Cómo afecta la contaminación lumínica costera a los ecosistemas marinos
La contaminación lumínica es la alteración humana de los niveles de luz naturales durante la noche. Cuando ocurre cerca de las costas el alcance de los daños aumenta, porque perjudica directa y profundamente a los ecosistemas tanto terrestres como marinos.
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Los científicos vienen investigando los efectos adversos de la luz artificial nocturna sobre la salud, no solo de los seres humanos y en la fauna terrestre con sus alteraciones en los patrones de sueño, en los horarios de alimentación y en los ciclos reproductivos, también estudian lo que ocurre con la fauna marina, incluso la que habita a mayor profundidad.
Múltiples investigaciones científicas demuestran que la vida marina también es sensible a la luz artificial, incluso a niveles extremadamente bajos y a determinadas longitudes de onda, en particular la luz fría blanca, azul y verde.
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Cuando nos alejamos de los núcleos urbanos varios kilómetros, podemos seguir viendo la luz que se emana de ese núcleo, eso que ves recibe el nombre de ‘Skyglow‘ o resplandor del cielo, puede cubrir cientos de kilómetros más allá de las ciudades, incluso afectar la superficie del mar, y hasta determinadas profundidades.
El uso de luz en las ciudades hace que parte de la luz artificial emitida se refleje en el suelo y termine también en la superficie del mar. Alrededor de un 22 % de todas las zonas costeras del mundo sufren los efectos de la contaminación lumínica en los océanos. Esto quiere decir que una quinta parte de todas las zonas costeras del mundo sufren los efectos de la contaminación lumínica en los océanos.
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Algunas de las zonas marinas más contaminadas del mundo por la luz son fácilmente identificables, se destacan: el Mar Mediterráneo, el Golfo Pérsico y el sudeste asiático, entre muchas más. Investigadores de Inglaterra, Noruega e Israel han avanzado mucho sobre este tema, y publicaron el primer atlas mundial de luz artificial en el mar.
El gran alcance de la contaminación lumínica
No es necesario que la intensidad de la luz sea muy alta para que logre alterar el comportamiento de las especies marinas, con un nivel lumínico bajo los ciclos biológicos de estos animales se alteran. Para ponerlo en números, la luz nocturna de la Luna a la que estamos acostumbrados los seres vivos puede llegar a 1 lux (medida lumínica), sin embargo, la producción de luz artificial puede llegar hasta 100 lux en algunas ciudades.
Una parte de esta luz de las ciudades costeras, como dijimos, es reflejada, pero otra parte entra dentro de la columna de agua a la que llega. La luz puede descender varios metros y afecta a la fauna que habita incluso en aguas más profundas. La llegada de luz a zonas en las que biológicamente los organismos que allí habitan no están preparados tiene grandes consecuencias en su comportamiento.
Algunos de los casos de contaminación lumínica marina más extendidos se producen en zonas donde las plataformas petrolíferas y de gas en alta mar, los parques eólicos y el desarrollo de islas iluminan la noche por encima y por debajo de la línea de flotación.
El auge de construir grandes hoteles de costa, invadiendo con sus luces durante la noche la playa, también es una de las causas de contaminación lumínica en crecimiento.
Consecuencias en la fauna marina
En la superficie de la tierra o el mar, los seres vivos han evolucionado bajo ciclos de luz y de oscuridad. Con la luz artificial lo que estamos haciendo es alterar esos ciclos de vida, perjudicándolos.
Las aves y los organismos que viven en zona fótica (son los primeros 200 metros de profundidad) padecen fuertemente el impacto de la contaminación lumínica. Por ejemplo, se altera el desove de los corales o en las migraciones verticales que el plancton realiza por la noche. Ambos procesos biológicos marinos son cruciales para la salud del océano.
Otro ejemplo claro de impacto directo de la contaminación lumínica es el padecimiento de las tortugas marinas. Cuando recién salen de sus huevos a orillas del mar, naturalmente caminan hacia la dirección más iluminada, si nada modifica esa condición su horizonte sería felizmente el mar, porque el reflejo de la Luna sobre su superficie las orienta.
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Lamentablemente, la alteración con luz de las ciudades costeras las lleva a una muerte directa, porque las pequeñas tortugas recién nacidas comienzan a avanzar desorientadas hacia otra dirección, que no es la del mar, sino la de mayor luz artificial. Al alejarse engañadas por las luces se apartan de la primera línea de la costa, van caminando en el sentido contrario al mar, algunas mueren intentando buscar el agua, otras terminan aplastadas en la playa o devoradas por las aves.
En el caso de las aves marinas, el efecto es similar a los de las tortugas, ya que el primer vuelo de los polluelos sin los padres es hacia el mar. Con el exceso de luz, estos polluelos se desorientan y acaban chocando contra antenas, edificios o depredados.
Es necesario controlar las medidas de iluminación, no generar luz residual, bajar la intensidad y cambiar la luz fría (blanca, azul, verde) a tonos cálidos anaranjados, eso contribuye positivamente, pero desde luego que reducir los focos hasta su mínima expresión o apagarlos es lo mejor.
Referencias de la noticia:
NASA Earth Observatory. Bathed in a Sea of Artificial Light
T. J. Smyth, et al. Atlas mundial de luz artificial en el mar. Elementa: Science of the Anthropocene, University of Califirnia Press. Diciembre 2021.