A las moscas de la fruta, contemplar la muerte no les sienta bien
Científicos documentan por primera vez los mecanismos neuronales que hacen que las moscas que han visto la muerte de cerca envejezcan más rápido
La mosca es uno de los insectos con los que más familiaridad tenemos y que nos generan más rechazo porque tenemos la idea de que son molestas, sucias y que pueden transmitir enfermedades. Pero en realidad, sin ellas, el equilibrio ecológico de nuestro planeta sería algo caótico, ya que se encargan de reciclar la materia orgánica en descomposición (desde frutas a cadáveres) de manera más eficiente y veloz que sin ellas, además de que algunas de ellas son polinizadoras para una gran variedad de plantas que no son atractivas para las abejas. Y sirven como alimento para otros insectos y animales.
Uno de los aspectos más fascinantes de las moscas es que el 70% de su ADN es igual al humano, y por eso muchos de sus genes son empleados para estudiar diversos males: diabetes, infertilidad, Parkinson, entre otros.
Existen más de 110.000 especies de moscas, desde las domésticas hasta las moscas de los frutos, siendo considerada esta última, una de las plagas de mayor importancia económica para la producción frutihortícola mundial.
Animales de duelo
La historia de la orca Tahlequah, que en 2018 transportó a su cría sin vida más de 1.600 kilómetros en aguas canadienses y estadounidenses del Pacífico durante 17 días, llamó la atención mundial. En 2019, un guardaparques de la India compartió en Twitter las imágenes de una manada de elefantes en una procesión funeraria para despedir a una cría muerta. Los babuinos lloran a sus muertos, y algunos insectos sociales tienden a sacar los cadáveres de sus espacios vitales.
Estos son algunas de las reacciones de los animales frente a la muerte, y nos hacen pensar si además de los humanos, ¿hay otras especies que puedan atravesar un duelo? ¿Los animales tienen noción del significado de la muerte? ¿Cómo afecta a otras especies la muerte de un par?
La respuesta a estos interrogantes puede estar en un estudio realizado por un equipo de científicos de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. De acuerdo con esta investigación, cuando un ejemplar de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) se enfrenta al cadáver de una o más congéneres, sufre un impacto que repercute de manera severa en su organismo, hasta el punto de poder causarle una muerte prematura.
Contemplando la muerte
La ciencia ha podido establecer que el envejecimiento es un proceso complejo en el que la genética y el medio ambiente pueden tener una decisiva influencia. Y por experiencia, también conocemos que las experiencias perceptivas como las situaciones de estrés o de felicidad, pueden repercutir en la salud. Pero hasta el momento, la ciencia no podía determinar los mecanismos de este proceso.
En 2019, investigadores de la Universidad de Michigan descubrieron que cuando una mosca de la fruta tuvo que convivir con otra muerta, quedó marcada de por vida: cambió su química cerebral, redujo sus reservas de grasa y disminuyó su resistencia al hambre, comenzando así un proceso acelerado de envejecimiento.
En una nueva investigación, han podido describir el proceso, de acuerdo con un artículo publicado en la revista PLOS Biology.
El cerebro de una mosca
Mediante la inyección de una proteína fluorescente en los cerebros de las moscas vivas, los investigadores pudieron registrar su actividad neuronal. Luego activaron artificialmente esas mismas neuronas y descubrieron que la esperanza de vida se reducía cuando estas se activaban, inclusive si el insecto había estado en contacto con una mosca muerta.
Las neuronas que se activaban (llamadas R2 y R4) estaban relacionadas con un receptor de serotonina, que es un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo, además de regular el apetito, la temperatura corporal y el apetito sexual. Pero lo destacable es que se pudo verificar hasta qué punto los procesos sensoriales afectan el envejecimiento de ciertas especies.
Si bien el cerebro de la mosca y del humano son diferentes, tienen ciertas similitudes. Y si recordamos que el 70% del ADN de las moscas de la fruta es igual al humano, podemos entender por qué este estudio abre tantas esperanzas en descubrimientos que pueden mejorar nuestra calidad de vida, y encontrar soluciones a enfermedades humanas tales como la depresión.
Las moscas de la fruta son un modelo ideal para estudiar los procesos neuronales y sus efectos sobre el comportamiento, la fisiología y el envejecimiento de los humanos.
Es sólo cuestión de tiempo para que dispongamos de un tratamiento “antiedad” basado en los procesos neuronales.