Luego de la plaga de langostas, ahora los loros y ardillas invaden dos pueblos bonaerenses

Ruidos ensordecedores, suciedad, malos olores y cortes de energía son solo algunos de las complicaciones que los ciudadanos de Ascasubi y Luján están padeciendo debido a la invasión de aves y roedores.

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Las ardillas roen todo a su paso en la zona de Luján, y causan grandes pérdidas a los vecinos.

Para los habitantes de Hilario Ascasubi y los de Luján, pueblos ubicados a 120 km de Bahía Blanca y a 75 km de la Ciudad de Buenos Aires respectivamente, la vida pacífica y silenciosa se volvió una pesadilla luego de la invasión de unos pequeños animalitos.

Cuando cae el sol, la ciudad se llena de un fuerte y contínuo parloteo. Estas aves pueden modular el volumen, adaptar el sonido y modular a gusto. El excremento está por doquier y los vecinos ya no se juntan al aire libre por miedo a las enfermedades. Y como si fuera poco, los cortes de cables por el peso de tantas aves ya son algo habitual, lo que deja a los vecinos sin luz e internet por días.

El caso de los loros barranqueros tomó relevancia hace unas semanas cuando los vecinos de Ascasubi, cansados del insoportable ruido de las aves y del malestar que causaban, decidieron tomar las calles para reclamar al gobierno medidas de control urgentes.

Los loros barranqueros son monógamos. La temporada de reproducción comienza en septiembre y los huevos se ponen hasta diciembre, con dos a cinco huevos por nidada. El período de incubación es de 24 a 25 días. Ambos padres cuidan de los pichones.

Estas aves son una especie endémica del sur de Sudamérica, pero la apropiación de su hábitat, el cambio climático y la falta de lluvias hace que los loros busquen refugio y alimento cada vez más seguido en zonas urbanas.

Algunos vecinos proponen aprovechar esta invasión y fomentar el turismo en la zona, como hizo Río Negro con el Cóndor. Sin embargo, no todos están de acuerdo debido a los ruidos y los inconvenientes que traen.

Una comunidad invadida por ardillas

La ciudad de Luján es popularmente conocida por su Virgen y la comunión anual de los feligreses a la Basílica. Pero en este caso, la localidad llama la atención por un motivo que nada tiene que ver con la religión: una invasión de ardillas de panza roja.

Es que estos carismáticos pero molestos roedores dejaron a parte de la ciudad sin internet ni TV por más de 24 horas, al roer los cables que brindan los servicios.Y los vecinos aseguran que no es la primera vez.

Entre los daños más comunes que sufren los ciudadanos figuran los daños a mangueras de riego, corte de cables de telefonía y televisión, rotura de elementos de PVC. En las zonas productivas con huertas, el problema es aún mayor y las pérdidas económicas enormes. Estos animales consumen las frutas y dañan los frutales, jardines y las estructuras que los protegen.

“La ardilla panza roja tiene hábitos arborícolas. Para ello desarrolló unas potentes uñas que, junto a las extremidades delanteras más cortas que las posteriores, le permiten trepar por los troncos con gran destreza”, dice el ambientalista Pedro Soto. “La alimentación de las ardillas en general se basa en frutos secos, semillas u otro material vegetal, suplementado con algunos insectos, reptiles y pájaros”

Alcanzan la madurez sexual aproximadamente al año de vida y los cortejos comienzan en el mes de septiembre y continúan hasta noviembre. En todas las especies de ardillas la gestación es corta, dura entre 3 y 6 semanas.

A diferencia de los loros barranqueros, estos roedores no son endémicos de esa zona, sino que fueron liberados en 1973 por don Ignacio Steverlynk, quien había traído algunos ejemplares de Bélgica, su país natal, con fines ornamentales.

Al ver que los animales se le morían en cautiverio, optó por soltar los que quedaban con vida, sin imaginar jamás que aún con tan pocos individuos se iba a producir una invasión biológica. A los pocos años, a comienzos de la década de 1980, ya en Villa Flandria, partido bonaerense de Luján, eran parte del paisaje muy arbolado con especies exóticas. Hoy se estima que se han expandido por más de 2.000 kilómetros cuadrados.