La OMM y la ONU designaron al 2025 como el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares
Una resolución de 2022 de Naciones Unidas entra en función y el 2025 es ahora el Año Internacional de la Preservación de Glaciares. Se ha designado al 21 de marzo como el Día Mundial de los Glaciares.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), en colaboración con la UNESCO, está encabezando los esfuerzos para el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares 2025 (IYGP 2025). Esta iniciativa, establecida por la resolución A/RES/77/158 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), fue adoptada en diciembre de 2022 durante el 77º período de sesiones de la AGNU. Allí también se designa el día 21 de marzo como el Día Mundial de los Glaciares, a partir de 2025.
A través de estos esfuerzos, la OMM y la UNESCO tienen como objetivo crear conciencia sobre el papel vital que desempeñan los glaciares, la nieve y el hielo en el sistema climático y el ciclo hidrológico, así como sobre los efectos de largo alcance del rápido derretimiento de los glaciares. El Año Internacional de los Glaciares 2025 se centra en promover cambios en las políticas y facilitar medidas viables y sostenibles para preservar los glaciares.
Este año internacional forma parte de un esfuerzo más amplio para reunir apoyo mundial, promover la investigación y mejorar el acceso a los datos de la criosfera, con el objetivo de mitigar las consecuencias del rápido derretimiento de los glaciares. La OMM y la UNESCO invitan a los Miembros de la OMM, a otros organismos de las Naciones Unidas y a las organizaciones científicas a apoyar la iniciativa, según un comunicado de la propia OMM.
Más visibilidad a un problema
Para dar más visibilidad a esta problemática, se ha desarrollado un sitio relacionado con la problemática. Allí se indica que los glaciares son cruciales para regular el clima mundial y suministrar agua dulce, esencial para miles de millones de personas. Sin embargo, debido al cambio climático, impulsado principalmente por las actividades humanas desde el siglo XIX, los glaciares se están derritiendo rápidamente.
Estos esfuerzos subrayan el papel fundamental que desempeñan las regiones montañosas como fuente clave de agua dulce y servicios ecosistémicos a escala mundial. La OMM indica que “hacer frente a los efectos del deshielo de la criosfera es un imperativo mundial que requiere cooperación internacional, investigación y una acción climática enérgica para proteger regiones vulnerables como Guyana y otras”. Es que el derretimiento de glaciares involucra la pérdida de agua que nutren a ríos, arroyos, y en muchos casos, pueden determinar el final de una zona productiva.
También se ha indicado que “todas las personas, comunidades e infraestructuras del planeta deben volverse resilientes al impacto de los cambios criosféricos mediante la gestión y adaptación de los riesgos emergentes relacionados. Estos impactos incluyen el aumento del nivel del mar, la escasez de agua y alimentos, los riesgos geotécnicos y las amenazas al comercio, las economías y las fuentes de energía”.
Pérdida de recursos hídricos
Muchas consecuencias de la retracción de glaciares no se comprenden bien y continuarán durante generaciones, incluso si se logran las reducciones previstas de las emisiones globales. El acceso a alertas tempranas precisas y pertinentes de los riesgos permitirá a las comunidades desarrollar mejor su resiliencia y responder de manera eficaz.
La criosfera no tiene en cuenta las fronteras internacionales ni la geopolítica. Para realizar observaciones críticas, realizar investigaciones específicas y prestar servicios precisos, oportunos y accesibles se necesita coordinación y colaboración. Es por ello que organismos como la OMM coordinan la colaboración entre países para obtener mejor información.
A nivel mundial, muchas poblaciones dependen de la criosfera para su economía, cultura, nutrición y energía. Los impactos de los cambios criosféricos varían de escala local a escala global. Entre ellos, se incluyen la inseguridad alimentaria, la inundación de zonas bajas, la erosión costera, la pérdida de recursos hídricos, la degradación de los servicios ecosistémicos y los cambios en los océanos.