Ese loco y estúpido amor: la neuroquímica del cerebro enamorado

Desde la euforia inicial hasta el apego duradero, el amor transforma nuestro cerebro en un laboratorio de emociones.

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En el amor, todo comienza en el cerebro: deseo, atracción y apego son procesos químicos que nos transforman profundamente.

En la historia, en el arte y en la vida, innumerables poemas, hazañas y hasta tragedias han sucedido por un único motivo: el amor. Ese poderoso sentimiento que, cuando llega, nos arrebata y nos transforma.

Sin embargo, por más romántico que suene atribuirlo al milagro de los dioses, lo cierto es que el enamoramiento es, en gran medida, una revolución química que altera nuestro cerebro de maneras insospechadas.

Los científicos coinciden en que hay tres etapas bastante bien definidas en el proceso del amor: deseo, atracción y apego. En cada una de ellas operan diferentes regiones del cerebro y predominan distintas hormonas y neurotransmisores.

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Las regiones del cerebro involucradas en el deseo y el amor romántico son las mismas que las que se activan en las adicciones

Según la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, la primera etapa, la del deseo, está dominada por las hormonas sexuales, como la testosterona y los estrógenos, que impulsan la búsqueda de pareja.

Luego, en la fase de atracción, la dopamina y la noradrenalina se disparan, lo que produce euforia, insomnio y pensamientos obsesivos sobre la persona amada. Por último, en la fase de apego, entran en juego la oxitocina y la vasopresina, hormonas esenciales para la estabilidad de los vínculos a largo plazo.

Atracción y enamoramiento, o por qué el amor es una droga

Según demostró un estudio de la Universidad Stony Brook, las personas en la fase de atracción muestran intensa actividad en el área ventral tegmental, una región del cerebro encargada de la producción de dopamina, el neurotransmisor clave en los mecanismos de recompensa y placer.

La activación del sistema de recompensa en el cerebro cuando estamos enamorados es tan intensa que muchos científicos comparan el amor con una droga.

Un estudio de la Universidad de Montreal analizó la actividad cerebral de 309 personas expuestas a imágenes de sus parejas y descubrió que las regiones involucradas en el deseo y el amor romántico son las mismas que las que se activan en las adicciones. Es decir, el amor activa las mismas estructuras cerebrales que las drogas estimulantes, y producen un ciclo similar de deseo, recompensa y abstinencia.

Científicos de la Universidad de Oxford llegaron a conclusiones similares: el amor inunda el cerebro con dopamina, lo que causa una sensación intensa de placer y recompensa que puede volverse adictiva. De hecho, cuando una relación termina, la falta de estímulo en estos circuitos puede generar síntomas similares a los de una abstinencia. Esto explica por qué superar una ruptura amorosa puede ser tan difícil.

La ceguera del amor: el juicio nublado

Pero los efectos del amor no terminan ahí. Al mismo tiempo que experimentamos euforia y deseo, perdemos parte de nuestra capacidad de juicio. En esta fase, la corteza prefrontal, responsable del pensamiento crítico y la toma de decisiones, disminuye su actividad.

Investigaciones de la psiquiatra Stephanie Cacioppo, en 2017, evidenciaron que las personas en la fase del enamoramiento ven reducida la capacidad para evaluar los defectos de la pareja. Así aumenta la idealización y la incapacidad de ver ciertos rasgos en la pareja que más tarde podrían volverse problemáticos.

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A lo largo del proceso de enamoramiento, nuestro cerebro experimenta una revolución química: desde la euforia inicial hasta la estabilidad emocional del apego.

Con el tiempo, esa fase de ensueño y euforia inevitablemente comienza a desvanecerse. A medida que el sistema químico se equilibra, la percepción idealizada de la persona amada se ajusta a una visión más realista. La intensa emoción del principio se atenúa y, si todo marcha bien, se abre paso una nueva etapa, un tipo de conexión diferente, más serena y estable.

En este punto, otro neurotransmisor cobra protagonismo, al favorecer el apego y el fortalecimiento del vínculo: la oxitocina, relacionada con la intimidad, el cuidado y la construcción de relaciones a largo plazo.

El misterioso encanto de las preguntas sin respuesta

Si el amor es un proceso biológico universal, ¿por qué solo nos sentimos atraídos por ciertas personas o no otras? Aunque la ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, se han identificado algunos factores clave.

Algunas investigaciones sugieren que las feromonas y la compatibilidad genética juegan un papel en la atracción inicial, mientras que la similitud en valores, experiencias y química cerebral influyen en el desarrollo de relaciones a largo plazo.

Otro estudio de la antropóloga Helen Fisher en 2010 mostró que el amor a primera vista puede estar relacionado con una respuesta química inmediata, donde la adrenalina y la dopamina generan un estado de excitación y atracción instantánea.

A pesar de todo lo que sabemos sobre los procesos neuroquímicos del amor, sigue siendo un fenómeno complejo que combina biología, cultura y experiencia personal.

Con todo, el amor sigue siendo una de las fuerzas más misteriosas y poderosas que nos definen como seres humanos. Mientras los investigadores continúan explorando sus secretos, millones de personas celebran San Valentín y se entregan al amor, porque, aún con sus sinsabores, es de las experiencias más maravillosas que se pueden vivir.