El último evento de transporte de polvo desde el Sahara tuvo un gran impacto en la producción de energía solar en Europa
Además de los conocidos efectos sobre la salud, el polvo sahariano provoca pérdidas en la producción de energía solar. El último episodio de este fenómeno en el Viejo Continente muestra pérdidas de hasta el 30 %.
Hace unas semanas atrás, un importante transporte de polvo desde el desierto del Sahara provocado por los vientos del Atlántico, que pasaron sobre Europa, se reflejó en una importante disminución de la producción diaria de energía solar en este continente.
Este transporte de polvo en la atmósfera provocaba la absorción, dispersión y reflexión de la energía solar emitida. Este polvo, que apareció en la Península Ibérica el 14 de febrero, fue transportado posteriormente por los vientos predominantes del oeste hasta Alemania, donde llegó el 16 de febrero.
Las zonas afectadas durante el día entre el 15 y el 16 de febrero registraron pérdidas máximas de hasta el 30 %. Grandes zonas del norte de Europa, en particular los Países Bajos y Alemania, han visto perderse una parte importante de la generación eléctrica diaria, como veremos.
El 14 de febrero, un sistema de alta presión situado sobre el norte de África y otro de baja presión situado en el mar de Noruega, “obligaron” a este polvo a ser transportado por los vientos del oeste a través del viejo continente, en un movimiento de oeste a este en niveles bajos y medios de la atmósfera.
Este estado afecta a la producción de energía solar, depositándose en los paneles solares, dificultando la recepción de energía y reduciendo la eficiencia de su generación, incluso después de haber desaparecido de la atmósfera.
Los operadores de este tipo de activos en las zonas afectadas podrán observar una disminución en la producción de energía producto de los efectos sucios que deja el polvo en estos dispositivos. Así lo informó Solcast, operador que apoya el modelado y pronóstico de la producción de energía solar, a través, entre otros, de la observación de imágenes meteorológicas satelitales.
Cuando el polvo azotó Portugal principalmente a última hora de la tarde y primeras horas de la noche del 14 de febrero, Lisboa vio perder sólo el 10,8 % de su producción diaria. En cuanto a Madrid, se observaron pérdidas en torno al 15 %, y valores superiores se observaron en el norte de España, cuando el polvo pasó al mediodía del 15 de febrero. En cualquier caso, Madrid y gran parte de España tuvieron un día nublado, lo que limitó la generación total de energía.
La metodología desarrollada por Solcast también tiene en cuenta variaciones en otras condiciones atmosféricas, que ayudan a explicar otras diferencias observadas con respecto a lo normal en varias regiones de Europa. Por ejemplo, la menor humedad observada en España el 16 de febrero provocó una radiación de cielo despejado superior a la media, una buena noticia para los operadores tras las pérdidas provocadas por la nubosidad y el polvo.
Más al este, los efectos fueron más pronunciados: partes de los Países Bajos y Alemania experimentaron pérdidas de generación de energía de hasta el 30 % en el pico del día, y la generación diaria total cayó entre un 15 % y un 25 %.
El polvo “rebelde” del Sahara y sus efectos globales
Este tipo de fenómenos es relativamente común en la Península Ibérica, habiendo llamado más la atención en los últimos años, particularmente en 2022, donde se conoció varias veces con efectos más visibles. Pero no sólo eso, este polvo cubre casi todo el globo.
Esto se debe a un conjunto de factores muy interesantes, entre ellos principalmente las tormentas de arena que afectan con frecuencia a esta zona desértica del norte de África. Estos se deben a intensos gradientes de presión que, a su vez, son responsables de los fuertes vientos. Este viento, que persiste en extensas zonas áridas o semiáridas y montañosas, como el Sahara, eleva a la atmósfera cantidades importantes de arena y polvo presentes en estos suelos desnudos y secos.
A su vez, en ocasiones los vientos alisios, asociados a la circulación hacia el este del anticiclón subtropical del Atlántico Norte, que comúnmente llamamos anticiclón de las Azores, favorecen el transporte de este polvo, atravesando el océano Atlántico, transportándolos en cientos o miles de kilómetros de distancia, hasta el continente americano, por ejemplo. Un caso particular de esto es el año 2022, resultado de un largo comportamiento estacionario del mencionado anticiclón.
Estas partículas ya tienen efectos negativos conocidos sobre la salud humana, especialmente la salud respiratoria. La Organización Mundial de la Salud considera que la situación es desfavorable cuando la concentración de estas partículas supera los 45 μg/m³ de media diaria. También pueden tener efectos nocivos de otro tipo, concretamente económicos, como la fluidez del tráfico aéreo, o sobre la producción de energía, como hemos visto.