La bóveda global de semillas: el plan humano para salvar frutas y verduras del olvido

Un depósito en el Ártico, respaldado por Bill Gates, guarda la biodiversidad agrícola mundial ante el riesgo de extinción de cultivos clave.

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Además de Svalbard, existen más de 1.700 bancos de semillas en el mundo, aunque muchos están en riesgo por falta de financiación y condiciones inadecuadas.

¿Qué hace la humanidad para evitar la extinción de nuestras frutas y verduras favoritas? En un mundo donde el cambio climático, las plagas y la agricultura intensiva están reduciendo la biodiversidad a niveles alarmantes, las soluciones deben ser creativas y globales.

Una de las más notables es el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, una bóveda construida en el Ártico para resguardar millones de semillas como un seguro contra el futuro. Este proyecto no solo refleja la preocupación mundial por la seguridad alimentaria, sino que también destaca la importancia de iniciativas como las de Bill Gates, quien contribuyó al desarrollo de esta bóveda única.

La crisis silenciosa de la biodiversidad

La desaparición de variedades agrícolas es un problema global que afecta la alimentación de todos. Según la FAO, en el último siglo hemos perdido el 75 % de las variedades de cultivos alimentarios debido a factores como la deforestación, la expansión urbana y la industrialización de la agricultura.

Las variedades tradicionales, que alguna vez fueron adaptadas a climas y condiciones específicas, están siendo reemplazadas por monocultivos más rentables pero genéticamente más débiles. Este empobrecimiento genético hace que los cultivos sean más vulnerables a plagas, enfermedades y fenómenos climáticos extremos.

Bill Gates y su apuesta por un futuro alimentario seguro

Uno de los nombres más relevantes detrás de la creación del Banco Mundial de Semillas es Bill Gates. A través de la Fundación Bill y Melinda Gates, el magnate financió este proyecto con el objetivo de proteger la biodiversidad agrícola y garantizar la seguridad alimentaria.

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Ubicada en el Ártico, la bóveda de Svalbard está diseñada para resistir desastres naturales y conflictos armados, funcionando como un 'seguro de vida' para la agricultura.

El respaldo de Gates se enmarca en una visión global sobre el papel crítico de las semillas para enfrentar desafíos como el cambio climático y el aumento de la población mundial. Su interés en esta iniciativa refleja la necesidad de asegurar que las futuras generaciones tengan acceso a cultivos capaces de resistir condiciones extremas.

Svalbard: la "bóveda del fin del mundo"

El Banco Mundial de Semillas está ubicado en la isla de Spitsbergen, en Noruega, a 1.300 kilómetros del Polo Norte. Construida en 2008, esta bóveda fue diseñada para proteger semillas de todo el mundo frente a desastres naturales, conflictos armados y el cambio climático.

Con capacidad para almacenar hasta 4,5 millones de muestras, actualmente alberga más de 1,2 millones de semillas. Su ubicación en el Ártico aprovecha el permafrost para mantener las semillas a temperaturas bajo cero, lo que asegura su conservación durante siglos.

El diseño de la bóveda también la protege de terremotos, inundaciones y otros eventos catastróficos, sin embargo en 2017 el calentamiento global demostró que incluso este lugar no es inmune a las amenazas. Ese año, el derretimiento del permafrost causó filtraciones de agua en la entrada de la bóveda, obligando a realizar inversiones millonarias para reforzar su infraestructura.

El papel de las semillas en crisis globales

La importancia de esta bóveda se hizo evidente en 2015, cuando Siria retiró semillas debido a la destrucción de su banco genético durante la guerra civil. Este evento marcó la primera vez que se utilizaron las reservas de Svalbard, demostrando su valor como respaldo global.

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Siria retiró semillas de Svalbard en 2015 para restaurar cultivos destruidos por la guerra civil, demostrando la importancia del proyecto en crisis reales.

Las semillas retiradas fueron reintroducidas en la región para restablecer cultivos esenciales. Este caso es un recordatorio de que la biodiversidad agrícola no solo es importante para prevenir desastres futuros, sino también para responder a las crisis actuales.

Argentina y su legado genético en Svalbard

Argentina es uno de los países que contribuyó activamente al Banco Mundial de Semillas. Nuestro país envió más de 600 muestras de cultivos, incluyendo trigo, maíz y soja.

Este aporte es crucial no solo por la importancia de estos cultivos en la economía global, sino también por su valor genético. Las variedades locales tienen características únicas, desarrolladas a lo largo de generaciones, que las hacen más resistentes a condiciones climáticas adversas.

Salvar el futuro con acciones en el presente

Proyectos como el Banco Mundial de Semillas son ejemplos inspiradores de cómo la humanidad puede unirse para enfrentar desafíos globales. Sin embargo, no podemos delegar toda la responsabilidad a iniciativas internacionales.

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Las semillas locales de cada región contienen características genéticas únicas, esenciales para enfrentar condiciones extremas como sequías y plagas.

La conservación de la biodiversidad agrícola también depende de las acciones locales. Desde apoyar a los pequeños agricultores hasta promover prácticas agrícolas sostenibles, cada esfuerzo cuenta.

Proteger nuestras frutas y verduras favoritas es una tarea urgente y compartida. Es que las semillas no son solo el origen de los alimentos que consumimos, sino también un puente hacia un futuro más resiliente.