Protocolo de Montreal: la política ambiental más exitosa
Hoy se cumplen 34 años del Protocolo de Montreal, una de las políticas ambientales más grandes y exitosas de la historia. Esta es la prueba más clara de que es posible coordinar políticas medioambientales mundiales para proteger la vida terrestre
A finales de la década de 1970, varios investigadores antárticos notaron que en la primavera austral, la cantidad de ozono estratosférico -el que se halla a alrededor de los 20 km de altura- disminuía considerablemente. Los científicos, y los medios, bautizaron a esta zona como “agujero de la capa de ozono”, o simplemente, agujero de ozono.
Esta baja en la concentración del gas llamó la atención de la comunidad científica, que rápidamente comenzó a investigar las causas y descubrieron que había ciertos gases producidos por el hombre que interactuaban con el ozono y destruían esas moléculas para formar otras. Estos gases destructores de la capa eran los clorofluorocarbonos (CFC), moléculas artificiales que eran muy usadas en la industria de la refrigeración y estaban contenidos en la mayoría de los productos en aerosoles que utilizábamos.
El adelgazamiento de la capa de ozono hizo sonar las alarmas de peligro ya que estábamos perdiendo la protección natural que tiene el planeta para impedir que la radiación UV llegue a la superficie. La radiación UV daña directamente el ADN de las células de las personas, plantas, animales y todos los seres vivos, provocando un daño acumulativo en la piel. La capa de ozono atrapa entre el 97 y el 99% de la radiación que llega del espacio, pero a medida que se reduce el ozono, más radiación la atraviesa.
Protocolo de Montreal
La noticia de que había “un agujero en la capa de ozono” se expandió rápidamente debido a la preocupación que generaba. Es por eso que el 16 de septiembre de 1987, se firmó un acuerdo ambiental internacional conocido como Protocolo de Montreal. Su objetivo es proteger la capa de ozono de la tierra, controlando las sustancias que la agotan y manteniendo una meta final de eliminar completamente el uso de esas moléculas destructoras del ozono.
Desde su adopción en 1987, se eliminaron con éxito más del 98% de los gases controlados que destruyen el ozono y se logró revertir los daños a la capa de ozono. Un beneficio colateral muy importante es que, durante el período 1989-2013, también se redujeron las emisiones acumuladas de CO2 en 135.000 millones de toneladas gracias a esas medidas.
El problema no está resuelto definitivamente
Sin embargo, siguen existiendo retos importantes. La transición de los CFC (alto potencial de agotamiento de la capa de ozono) a los HCFC intermedios (con un nivel de agotamiento más bajo) ya es un éxito, pero falta la transición final que es pasar a otras sustancias que tengan un nivel agotamiento cero. El desafío es desarrollar y seleccionar alternativas (principalmente en refrigeración, aire acondicionado y productos de espuma) que también sean amigables con los ecosistemas.
Es importante resaltar que, si bien el Protocolo fue un ejemplo de cómo la comunidad internacional puede enfrentar una problemática ambiental y revertirla, el problema no está resuelto definitivamente. Se logró que el agujero comience a cerrarse desde la década del 90, pero se hizo a costo de reemplazar CFC por HCFC, que es un gas de efecto invernadero. Si bien otros gases como el dióxido de carbono (CO2) o el metano (CH4) tienen contribuciones mayores al calentamiento global, no es despreciable su efecto en la crisis climática.