A 27 años de una devastación que podría repetirse
Un 24 de agosto de 1992 Andrew arrasaba el sur de Florida y marcaba un antes y un después en la vida de la población. Hoy, ese estado, se encuentra más preparado para un huracán pero también, mucho más expuesto
Cuando el huracán Andrew azotó el sureste del condado de Miami-Dade, Florida, el 24 de agosto de 1992, los escombros que volaron por los vientos de la tormenta destruyeron la mayoría de los instrumentos meteorológicos en tierra. Los vientos eran tan fuertes que era imposible registrar la intensidad de las ráfagas. Diez años después, los científicos volvieron a analizar la información junto con imágenes de satélites, radares y reportes de daños, y concluyeron que Andrew no era categoría 4 como se creía hasta ese momento. Era el tercer huracán categoría 5 que tocaba tierra en toda la historia de los EEUU.
Andrew fue uno de los huracanes más costosos del siglo XX, aunque luego fue superado por Katrina en 2005 e Ike en 2008. Solo en el condado de Dade, Florida, los vientos de 260 km/h dañaron o destruyeron 125.000 hogares y dejaron a más de 160.000 personas sin hogar. También causó la muerte de más de 60 personas. A este conteo también hay que sumarle los daños que el huracán provocó en su paso por la Islas Bahamas y en el estado de Louisiana.
A medida que Andrew se acercaba a los EEUU se ordenaron evacuaciones masivas. Se estima que más de 1,2 millones de personas se alejaron de Florida, 1,25 millones de habitantes evacuaron de Louisiana y 250,000 de Texas. Las pérdidas de vidas fueron mucho menores en comparación con lo ocurrido anteriormente durante huracanes de fuerza comparable, especialmente si se considera el tremendo daño estructural que Andrew causó. Una combinación de buena preparación y educación en impactos de huracanes, junto con programas de evacuación probablemente sea lo que ayudó a minimizar la cantidad de víctimas fatales.
Más preparados pero vulnerables
El "Big One", como se le denominó a Andrew, ostenta el título de ser uno de los tres huracanes de categoría 5 que descargó su furia en la costa estadounidense desde 1900, junto con el registrado en 1935 en los Cayos de Florida y Camille, en 1969.
Luego de Andrew, Miami tardó varios años en reconstruirse y Florida tomó serias medidas al fortalecer los códigos de construcción, como incluir en las edificaciones láminas de metal para puertas y ventanas o colocar vidrios resistentes a impactos.
Pero según un análisis de la aseguradora Swiss Re, si un huracán de tamaño similar llegara a la Florida hoy en el mismo lugar sería mucho más catastrófico, aún con mejores pronósticos meteorológicos o con edificios más resistentes. La razón es simple: el centro y sur de la Florida han crecido a un ritmo impresionante desde 1990, sumando más de 6 millones de personas. Los edificios altos y los condominios siguen construyéndose a lo largo de Miami Beach y otras áreas costeras, es decir, que las propiedades son mucho más valiosas y hay más población expuesta.
Los huracanes en el caribe son cada vez más frecuentes e intensos, y los códigos de edificación no pueden ser estáticos, deben adaptarse continuamente a los cambios en el clima. La cuestión no es si otro huracán igualmente poderoso podría volver a tocar tierra en el caribe, sino cuándo lo hará.