San Valentín: la neuroquímica del cerebro enamorado

La ciencia tiene mucho que contarnos sobre el enamoramiento. Esa euforia embriagadora que todos hemos sentido ni cae del cielo, ni es un milagro. Es nuestro cerebro, que en la primera etapa, se convierte en una torre de control, fuera de control.

Las primeras fases del enamoramiento se parecen a una adicción.

En la escena final de la película El abogado del diablo, en medio de la consternación, Kevin Lomax, el personaje de Keanu Reeves, le pregunta a satán: --¿Y qué hay del amor?--. A lo que el maquiavélico John Milton, en la piel de Al Pacino, responde: ---Sobrevalorado. Bioquímicamente comparable a comer grandes cantidades de chocolate--.

Esta analogía es mucho más que un capricho de los guionistas. Porque la ciencia -la neurociencia-, ha investigado qué le sucede a nuestro cerebro cuando estamos enamorados. “Los síntomas son parecidos a los de la adicción a una droga, incluyendo euforia, deseo, tolerancia, dependencia emocional y física, abstinencia y recaída. Esta sensación es producto de la serotonina, asociada a la sensación de felicidad y bienestar, y la dopamina, muchas veces llamada la "droga del amor”. Y como toda droga, puede producir síndrome de abstinencia, y extrañamos horrores a las personas que queremos”, explica el neurobiólogo Fabricio Ballarini*.

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Efectivamente, el sistema de recompensa que se aloja en nuestro cerebro se comporta del mismo modo en que lo hace cuando la sustancia adictiva viene desde afuera. Pasamos horas y horas de ansiedad pensando cómo, cuándo, dónde y hasta con qué atuendo veremos a la persona amada. Una vez que la hemos visto, obtenemos la recompensa y entramos en la espiral de abstinencia nuevamente.

Pero hay más. El mismo cóctel de sustancias que producen la euforia y la excitación, también desactiva la corteza pre frontal –el córtex-, el área responsable del pensamiento crítico, del control de los impulsos, de la razón y del juicio. Así, en una especie de ceguera de amor, somos incapaces de ver y evaluar los defectos o intenciones de nuestra persona amada.

“Se activan regiones en el sistema de recompensa del cerebro, que coinciden con áreas ricas en receptores de oxitocina y vasopresina. Al mismo tiempo, se desactiva un conjunto de regiones asociadas con las emociones negativas, el juicio social y la “mentalización”, es decir, la capacidad de evaluar las intenciones y emociones de otras personas. Digamos que el cerebro te recompensa por no pensar demasiado”.

De qué hablamos cuando hablamos de amor

Pero, ¿lamentablemente?, esta etapa idílica y de ensoñación no dura para siempre. Poco a poco, la química de nuestro sistema comienza a estabilizarse y empezamos a ver a la persona amada tal cual es. “Los niveles de serotonina vuelven gradualmente a la normalidad y ese amor eufórico, pegajoso y lleno de estrellitas de colores se empieza a moderar. Ahí es cuando entra en juego la oxitocina, un neurotransmisor relacionado con la estabilidad de los vínculos que se asocia comúnmente con el sexo, la lactancia y el dar a luz. O sea: nos enamoramos por la dopamina, pero la oxitocina nos hace vivir juntos”, explica Ballarini.

Según la psiquiatra y divulgadora Marian Rojas-Estapé, una vez que la euforia inicial ha pasado y recuperamos el pleno uso de nuestras facultades mentales, el futuro del vínculo depende más bien de la voluntad y la decisión. Según explica la especialista: “Cuando termina la fase de enamoramiento, pasamos a la fase de estabilidad, del vínculo. Tiene que haber un buen equilibrio hormonal, pero sobre todo la capacidad de tener voluntad. Los sentimientos fluctúan y uno no puede tomar las decisiones en base a las emociones”.

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Del enamoramiento tiene que venir un momento de la cabeza. “Como decía el Quijote, Quien no acierta en el casar no acierta en nada. Uno será completamente infeliz si se equivoca en la elección afectiva”. La psiquiatra sugiere hacerse tres preguntas: ¿Me conviene? ¿Lo/a admiro? ¿Saca lo mejor de mí? Si la respuesta a las tres preguntas es sí, entonces adelante a la siguiente etapa, la de trabajar en la pareja, en el amor.

Aún queda muchísimo por saber sobre el amor, sus misterios, sus etapas. Por ejemplo, ¿De qué depende que entre cientos de personas sólo una produzca un flechazo, lo que llamamos amor a primera vista? ¿Cómo es posible que parejas que llevan décadas juntos mantengan la misma actividad cerebral que al principio? Mientras la ciencia sigue investigando, millones y millones de personas se enamoran, se casan, se separan y sufren por amor cada día. Y también celebran, como hoy, ese vértigo embriagador que es tan hermoso, mientras dura.

*Fragmento del monólogo "Inolvidable, (casi) todo lo que hacemos lo hacemos por amor" de Fabricio Ballarini y Juan Eduardo Bonnin. Gentileza de Fabricio Ballarini