Teorías conspirativas vs. ciencia: un partido donde la razón siempre pierde
No hay forma de anular la creencia en las teorías conspirativas. Así lo indica el análisis de 25 investigaciones que evaluaron metodologías para refutar las creencias en confabulaciones sin sustento alguno.
- Bill Gates propone "reducir" la población mediante la vacunación forzada
- Con las vacunas COVID nos inoculan grafeno (o un microchip, elija usted)
- El alunizaje ha sido una puesta en escena. El hombre nunca pisó la Luna
- La Tierra es plana
- El terremoto de Turquía fue causado por HAARP (que también controla el clima según algunos)
- La tecnología 5G es la verdadera propagadora de la COVID 19
- Elvis está vivo
Desde los juicios en Salem hasta afirmar que con las vacunas contra la COVID nos inyectaron chips de nanobots, rastreadores o metales, las teorías conspirativas han sido parte de la historia de la humanidad.
Es que la idea de que el mundo está bajo control de poderosos pedófilos satánicos (propagada por QAnon, teoría de la extrema derecha estadounidense), o de gente lagarto (“Reptilianos”, teoría establecida por David Icke, ex futbolista inglés y comentarista deportivo negacionista del Holocausto) bajo la piel de políticos prominentes o celebridades, o que Bill Gates "creó el virus, tiene la patente y quiere reducir la población mundial", puede causarnos gracia y hacernos preguntar quién puede creer en semejante ridiculez.
La psicología ha encontrado una variedad de factores que explican este fenómeno, que van desde problemas emocionales hasta procesos básicos de percepción y de aplicación de la lógica.
La psiquis de un conspiranoico
Una investigación de la Universidad Emory en Atlanta sobre la gente que tiende a creer en conspiraciones, dirigida por Scott Lilienfeld -referente mundial de la práctica basada en la evidencia en psicología-, definió los perfiles de personalidad más comunes entre ellos: el que se considera un “paladín de la justicia, ansioso por exponer las mentiras con las que los poderosos someten a los ilusos”; o el que no se siente en control de su vida, constantemente sometido a situaciones de estrés o angustia, o el que con escasa formación sobrevalora su competencia intelectual combinando ignorancia con exceso de confianza, son algunos de los perfiles propicios para que se siembren las creencias sin fundamento.
En otro estudio realizado por la Vrije Universiteit en Amsterdam, se encontró que si bien la pareidolia (fenómeno psicológico por el cual reconocemos formas familiares como una cara en las nubes) es característica del cerebro humano, esta es mayor entre los creyentes en las teorías de la conspiración, aumentando la chance de que encuentren conexiones forzadas entre eventos.
¿Cómo contrarrestarlas?
Muchas de estas teorías son inofensivas como la de Nibiru o el planeta X, que debería haber chocado con la Tierra en fechas que se van modificando a medida que la profecía no se cumple; pero otras pueden provocar daños a la salud de las personas o generar comportamientos antisociales, como la basada en que el COVID 19 se propaga mediante las antenas de tecnología 5G.
Las teorías de conspiración, son difíciles de desacreditar porque cualquier persona que intente impugnarlas es considerada parte de la conspiración. Las fuentes oficiales de datos se convierten en instrumentos del mal, estudios o investigaciones científicas con revisión por pares son descartadas de pleno y reemplazadas por datos de origen dudoso, blogs de ignotos opinadores con recortes malintencionados de videos o información provista por lobos solitarios buscando “la verdad”. Lo primero que dicen es “te pagan las corporaciones”, o “era lógico que dijeras eso: formas parte de ellos”, empleando la vieja falacia "ad hominem", que ataca a la persona y no al argumento, como arma principal.
La conclusión de una revisión que analizó 25 estudios que evalúan diferentes métodos de abordaje de teorías conspirativas infundadas que involucran la creencia de que algo se está encubriendo activamente con un propósito nefasto, indica que la mayoría de los métodos para anular la creencia en las teorías de la conspiración prácticamente no tienen efecto y los que funcionan son poco prácticos.
Simplemente algunos métodos tradicionales como presentar contraargumentos racionales, poner en ridículo teorías de conspiración o etiquetarlas como tales, resultan poco efectivos para contrarrestarlas o inclusive aumentan ligeramente las creencias de conspiración. Los métodos que impulsan el pensamiento crítico de las personas antes de que se expongan a las teorías de la conspiración, tuvieron un efecto menor.
Pero como una ironía de la ciencia ante los antivacunas, lo que mejor funcionó fue la "inoculación informativa" (prebunking), un método en el que se les dice a las personas por qué una teoría de la conspiración no es cierta antes de exponerse a ella.
Sin embargo, "inocular" a las personas antes de que estén expuestas a teorías de conspiración es poco práctico e insostenible, por el tiempo que puede llevar el proceso de “inoculación” y por la cantidad de nuevas teorías conspirativas que van surgiendo. Lo más práctico es tratar de contrarrestar o reducir la difusión de una teoría de la conspiración desde su inicio, lo que puede ser suficiente para limitar el crecimiento de esta… pero hay que considerar que -por la naturaleza humana-, conviviremos con estas disparatadas teorías por lo menos hasta que los reptilianos revelen su verdadera identidad.