OMM: “se espera que la capa de ozono se recupere para el 2066”

La Organización Meteorológica Mundial emitió un nuevo informe en el que asegura que la capa de ozono está en camino de recuperarse. Además, evaluó por primera vez los impactos que puede tener la geoingeniería en el clima.

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Imagen del agujero de ozono (COPERNICUS)

La capa de ozono está en camino de recuperarse en los próximos 40 años gracias a la eliminación progresiva de las sustancias químicas que destruyen las moléculas de ozono. Esta es la conclusión presentada este lunes 9 en la 103ª reunión anual de la Sociedad Meteorológica de los Estados Unidos.

Desde la firma del Protocolo de Montreal en la década del ‘80, se logró reducir progresivamente casi el 99% de las sustancias que agotan el ozono. Esta medida, acatada por casi la totalidad de los países, fue la clave para que la capa se recupere de manera notable en la estratosfera superior.

Se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 (antes de que se forme el agujero) aproximadamente para el 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y en 2040 en el resto del mundo.

El informe fue esperanzador. Si se mantienen las políticas actuales, se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 (antes de que se forme el agujero) aproximadamente para el 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y en 2040 en el resto del mundo. Además, aclara que la superficie y la profundidad del agujero de ozono ha disminuido desde el año 2000, a pesar de la gran extensión que tuvo en Antártida entre 2019 y 2020.

“Según el último informe cuadrienal, la capa de ozono se está recuperando, lo que es una fantástica noticia. Nunca se destacará lo suficiente hasta qué punto el Protocolo de Montreal ha contribuido a la mitigación del cambio climático. En los últimos 35 años, el Protocolo se convirtió en un verdadero defensor del medio ambiente”, señaló Meg Seki, Secretaria Ejecutiva de la Secretaría del Ozono del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

El protocolo de Montreal

Alrededor de 1950, la industria mundial comenzó a utilizar masivamente una sustancia derivada de los hidrocarburos saturados llamada clorofluorocarbono, o CFC. Se incorporan principalmente a los refrigerantes y a los aerosoles, sin conocer en ese momento el daño que causaban a la atmósfera.

Las moléculas de CFC se transportan por los vientos hacia la estratósfera, donde reacciona con la luz solar y desencadena reacciones que desarman las moléculas de ozono. Se calcula que cada molécula de CFC destruye alrededor de 100.000 moléculas de ozono. Pocos años después, fue evidente que estábamos perdiendo el escudo protector natural contra la radiación UV: la capa de ozono.

Nunca se destacará lo suficiente hasta qué punto el Protocolo de Montreal ha contribuido a la mitigación del cambio climático.

El Protocolo de Montreal es un acuerdo mundial destinado a proteger la capa de ozono de la Tierra mediante la eliminación progresiva de las sustancias químicas que la agotan. Este acuerdo histórico entró en vigor en 1989 y es uno de los acuerdos mundiales en materia de medio ambiente que más resultados satisfactorios ha producido.

¿Pero si este acuerdo ya tiene 30 años, por que hay que esperar 40 años más para restituir la capa? El protocolo estableció el año 1996 como fecha límite para abandonar totalmente la producción y consumo de clorofluorocarburos en los países desarrollados. Los países en vías de desarrollo disponían de 10 años más para el cumplimiento de este requisito. Y las moléculas de CFC tienen una permanencia en la atmósfera mayor a 50 años. Por lo tanto, habrá que esperar todo este tiempo para ver desaparecer los CFC.

Geoingeniería

Por primera vez, el Grupo de Evaluación Científica también examinó los posibles efectos sobre el ozono de la inyección de aerosoles en la estratosfera (SAI). La SAI ha sido propuesta como posible método para reducir el calentamiento climático mediante el aumento de la reflexión de la luz solar.

Sin embargo, el Grupo advierte de las consecuencias imprevistas de la SAI, que “también podrían afectar a las temperaturas, la circulación, y las tasas de producción y de destrucción del ozono en la estratosfera, así como al transporte.”