El ojo del huracán: ¿qué es y por qué se forma?
Lo que más le llama la atención a la mayoría de las personas, cuando observan la imponente imagen satelital de un gran ciclón, es su centro libre de nubes. Te contamos cómo se forma ese “agujero”, y por qué existe en estas tormentas.
El ojo de un ciclón tropical es algo así como la ‘huella digital’ del sistema, nos dice muchas cosas sobre los procesos que ocurren en el ciclón en ese momento. Los meteorólogos usan esa información como herramienta para analizar el ciclón tropical y pronosticar así la evolución de la tormenta en las horas siguientes.
Cuando hablamos del "ojo del sistema ciclónico" nos referimos a ese centro libre de nubes y con aparente calma, tanto de los huracanes, como de los ciclones tropicales y los tifones; dado que se trata del mismo fenómeno solo que desarrollado en distintas cuencas.
Las observaciones en tiempo real (imágenes satelitales, y datos de los aviones "cazahuracanes”), pueden mejorar los pronósticos de los ciclones, explican desde la División de Investigación de Huracanes (AOML), de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los EE.UU. (NOAA).
¿Qué es el “ojo del ciclón tropical”?
Es una región con simetría prácticamente circular, que se encuentra en el centro de un ciclón tropical fuerte. En él se deja entrever cielo despejado, y justo en el eje de simetría los vientos son leves. Puede medir de 8 a 200 km de diámetro, aunque la mayoría son típicamente de entre 30-60 km (Weatherford y Gray 1988).
Allí se registra la presión más baja a nivel de la superficie, y en la tropósfera media se dan las temperaturas más altas. La temperatura en el ojo a 12km de altura, puede exceder en 10°C al ambiente de la periferia de la tormenta (Hawkins y Rubsam 1968), por calentamiento por compresión del aire descendente, explica la NOAA.
Formación del ojo
El mecanismo exacto que genera el ojo es todavía un tema de debate entre científicos. Una explicación posible es que el ojo es el resultado de un gradiente de presión vertical, asociado con el debilitamiento y dispersión radial del viento tangencial con la altura (Smith 1980). Otra hipótesis propone que, el ojo se forma cuando el calor latente es liberado en la pared forzando el flujo descendente del ojo (Shapiro y Willoughby 1982).
La convección está organizada en bandas de lluvia (angostas y alargadas), paralelas al viento horizontal, con una configuración espiralada hacia el centro del sistema ciclónico (por la fuerza de Coriolis debida a la rotación terrestre. En esas bandas la convergencia del viento se maximiza en los niveles más bajos, resultando flujo divergente en los niveles superiores de la tormenta. Entonces, la circulación resulta de la convergencia de aire cálido y húmedo en la superficie (que asciende por las bandas), luego diverge en lo alto y desciende (a ambos lados de la banda de lluvia).
El aire descendente se calienta adiabáticamente, eventualmente fluye hacia el centro del ciclón, y las bandas de lluvia circundan el ojo formando la pared. Por lo tanto, el ojo aparece libre de nubosidad, pudiendo ser el resultado de una combinación del efecto centrífugo que dinámicamente extrae masa desde el ojo hacia la pared, y del aire que desciende en compensación a la convección del aire húmedo en la misma pared, explica AOML.
La “pared del ojo” y su reemplazo
El ojo está delimitado por la "pared del ojo", formada por nubes convectivas muy altas. Este anillo posee los vientos más fuertes y destructivos a nivel de la superficie. El aire desciende lentamente por el ojo, pero justo en la pared el flujo es mayormente ascendente, explica AOML.
Los huracanes mayores pueden contraer su ojo a 10-25 km de diámetro, en ese momento algunas de las bandas exteriores de lluvia pueden organizar un anillo exterior de tormentas, que lentamente se mueve hacia el interior del sistema y le sustrae a la pared del ojo primaria la humedad y velocidad. Esto debilita la pared interna y la hace desaparecer siendo reemplazada por la exterior, explica la AOML; a esto se lo conoce como "el ciclo del reemplazo del ojo".
Durante esta fase, el ciclón tropical comienza a debilitarse durante un periodo breve, pero luego la tormenta puede mantener la intensidad previa, o (en algunos casos) ganar más fuerza; como ocurrió con el huracán Andrew antes de tocar tierra en Miami (en 1992), uno de los ciclones tropicales más destructivos que hayan impactado en Estados Unidos durante el siglo XX.