¡Sí! Los aviones rompetormentas son reales (tan reales como los unicornios)
Productores agropecuarios de las provincias de Córdoba, San Luis, La Rioja y San Juan vienen denunciando la presencia de aviones "rompetormentas" que, aseguran, provocan la sequía que registran esos territorios.
Un estudio de la Universidad Nacional de Córdoba indica que uno de cada dos argentinos cree que el virus del COVID-19 fue creado en un laboratorio; uno de cada tres está convencido que el virus constituye una expresión del Nuevo Orden Mundial, y uno de cada cinco está convencido que el virus del COVID-19 forma parte de una estrategia de control mundial.
La proliferación de tantas teorías conspirativas (Chemtrails, QAnon, antivacunas, terraplanistas, Illuminatti, reptilianos, Área 51 entre otras), evidencia una creencia generalizada de que hay poderosos y oscuros intereses políticos y económicos, que propagan una elaborada gran mentira que es soportada de manera coordinada por científicos malvados y gobiernos perversos en todo el mundo.
Las teorías conspirativas son tan antiguas como la humanidad. Para los humanos primitivos, probablemente hayan sido parte de una estrategia de supervivencia, pero a medida que los saberes progresaron y la ciencia evolucionó, estas teorías se multiplicaron a la velocidad del crecimiento de las redes sociales y nunca pasarán de moda, pese a que carecen de sustento racional y probatorio.
Pero… ¿existen los aviones rompetormentas?
Esta semana, productores agropecuarios del noroeste de la provincia de Córdoba, cortaron la Ruta Nacional 38, en protesta por el accionar de los “aviones rompetormentas” que producen una “sequía artificial”.
La manera más directa y sencilla de responder a esta afirmación es aplicando el principio de la "Navaja de Ockham” o principio de parsimonia, según el cual «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable».
En otras palabras, si oigo galopar, pienso que son caballos, no unicornios. Pensar que hay un avión que rompe las tormentas en una zona definida como árida o semiárida por la Red de Información Agropecuaria Nacional (RIAN) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA), en medio de una de las peores sequías que se tiene memoria, es forzar al extremo una causa improbable.
Si prestan atención al relato, el productor indica que, por presión de ellos, los aviones “rompetormentas” a veces desaparecen”, pero que este año han causado una sequía terrible, secando ríos y arroyos. Está relatando una situación que aplica a más de 170 millones de hectáreas, más de la mitad del territorio nacional. La mayoría de las denuncias de aviones “rompetormentas” provienen de provincias cuyo territorio es árido o semiárido, con un régimen de precipitaciones anual de 400 mm.
Aplicando el principio de la Navaja de Ockham, la causa más probable de la falta de precipitaciones es la variabilidad natural del tiempo y el clima en una región donde las precipitaciones son escasas.
¿Se puede modificar el tiempo atmosférico?
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), actualmente hay más de 50 países que ejecutan programas operativos para modificar artificialmente el tiempo. Desde que a finales de la década de 1940 se descubrió que los cristales de yoduro de plata pueden formar cristales de hielo en vapor de agua, la ciencia ha tratado de descifrar cómo alterar los mecanismos que hacen que se forme agua y se mueva dentro de una nube. Por la complejidad y variabilidad de los sistemas meteorológicos, los resultados aún son inciertos, como difícil es verificar la eficacia de la técnica.
Se ha logrado un modesto resultado al estimular las precipitaciones de lluvia y nieve, incrementándola entre un 10% y un 20%. La disipación local de la niebla se realiza con relativo suceso en algunos aeropuertos, mientras que se aplica en varios países una técnica para disminuir el tamaño del granizo, con inciertos resultados ya que el proceso de verificación es muy complejo. Estos procedimientos requieren de una gran logística y financiación, por lo que sólo pueden ser realizados a pequeña escala y con mayoritaria participación estatal. De hecho, el gobierno de los Emiratos Árabes Unidos financia con 5 millones de dólares, la investigación y la tecnología asociadas a la estimulación de la precipitación.
Modificación artificial del tiempo en Argentina
Las únicas aeronaves que operan con capacidad efectiva para modificar artificialmente el tiempo en nuestro país, son operadas por el gobierno de la provincia de Mendoza a través de la Dirección de Agricultura y Contingencias Climáticas del Ministerio de Agroindustria y Tecnología.
Los vuelos sólo operan dentro del territorio provincial, y sus acciones se limitan a favorecer el proceso de precipitación al inyectar en las corrientes de aire ascendentes de las tormentas, partículas de Ioduro de Plata (AgI) que favorecen la creación de gotitas de lluvia que impiden que el granizo alcance un tamaño suficiente para provocar daño.
Este proceso ,denominado "siembra de nubes", sólo se realiza sobre algunas nubes de tormentas cercanas a los oasis productivos y tiene impacto local, ya que cada tormenta tiene un ciclo de vida que dura unos 30 minutos. Asimismo hay un registro de las comunicaciones, posición, velocidad y altura de cada aeronave cada tres segundos, con lo que es difícil ocultar cada vuelo de siembra.
En la provincia de Jujuy, una cooperativa tabacalera provee de un sistema de lucha antigranizo a sus asociados, pero en lugar de utilizar aeronaves para inyectar las partículas, utilizan cohetes que son lanzados hacia la nube de tormenta, haciéndolos explotar en el lugar indicado. Ambos sistemas (el utilizado en Mendoza y el de Jujuy), utilizan los conocimientos científicos y tecnológicos en el estado del arte, involucrando radares meteorológicos, la física y química atmosférica, la geografía, la informática, la aviación y cohetería.
¿Puede un avión “romper” una tormenta?
Una nube de tormenta (cumulunimbus) de modestas dimensiones tiene un radio de 2 km, y una altura de 10 km, lo que resulta en un volumen de 125.663.706.144 m3. El contenido de agua líquida en ese tipo de nube puede variar entre 1 y 3.0 g/m3. Si tomamos el valor más bajo, cada metro cúbico de esa nube almacena 1 gramo de agua. Y como 1.000 gramos de agua equivalen a 1 litro, en nuestra nube hay 125.663.706 litros de agua… el contenido de 37 piletas olímpicas.
Si suponemos que hay aviones que “se roban el agua” de esa tormenta, necesitaríamos unos 750 Boeing B-747 para transportar el agua robada a esa nube de tormenta.
Ahora bien, si alguien pudiera evaporar el agua de esa nube, se necesitaría tanta energía como la generada durante unas 15 horas por las tres centrales nucleares de Argentina.
Supongamos que para romper esa misma nube cumulunimbus, la rociamos con algún elemento o substancia que pudiera absorber esos casi 126 millones de litros de agua, y así "secar" la nube. Un elemento conocido por todos es la sílica gel, que absorbe hasta un 40% de su peso en agua. Pero el cloruro de calcio (CaCl2) absorbe hasta más del 100% de su peso en agua. Para nuestro ejercicio, supongamos que absorbe el 200%. Para esos 126 millones de litros de agua necesitamos unos 63 millones de kilos de cloruro de calcio, con lo que necesitaríamos unos 450 Jumbo B747 para sembrar nuestra nube y así disiparla. Sólo nos faltaría un detalle: veríamos caer desde el cielo, una lluvia de partículas de cloruro de calcio cargadas de humedad, mientras se desarma la nube.
Como toda teoría conspirativa, la existencia de los "aviones rompetormentas" es difícil de justificar fehacientemente por sus defensores. Los argumentos técnicos que destruyen el mito son irrefutables, pero lamentablemente habrá personas que prefieren seguir creyendo oír el galopar de unicornios, antes que suponer corceles...