Fin del misterio: descubren el origen de las Cataratas de Sangre en la Antártida
El manto carmesí que se escurre sobre el glaciar Taylor ha sido uno de los secretos mejor guardados de la Antártida. Ahora, los investigadores creen haber resuelto por fin el enigma y explicar el origen del río “de sangre”.
El blanco infinito e inhóspito de la Antártida alberga un secreto que ha despertado desde siempre la curiosidad científica: las “Cataratas de Sangre”, un afluente de aguas de color rojo intenso que se desliza sobre el glaciar Taylor, de 54 km de largo, y cae en el lago Bonney, en los Valles Secos de McMurdo.
El llamativo fenómeno fue descubierto en 1911 por el geógrafo británico Thomas Griffith, durante la expedición Terra Nova de Robert Scott. Fue Griffith quien bautizó el lugar, que desde entonces lleva el nombre de Cataratas de Sangre.
El origen del tono carmesí fue un enigma para los científicos durante más de cien años. La hipótesis que mejor explicaba el fenómeno era la existencia de algas rojizas que contagiaban su color sobre las aguas surgentes.
Pero con el correr del tiempo y el avance en los métodos de observación, fueron apareciendo nuevas explicaciones para el fenómeno. En 2017 se descartó la hipótesis de las algas y las investigaciones científicas sugirieron que la causa del color podía ser un mineral.
Recientemente, Ken Livi, científico de Ciencia e Ingeniería de Materiales de la Escuela Whiting, usó microscopios electrónicos de transmisión -que tienen potencia amplificadora de hasta 1 millón de veces- para examinar muestras de agua.
No solo descubrió el origen del tono rojizo, sino que además reveló que debajo del glaciar existe un laboratorio natural detenido en el tiempo que es todo un tesoro para la investigación científica.
Un microambiente subterráneo detenido en el tiempo
El agua roja que escurre por las paredes de hielo proviene de un cuerpo de agua que está sepultado -literalmente- por el gigantesco glaciar, nada menos que a 400 metros de profundidad y desde hace unos 4 millones de años.
Al quedar atrapado bajo el hielo y no estar en contacto con la atmósfera –ni aire, ni luz-, este lago tiene características únicas.
Debido a su aislamiento prolongado, su concentración de sal es altísima, cercana al 14%, lo que hace sus aguas 4 veces más saladas que el agua marina y la convierten en salmuera. Esta salinidad ayuda a que mantenga su temperatura y no se congele como el resto del entorno.
Pero hay más. Con su microscopio, Levi descubrió en la salmuera diminutos fragmentos de hierro, o nanoesferas, del tamaño de apenas una centésima parte de un glóbulo rojo.
Cuando el glaciar se resquebraja y las aguas se pueden mover dentro del sistema de grietas subterráneas, el contacto con el oxígeno presente en otras aguas, la luz y temperaturas más altas hace que el hierro se oxide y tiña el líquido de rojo. Así pues, produce el manto “de sangre” por el que este rincón antártico se ha hecho mundialmente famoso.
El científico dijo que las nanoesferas no pudieron ser identificadas antes no solo por su tamaño pequeño, sino porque los investigadores creían que algún tipo de mineral estaba causando el tono rojizo, y el verdadero culpable, las nanoesferas, no son minerales.
"Para ser un mineral, los átomos deben estar dispuestos en una estructura cristalina muy específica. Estas nanoesferas no son cristalinas, por lo que los métodos utilizados anteriormente para examinar los sólidos no las detectaban", dijo Livi.
Las aguas ricas en sal y hierro debajo del glaciar albergan comunidades microbianas activas, que están allí aisladas desde hace unos 2 millones de años. A través de la metabolización de sulfatos, son capaces de obtener energía.
Para comprender el antiguo misterio de las cataratas de sangre, hay que comprender la microbiología antártica. "Hay microorganismos que han existido durante potencialmente millones de años debajo de las aguas salinas del glaciar antártico. Estas son aguas antiguas", dijo Livi, que cree que por fin ha sido resuelto el misterio de las Cataratas de Sangre.
Es un microambiente detenido en el tiempo, que tiene enorme potencial en diferentes ámbitos científicos. De hecho, los investigadores creen que comprender este entorno tan único y sus formas de vida podría ayudar a la búsqueda de vida en otros planetas con entornos igual de inhóspitos, como Marte.