Caza huracanes: cómo hacen los superaviones para llegar al ojo de un huracán

Volar en estos aviones probablemente sea uno de los trabajos más arriesgados del mundo. Y también de los más apasionantes. Cómo operan los pilotos y meteorólogos que cazan huracanes desde las alturas.

Caza huracanes, aviones
La temporada 2024 promete actividad intensa para los aviones caza huracanes.

Esta semana la NOAA difundió las imágenes de uno de sus aviones caza huracanes, directo desde el ojo del huracán Beryl. Las imágenes muestran las enormes paredes de nubes que forman un anillo perfecto. Y, arriba, el cielo azul, soleado y calmo. Para llegar hasta allí, el avión debió atravesar la furia de los vientos más intensos del planeta.

Es como manejar una montaña rusa a través de un lavadero de autos, porque no se ve nada por las ventanillas, e incluso todo se vuelve oscuro dentro del avión porque la lluvia es muy intensa”. Así es entrar de lleno al ojo de un huracán, según describió Richard Henning, Director de Vuelo del equipo de cazadores de huracanes.

En la cuenca del Atlántico, el reconocimiento de huracanes está a cargo del 53º Escuadrón de Reconocimiento Meteorológico de las Reservas de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y del Centro de Operaciones Aéreas (AOC) de la NOAA. Y cada vez que se viene un huracán, las agencias entran en acción.

Mission ready: los aviones, científicos y pilotos de la NOAA

La NOAA, a través de su Oficina de Operaciones Marinas y Aéreas (OMAO), tiene una flota de 10 aviones “siempre listos” –mission ready- para despegar rumbo al océano y adentrarse en las tormentas.

Cada avión tiene sus características y hace su vuelo. Pero todos trabajan complementariamente y operan desde una base principal, ubicada en el Aeropuerto Internacional Lakeland Linder, en Lakeland, Florida. Las misiones son constantes cuando un huracán acecha, y cada una dura entre 8 y 10 horas.

Entre las estrellas de la flota están los P-3 Orión: aviones turbohélice de cuatro motores Lockheed WP-3D Orion. La NOAA tiene dos, que se apodan "Kermit" y "Miss Piggy", (este último es el que tomó las imágenes desde el interior de Beryl).

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Parte de la flota de aviones caza huracanes de la NOAA. Imagen: NOAA

Los aviones llevan entre 6 y 15 personas, entre la tripulación de vuelo (piloto, copiloto, ingeniero de vuelo, navegante y técnicos electrónicos y de datos) y la de meteorólogos, que incluye especialistas en radares, en sondeos y físicos de nubes. El objetivo es siempre el mismo: penetrar en el huracán varias veces y recopilar información.

Para llegar al ojo, los aviones no atraviesan las paredes oculares en línea recta, sino que deben girar en las bandas del huracán, en sentido contrario a la dirección del viento, para evitar ser expulsado por las ráfagas violentas.

“Lo que hace que volar a través de la pared del ojo sea estimulante y a veces algo aterrador, son las turbulentas corrientes ascendentes y descendentes que uno golpea. Estos vientos verticales pueden alcanzar hasta 80 km/h, ya sea hacia arriba o hacia abajo”, explican en el sitio de la NOAA.

Estos aviones vuelan a una altura de entre 2500 y 3000 m y llevan instrumentos que transmiten en tiempo real: un radar Doppler de cola (Tail Doppler radar o TDR) y sistemas de radar de fuselaje inferior, que escanean la tormenta vertical y horizontalmente.

Mientras tanto, los meteorólogos a bordo se ocupan de lanzar las sondas desechables con sistema de posicionamiento global (GPS) que, a medida que caen en el mar, miden los datos de presión, humedad, temperatura y dirección y velocidad del viento.

Gulfstream IV y Hércules: los titanes del seguimiento de huracanes

Otra de las joyas del equipo NOAA es el Gulfstream IV (G-IV) que complementa las capacidades del P-3. Vuela más alto, más rápido y más lejos. Tiene una autonomía de más de 7000 km, vuela a más de 800 km/h, y a más de 13.000 metros de altura. Por eso, el Gulfstream IV vuela por encima de los huracanes.

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El 53º Escuadrón de Reconocimiento Meteorológico de las Reservas de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos también participa de la caza de huracanes.

Equipado con un radar doppler en la cola y sensores GPS y sondas, el G-IV también mide y transmite datos sobre la presión, humedad y ráfagas descendentes dentro de la tormenta.

Esta información se transmite vía satélite y permite a los pronosticadores entender mejor el comportamiento del huracán, cómo es su estructura, hacia dónde se dirige y con qué intensidad.

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El sensor en la nariz del avión toma datos de la atmósfera en tiempo real.

La Fuerza Aérea también participa en estas misiones y lo hace con 10 aviones WC-130J Super Hércules, que realizan vuelos de reconocimiento que pueden durar hasta 12 horas en condiciones meteorológicas extremas.

Los WC-130J tienen 40 m de envergadura y 4 turbohélices que les permiten volar a más de 600 km/h por hora, para lo que están adaptados con dos tanques extras de combustible.

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El Gulfstream IV está diseñado para volar hasta el interior del ojo del huracán y puede penetrar directamente las paredes, de un lado hacia el otro, dibujando una trayectoria en forma de cruz.

El meteorólogo de vuelo observa y registra datos meteorológicos utilizando una computadora que codifica los datos cada 30 segundos. El jefe de reconocimiento meteorológico recopila y registra datos meteorológicos verticales utilizando un sensor transportado por paracaídas conocido como sonda de caída. Mide y codifica los datos meteorológicos hasta la superficie del océano.

La cooperación entre los aviones, tripulaciones y científicos en tierra asegura que las misiones de recolección de datos sean eficientes y que la información recopilada sea precisa y oportuna.

Los datos sirven no solamente para conocer el futuro de un huracán particular sino para que los científicos de todo el mundo puedan comprender mejor a estos colosos de la naturaleza y mejorar los modelos para pronosticarlos.