La crisis actual de alergia al polen en Japón y su relación con la II Guerra Mundial
La fiebre del heno o "kafunsho" (enfermedad del polen en japonés) afecta al 42,5% de la población, es decir, más de 50 millones de personas. El origen del problema se remonta hace más de 70 años, aunque otros factores actuales agravan el cuadro.
La fiebre del heno o alergia al polen es un “dolor de cabeza” cada vez mayor para Japón. La alegría por la llegada de la primavera se está opacando en los últimos años debido a la irritabilidad que sufre gran parte de la población, con estornudos habituales y congestión nasal.
Basta comparar a Japón con otros países para ver la dimensión del problema. Según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente japonés de 2019, la fiebre del heno o "kafunsho" (enfermedad del polen en japonés) afecta al 42,5 % de la población, mientras que en Estados Unidos solo afecta al 8% de la población, mientras que en tantos otros paises ronda entre un 10 y un 30 %.
El primer ministro Fumio Kishida la describió en abril como "un problema social" e instruyó a sus ministros a buscar una respuesta. Taro Yamada, un parlamentario del partido gobernante, afirmó recientemente: "Se dice de la alergia al polen que es la enfermedad nacional".
La Agencia Forestal de Japón estimó que la alergia al polen causa pérdidas económicas de al menos US$2.200 millones al año, incluyendo gastos médicos y caída de productividad en los trabajadores.
La respuesta a la crisis actual que vive Japón con este tipo de alergia se encuentra en gran parte en los bosques, con una historia que se remonta hace más de 70 años.
Políticas adoptadas tras la Segunda Guerra Mundial.
En Japón el problema se origina especialmente en los bosques de dos especies de árboles: cedros y cipreses. Quienes padecen estas alergias tal vez jamás hayan visto un cedro o un ciprés, pero las nubes de polen que se desprenden de los bosques se desplazan con el viento a grandes distancias.
Tanto el cedro como el ciprés japoneses son árboles nativos del país y han formado parte de su paisaje durante cientos de años. Que acabaran contribuyendo a una "enfermedad nacional" se debe a políticas adoptadas tras la Segunda Guerra Mundial.
"Durante la Segunda Guerra Mundial los bosques de Japón fueron talados y devastados", señaló a BBC Mundo Iwao Uehara, profesor del Departamento de Ciencias Forestales en la Universidad de Agricultura de Tokio.
"Debido a la escasez de madera después de la guerra se plantaron grandes cantidades de cedros y cipreses, porque crecen relativamente rápido, con un tronco recto", agregó Uehara.
"Una de las necesidades materiales más apremiantes inmediatamente después de la guerra fue la de materiales para la reconstrucción urbana de Japón", indicó a BBC Mundo David Fedman, historiador de la Universidad de California-Irvine. "Las autoridades de la ocupación tenían ante sí una tarea hercúlea de reconstrucción urbana, así como una grave escasez de madera y recursos forestales como resultado de la movilización de Japón para la guerra total".
"De esa forma las plantaciones de cedro y ciprés aumentaron a lo largo del país y se realizaron a gran escala incluso en áreas montañosas que no eran aptas para esas especies. El cedro japonés constituye hoy el 45 % de los bosques plantados en Japón, y el ciprés el 25 %", agregó Uehara.
A la política estatal se sumaron acciones individuales. La gente también creía que plantar cedros y cipreses beneficiaría a Japón. Incluso había una canción que alentaba a la población a plantar árboles de cedros y cipreses.
Las vastas plantaciones de cedro y ciprés se convirtieron en las décadas siguientes en un mal negocio. La falta de explotación de la madera local hizo que los bosques de cedros se volvieran más densos y los árboles más grandes, agravando el problema de las nubes de polen. Se estima que actualmente los bosques de cedros cubren el 12 % del territorio japonés.
Hay más factores que intervienen en la crisis de alergia al polen en Japón
El profesor Uehara indicó que los bosques de cedros y cipreses no son los únicos "culpables" de la crisis de fiebre del heno en Japón. Otros factores están agravando el problema de la alergia al polen y tienen un impacto global y uno de ellos es la contaminación en las ciudades.
Un estudio en Suiza determinó, por ejemplo, que algunos contaminantes se unen a las partículas de polen aumentando la reacción alérgica. Y otras partículas contaminantes pueden dañar la superficie del polen haciendo que se divida en pequeños fragmentos.
Hay indicios de que las plantas producen más polen y antes cuando las temperaturas son más altas. Un estudio de este año en Estados Unidos señaló que entre 1990 y 2018, la duración de la estación del polen en Norteamérica aumentó en al menos 20 días y la concentración de polen en el aire en un 21 %. Eso se debe en gran medida, según los autores, al calentamiento global.