbón puede utilizarse en la producción de hormigón verde, un nuevo tipo de hormigón igual de eficaz pero mucho menos contaminante que el utilizado hasta ahora, lo que significa que la producción de biocarbón puede seguir utilizándose para una causa igualmente ecológica.
A pesar de una serie de limitaciones para las que se han ido encontrando soluciones en los últimos años, el biocarbón está aún en pañales, pero se desarrolla cada vez más rápidamente, sobre todo en Europa. Los proyectos de biocarbón se multiplican cada vez más rápidamente en el viejo continente, y se prevé que la producción se duplique este año hasta alcanzar las 90.000 toneladas con respecto a 2022, ¡lo que supone unas 250.000 toneladas de CO2 que no se expulsarán a la atmósfera!