Cómo los mocos nos salvan la vida todos los días

A pesar de su mala reputación, la mucosidad es vital para proteger nuestro organismo, y esto lo sabemos gracias a Alexander Fleming.

Mocos, salud
Los mocos son una barrera protectora fundamental para nuestro organismo.

Tienen muy mala prensa. Incluso algunos monstruos de películas y series de terror aparecen desbordados de su propia mucosidad. Pero lo cierto es que los mocos –la mucosidad en general- son fundamentales para defender al organismo de los millones de virus y bacterias que nos rodean, e incluso que viven en nosotros.

La mucosidad es una sustancia viscosa y pegajosa, compuesta en un 95 % de agua. También contiene proteínas (lisozimas), sales minerales, lípidos y células. Se ocupa de proteger y lubricar las superficies internas y cavidades del cuerpo, como las vías respiratorias, el tracto digestivo, el aparato urogenital. También en los ojos se produce una pequeña cantidad.

“La gente piensa que es algo que se debe expectorar y sacar, o que es algo malo. Pero es el nexo entre nosotros y el mundo exterior”, explica el Dr. Richard Boucher, especialista en pulmones de la Universidad de Carolina del Norte.

En este instante, y sin que lo notemos, nuestro cuerpo está fabricando una enorme cantidad de mucosidad. Se calcula que producimos alrededor de un litro y cuarto cada día.

Es un proceso complejo que involucra a células especializadas, llamadas células caliciformes, que son producidas por el epitelio, el tejido que recubre la superficie de algunos órganos del cuerpo. Las células caliciformes producen y secretan las mucinas, que al entrar en contacto con el agua forman la sustancia gelatinosa.

Salud,
Tener demasiada mucosidad puede ser síntoma de infecciones respiratorias.

A cada instante, también sin notarlo, estamos inhalando bacterias que quedan atrapadas en la superficie recubierta de mucosidad de los pulmones. Allí, pequeños pelos llamados cilios empiezan a trabajar, empujando la mucosidad hacia arriba y afuera de los pulmones junto con todas las bacterias, los virus y el polvo atrapados.

Sube a un ritmo lento hasta la parte posterior de la garganta”, dice Boucher. “Y si es una persona normal y saludable, nunca lo sentirá y solo lo tragará”. La mucosidad, junto con las bacterias y otras sustancias atrapadas, va al estómago y luego finalmente sale del cuerpo.

Solemos notar la mucosidad cuando tenemos demasiada o cambia de consistencia. Esto puede deberse a una infección, que puede volverla más espesa, pegajosa y de un color más verdoso.

“Cuando la mucosidad es particularmente excesiva, puede ser molesta, ya que se presenta como secreción nasal, congestión nasal y goteo posnasal”, dice el Dr. Bruce Boucher, experto en alergias de la Universidad Northwestern.

El goteo posnasal se produce cuando el exceso de mucosidad de la parte posterior de la nariz se acumula y gotea por la parte posterior de la garganta. Es una causa común de la tos.

Historia de una serendipia: Fleming y los mocos

Le debemos a Alexander Fleming el haber descubierto las propiedades y la importancia de los mocos. Y fue pura casualidad.

Según cuenta la historia, en 1921 el médico escocés estaba investigando en el Hospital St. Mary's de Londres. “Estaba resfriado”, relata Kevin Brown, curador del Museo Laboratorio Alexander Fleming de Londres.

Por pura casualidad, añadió un poco de su moco nasal a una placa de Petri con bacterias. Varias semanas después, se dio cuenta de que algo que contenía su moco disolvía las bacterias, explica Brown al sitio Scientific American.

Eso que disolvía las bacterias era una de las sustancias que estaba en su mucosidad: la lisozima, una enzima que daña las células bacterianas. Fleming siguió investigando y enseguida encontró lisozima en la saliva, el suero sanguíneo y en las lágrimas.

El descubrimiento de la lisozima quedó opacado porque pocos años después Fleming descubrió la penicilina, que le valió el premio nobel. Pero él mismo reconoció que todo comenzó con la lisozima. Que ese es el antibiótico primario, natural del organismo”, dijo Brown.

En su discurso de aceptación del Nobel, Fleming señaló que la lisozima le había resultado “de gran utilidad” porque la técnica que había ideado para estudiarla también se aplicaba a la penicilina. En efecto, fue la lisozima la que llevó a otros científicos a interesarse por la penicilina y a desarrollar aplicaciones clínicas de la sustancia.

Sabiendo ahora todo esto, podríamos mirar con menos repulsión a esta sustancia que tanto hace por nosotros, y empezar a pensar que, quizá, “mandarse un moco” no sea tan malo después de todo.