Año bisiesto: la lógica científica detrás del 29 de febrero
Este 2024 es año bisiesto. Te contamos por qué cada cuatro años febrero tiene un día más, y por qué este sistema deberá modificarse en unos años.
Sabemos que un año bisiesto es aquel periodo anual que contiene un día adicional en el mes de febrero. Ese día “extra” cumple un objetivo de ajuste para poder equilibrar el desfasaje que existe entre el año cronológico (almanaque) y el solar. Recordemos que un año solar es el tiempo que tarda un planeta (en nuestro caso la Tierra), en completar una vuelta en su órbita alrededor del Sol.
El año solar no dura exactamente 365 días, la Tierra tarda 365,242190 días en dar una vuelta al Sol. Esa fracción puede parecer un desfasaje poco relevante, pero decir que todos los años tienen 365 días exactos sería restar 5 horas, 46 minutos y 48 segundos a tu año, y si lo haces sistemáticamente, año tras año y durante mucho tiempo, las cosas pueden ponerse de cabeza con una importante desincronización.
Por ejemplo, las estaciones no coincidirían en los mismos meses todos los años, y el inicio de cualquiera de las estaciones se desfasarían unos 3 días cada 12 años. Por eso, en la antigüedad se tomaron cartas en el asunto para sortear el problema.
Los romanos y el primer año bisiesto
Desde los comienzos, los seres humanos hemos organizado nuestra vida según lo que hemos observado en el firmamento. En el Antiguo Egipto cultivaban la noche en que desaparecía la estrella más brillante del firmamento cada año, del mismo modo que griegos y romanos, según lo afirman los historiadores, se basaban en las posiciones de las estrellas para fijar eventos en el tiempo. Por eso la importancia de tener una sincronización perfecta entre lo que le pasa a la naturaleza y nuestro calendario.
Al principio, los romanos seguían un calendario lunar, pero este no se ajustaba al ciclo solar completamente. En tiempos de Julio César ya había divergido unos tres meses de las estaciones, a pesar de los esfuerzos de modificarlo añadiendo días o meses al año de forma irregular, como parches al problema.
César decidió restaurar el orden y adoptó el sistema decretando un "año de confusión" de 445 días (que fue el 46 a.C.) necesario para corregir radicalmente y de una sola vez el desfasaje que se había generado poco a poco y acumulado durante largos años.
Creó el calendario juliano, introduciendo por primera vez el concepto del año bisiesto, que consiste en adicionar un día cada cuatro años, para compensaba la diferencia en el tiempo y asegurar una sincronización más precisa entre el calendario y las estaciones.
Problema con el calendario juliano
La implementación del año bisiesto de Julio César fue una solución muy buena pero no perfecta. Al agregar un día cada cuatro años se tomó la aproximación o redondeo pasando de los reales 365.242190 días que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol, simplificándolo en 365.25 días. Esos 0.242190 no son 0.25, y otra vez esa fracción puede parecer insignificante, pero con el avance de los siglos no lo es.
Resultaba un año con 11 minutos de diferencia entre el calendario y el solar, ese error acumulado durante 128 años ya lo transformaba en una desincronización de un día completo.
Entonces, el hecho de colocar un día más cada cuatro años excede por poco lo necesario, pero a lo largo de los siglos esta falla en el sistema era cada vez más notoria, lo que llevó a una nueva reforma en el calendario.
Se crea el calendario gregoriano
En 1582, el Papa Gregorio XIII dio lugar al calendario gregoriano, y es el que utilizamos hoy en día en gran parte del mundo. Básicamente es la misma idea del juliano, pero con una regla más que permite reducir al máximo el error temporal que describimos anteriormente.
La regla más ajustada dice que: se agregará un día extra al mes de febrero cada cuatro años transformándolo en bisiesto, EXCEPTO en aquellos años centenarios que no son divisibles por 400, en ese caso febrero tendrá 28 día y no 29.
Este ajuste que logra el calendario gregoriano teniendo un año bisiesto cada cuatro, y saltándose de vez en cuando uno, reduce significativamente el margen de error temporal, aunque no lo elimina por completo, claro.
Por ejemplo, según esta norma del calendario gregoriano analizamos si el año 2100 será o no bisiesto: por un lado es divisible por 4 (y pensamos automáticamente que ya será bisiesto), pero como también es divisible por 100 pero NO por 400, por la regla gregoriana el año 2100 no será bisiesto. Probablemente será un tema de conversación y análisis destacado dentro de 76 años.
Así como el calendario juliano cada 128 años se desfasaba un día completo del año solar y el error comenzaba con los siglos a ser muy notorio; el actual calendario gregoriano se desfasará un día completo dentro de 3300 años. Quedará para las próximas generaciones hacer un nuevo ajuste en sus calendarios.