¿Cómo cambiarán nuestros cuerpos y mentes con el uso de la IA? Un científico explica cómo será el futuro de la humanidad
¿Reducción del tamaño del cerebro, y menor cantidad de amigos? Son algunas de las preguntas que biólogos evolutivos intentan responder, frente a cuestionamientos sobre el uso de la IA y el futuro de la humanidad.
Dentro de algunas generaciones, es muy factible que el mundo esté transformado por la inteligencia artificial (IA). Pensadores y científicos se han planteado preguntas sobre cómo ocurrirán esos cambios y cuáles serán los más destacados.
A medida que la IA se vuelve más común y sofisticada, sus efectos en las vidas y sociedades humanas están atrayendo una atención considerable. La pregunta de cómo estas nuevas tecnologías podrían afectar la evolución humana sigue siendo mucho menos planteada, y la mayoría de los intentos por responderla se centran en eventos dramáticos, pero tal vez improbables, incluidas las posibilidades de aniquilación, asimilación o esclavitud humana.
La IA tiene potencial para cambiar radicalmente la vida de los seres humanos, en algunos casos para mejor, y en otros para peor. Algunos analistas del comportamiento humanos han imaginado escenarios dramáticos, muy sombríos y extremos provocados por el avance de la IA, tales como la extinción de muchas especies (entre ellas los seres humanos).
Por otro lado, los biólogos evolutivos explican que, si la IA se extendiera a esos niveles distópicos descriptos en el párrafo anterior, estaríamos hablando de ciencia ficción y no de una real proyección, como para llevar calma a nuestros lectores.
Observar cómo las tecnologías de IA se diversifican en todo tipo de aplicaciones se parece mucho a la proliferación de microbios, plantas y animales en un paisaje ecológico, afirman los científicos. Por eso, mediante un reciente artículo publicado en The Quarterly Review of Biology, intentan responder a cómo podría alterarse la evolución humana mediante interacciones con un mundo de rica diversidad de IA.
Predecir cómo será la evolución de la humanidad en un mundo transformado por la IA
“Intentar predecir el futuro es un juego de tontos, pero predecir la evolución es, aún más precario. Combinar ambas cosas implica mucha especulación y una posibilidad muy alta de equivocarse”, expresó el autor inglés Douglas Adams. Esto es especialmente cierto en el caso de tecnologías como la IA. Corriendo ese gran riesgo de equivocarse, los científicos iniciaron un debate sobre cómo la evolución humana y los rasgos que más valoramos en los demás podrían verse alterados por la IA.
El artículo de Robert C. Brooks publicado en The Quarterly Review of Biology, considera las consecuencias evolutivas inevitables pero incrementales del uso cotidiano de la IA y las interacciones entre humanos y IA. Consideró algunas formas posibles de interacción entre humanos e IA, y las implicaciones evolutivas de tales interacciones a través de la selección natural, incluidas formas de selección que se asemejan a la selección inadvertida y deliberada que ocurre durante la domesticación.
La dirección y la tasa de evolución pueden ser difíciles de predecir incluso para organismos mantenidos en condiciones controladas. Mucho más lo son las complejidades de predecir la selección y la evolución resultante de los humanos en un mundo rico en IA en rápido movimiento.
Sin embargo, Brooks extrajo varias predicciones, incluida la aceleración de las tendencias recientes hacia cerebros más pequeños, la selección en la capacidad de atención, los tipos de personalidad y las susceptibilidades a los trastornos del estado de ánimo.
Además, los cambios en la construcción de intimidad y la competencia de apareamiento debido a las aplicaciones de IA que actúan como amigos e íntimos probablemente ya estén afectando el éxito del apareamiento y puedan influir en la evolución del comportamiento social.
Existen muchas formas en que la IA podría alterar los entornos físicos, biológicos y sociales de la humanidad, y cómo eso podría influir en la selección natural, que es el mecanismo detrás de la evolución, una consecuencia inevitable de las diferencias genéticas en la reproducción entre individuos.
Estas diferencias surgen como resultado de interacciones con características físicas del entorno (como temperaturas mínimas), con otras especies (como depredadores o parásitos), y con otros miembros de la misma especie (como compañeros, aliados o extraños hostiles).
Por ejemplo, cuando los lobos grises asiáticos comenzaron a frecuentar a los humanos hace unos 30 mil años, los más reactivos fueron ahuyentados o asesinados. Esto debilitó los genes de la agresividad y el nerviosismo, lo que dio inicio al proceso de domesticación del perro. La selección involuntaria que convirtió a los lobos en perros resulta ilustrativa de cómo la IA podría moldear inadvertidamente la evolución del cerebro y la conducta de los humanos.
La IA y los humanos, ¿relación de mutualismo o parasitismo?
Pensemos primero la relación entre la IA y los humanos como un mutualismo, o sea, las dos especies le proporcionan a la otra algo que necesitan.
Las computadoras son brutales aparatos cargados de información que actúan rápidamente y benefician a sus usuarios humanos. Esos beneficios aumentarán con los avances en IA. Ya hay evidencia de que el intercambio cultural de conocimientos y la escritura aligeraron la carga de recordar todo sobre las personas. Como resultado, los cerebros humanos se han encogido en los últimos milenios.
Si las respuestas se pueden buscar en el momento que se necesitan en Internet, la carga de nuestra memoria se reduce. De ser así, tal vez los cerebros humanos evolucionen para volverse aún más pequeños, con menos memoria independiente. Esto no tendría que ser necesariamente algo negativo, si pensamos que las computadoras y la IA tienen cada vez más registros de datos y acumulan más conocimiento, la humanidad aún podrá hacer cosas mucho más extraordinarias impulsadas por su inteligencia natural, siempre y cuando pueda acceder a la IA.
Ahora, si por el contrario pensamos en que del mutualismo se puede evolucionar hasta convertirse en parásitos dañinos, ya que en el parasitismo organismos viven a expensas de otro organismo, su anfitrión. Por ejemplo, se podría pensar que las plataformas de redes sociales son parasitarias, comienzan brindando formas útiles de mantenerse conectado (mutualismo), pero captaron tanto nuestra atención que muchos usuarios ya no tienen el tiempo que necesitan para las interacciones sociales entre humanos y para descansar (parasitismo).
Si la IA aprende a captar la atención del usuario de forma cada vez más eficaz, avivando la ira y fomentando la comparación social, las consecuencias para quién vive, muere y se reproduce afectarán la evolución. En el mejor de los casos, la capacidad de resistirse a las redes sociales o permanecer impasible ante las provocaciones de la ira podría evolucionar y volverse más fuerte.
Los cambios evolutivos a lo largo de muchas generaciones bien podrían cambiar o incluso disminuir algunos de los rasgos humanos que más apreciamos, incluidos la amistad, la intimidad, la comunicación, la confianza y la inteligencia, porque estos son los rasgos que la IA interactúa más profundamente.
Referencias de la noticia:
Robert C. Brooks, "How Might Artificial Intelligence Influence Human Evolution?", The Quarterly Review of Biology, Volume 99, Number 4
William B. Sherwin Pan-Evo, "The Evolution of Information and Biology’s Part in This, Biology 13, no.77 (Jul 2024): 507. DOI: 10.3390-13070507
Jo Adetunji. "Smaller brains? Fewer friends? An evolutionary biologist asks how AI will change humanity’s future". The Conversation (26 Nov, 2024)