Así se mueve el villano del clima en la atmósfera terrestre
El dióxido de carbono, al igual que Harvey Dent, el villano “Dos caras” de Batman, también tiene dos caras: es considerado un gas bueno y malo a la vez.
El dióxido de carbono es un gas incoloro e inodoro, compuesto por un átomo de carbono y dos de oxígeno (CO2). En la atmósfera se manifiesta como un gas traza, lo que significa que ocupa un volumen menor al 1 % del total atmosférico. Sin embargo, y a pesar de que su concentración en la actualidad es de apenas unas 427 partes por millón (ppm), es fundamental para el ciclo de la vida tal como la conocemos, además de jugar un rol significativo en el control del clima del planeta.
El CO2 forma parte de un grupo de gases conocido como Gases de Efecto Invernadero (GEI). El efecto invernadero es el proceso por el cual la atmósfera terrestre retiene parte del calor del Sol, haciendo que nuestro planeta mantenga una temperatura que lo hace habitable.
¿Cómo se origina?
Una gran parte del dióxido de carbono en la atmósfera proviene de fuentes naturales. En el proceso de fotosíntesis, las plantas, algas y algunos tipos de bacterias transforman la energía del sol para convertir el agua (que reciben en sus raíces) y el CO2 que capturan del aire, para formar carbohidratos (azúcares), y en ese proceso se desprende oxígeno. Pero también se genera por la materia orgánica en descomposición, la respiración de los seres vivos, los incendios forestales, los océanos y las emisiones de erupciones volcánicas.
Pero también se genera por la actividad humana: la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), la industria y el uso del suelo (agricultura y ganadería), explican dos tercios del desequilibrio del efecto invernadero que provoca el aumento de la temperatura media global.
Así se mueve
Esta animación realizada por el Estudio de Visualización Científica de la NASA, muestra las concentraciones globales de dióxido de carbono a medida que el gas se desplazó a través de la atmósfera terrestre entre enero y marzo de 2020, impulsadas por los patrones del viento y la circulación atmosférica.
Debido a su alta resolución, se pueden ver las emisiones de CO2 fluyendo de plantas de energía, incendios y ciudades, y luego extendiéndose por continentes y océanos.
En los países más industrializados, la mayoría de las emisiones provinieron de centrales eléctricas, instalaciones industriales y automóviles y camiones. En Sudamérica y en África, las emisiones son causadas en gran medida por incendios forestales y quemas de pastizales, la deforestación, el uso del suelo (agricultura y ganadería) y la quema de petróleo y carbón.
Parece palpitar
El dióxido de carbono es omnipresente: se puede encontrar en cualquier lugar del planeta, en todas partes de la atmósfera. Y por las características de su formación, pareciera que late.
Son dos las razones principales estos “latidos”: primero, los incendios tienen un ciclo claro de día y noche. Por lo general, se generan de día y pierden intensidad o desfallecen durante la noche.
En segundo lugar, las plantas y los árboles realizan la fotosíntesis en horas de luz solar. Por eso estás viendo la absorción del dióxido de carbono durante el día mientras realizan la fotosíntesis y luego lo liberan por la noche a través de la respiración.
La tierra y los océanos de la Tierra absorben alrededor del 50 % del CO2, y por ello son considerados sumideros naturales de carbono. Se destaca que gran parte de las pulsaciones suceden en regiones con muchos árboles, como como la Amazonía. Y también tiene variación estacional, ya que se ven más pulsantes las regiones tropicales y en América del Sur, donde era verano (la temporada de crecimiento activo).
Y a medida que aumentan las concentraciones de CO2 en la atmósfera, la ciencia trata de encontrar la manera de “secuestrarlo” del aire.
¿Cómo sacar el CO2 de la atmósfera?
Existen diferentes formas. Una de ellas es que los invernaderos comerciales lo utilicen para potenciar el crecimiento de las plantas. Está demostrado que una mayor concentración del gas hace que algunas plantas crezcan más rápidamente en condiciones controladas, pero no sucede lo mismo al aire libre. Entonces el exceso de CO2 generado por la industria puede ser usado como fertilizante.
En otros casos, el CO2 generado por procesos relacionados con la agricultura, es capturado y embotellado para ser utilizado en bebidas carbonatadas (sí! Al beber aguas gaseosas consumís CO2).
También se lo congela para formar hielo seco. El hielo seco al descongelarse, pasa directamente del estado sólido al gaseoso evitando la formación de charcos lo que lo hace muy útil para mantener alimentos. Y con el mismo fin, se lo utiliza para conservar los productos horneados en sus envases.
Durante los últimos 800.000 años, la concentración de CO2 en la atmósfera osciló entre 170 y 330 partes por millón. Desde el inicio del siglo XX, la curva de ascenso es exponencial, y en 2015 se superó el hito de 400 ppm. En poco más de cinco años, se superaron las 420 ppm. Esos niveles de CO2 no son sostenibles.
La humanidad hizo de un gas benigno, un fluido malvado.