Plantar más árboles en las ciudades evitaría una gran cantidad de muertes
La cifra puede sorprender, pero con aumentar solo un 30 % de la cobertura de arboles en las ciudades se puede minimizar notoriamente los efectos de ola de calor y evitar una gran cantidad de muertes asociadas.
Un estudio publicado en The Lancet el pasado 31 de enero aporte pruebas que permiten determinar que con un incremento del orden del 30 % en la cobertura de árboles en una ciudad, se podrían reducir en un tercio la mortalidad provocada por el impacto del calor en el verano. La investigación llevada adelante por científicos del ISG (Instituto de Salud Global de Barcelona) se desarrolló sobre 93 ciudades europeas y el efecto de la isla de calor que tiene cada una de ellas.
En el resumen del trabajo se consigna que las altas temperaturas ambientales se asocian a numerosos efectos sobre la salud, entre ellos la mortalidad prematura. La combinación del calentamiento global debido al cambio climático y la expansión del entorno edificado mundial hace prever la intensificación de las islas de calor urbano (UHI), acompañada de efectos adversos sobre la salud de la población.
Las infraestructuras verdes urbanas pueden reducir las temperaturas locales. El objetivo de este equipo de trabajo era estimar la carga de mortalidad que podría atribuirse a las UHI y la carga de mortalidad que se evitaría aumentando la cobertura arbórea urbana en 93 ciudades de Europa, cuantificando esos resultados potenciales.
Los efectos de la isla de calor
El efecto de isla de calor se da en ambientes urbanos donde las construcciones y el hormigón absorben calor durante el día y lo emiten durante la noche, haciendo que se genere un área mucho más caliente que sus alrededores. En algunos casos las diferencias de temperaturas entre las zonas céntricas y los suburbios pueden superar holgadamente los 10 ºC. Según consigna el diario El Pais, en las 93 ciudades europeas que se tomaron para el estudio viven 57 millones de habitantes mayores de 20 años.
En esas ciudades se estima que alrededor de 6.700 muertes prematuras se pueden asociar al fenómeno de isla de calor, y un tercio de esos fallecimientos podría evitarse plantando árboles en un 30 % del espacio urbano. Los datos de partida de la investigación muestran que en el verano de 2015, los entornos urbanos fueron de media 1,5 °C más calientes que las áreas cercanas.
Para obtener esta conclusión se modelizó una modificación al ambiente con la inclusión de un 30 % más de árboles ya que se conoce la física detrás del flujo de energía que podría quitarse del sistema logrando un enfriamiento. Tamara Iungman, investigadora principal del proyecto indicó en diálogo con El País que “es importante diferenciar la mortalidad atribuible a las olas de calor, que pueden afectar a muchos más lugares, con la relacionada con las islas de calor, que están vinculadas al diseño urbano: el asfalto, el hormigón y la falta de vegetación, lo que aumenta el riesgo para la salud en los días de verano, incluso con temperaturas usuales”.
Más árboles, más vida
Las ciudades europeas con mayores tasas de exceso de mortalidad por calor se encuentran en el sur y en el este. Por ejemplo Barcelona solo cuenta con un 8 % de árboles y la mortalidad prematura atribuida al efecto isla de calor es del 14 %, mientras que Madrid, que cuenta con un 9,5 % de superficie arbolada, tiene una morbilidad de alrededor del 12 % por esta causa.
Muchas ciudades siguen apostando al asfalto que potencia el efecto de isla de calor, y que no permite filtrar el agua de las lluvias. Este aumento de la temperatura urbana las hace menos sustentables. C40, la red de ciudades contra el cambio climático señala que un 40 % de la superficie de las ciudades está cubierta por pavimentos convencionales, como el asfalto. Este tipo de pavimento es una de las principales de la isla de calor, que durante el día alcanzan temperaturas de unos 65 ºC, calentando el aire sobre la superficie, y manteniendo el calor durante la noche.
La propuesta es sumar a las ciudades la mayor cantidad de árboles posibles, y utilizar donde sea posible nuevamente al adoquín que evita un calentamiento tan extremo y al mismo tiempo evita inundaciones repentinas porque mantiene el escurrimiento del agua. En construcciones sin posibilidad de refrigeración, las temperaturas nocturnas en verano pueden mantenerse fácilmente por encima de los 30 ºC, un ambiente altamente peligroso para niños y ancianos.