La contaminación del aire por el Imperio Romano nos hizo menos inteligentes, dice este estudio

El legado del Imperio Romano no solo se refleja en sus majestuosos acueductos, foros y anfiteatros. También dejó una huella en el aire, literalmente, que pudo haber impactado en la capacidad cognitiva de toda una región.

imperio romano
En la Roma antigua, la minería y el uso de plomo estaba en auge.

Aunque solemos asociar la contaminación del aire con problemas modernos, un estudio reciente revela que ya en la Roma antigua la atmósfera estaba cargada de partículas tóxicas que podrían haber reducido el coeficiente intelectual de millones de personas.

Durante el auge del Imperio Romano, entre el 100 a. C. y el 200 d. C., los niveles de plomo en la atmósfera alcanzaron niveles alarmantes. Esto se debió a la expansión masiva de la minería y fundición de metales, actividades que sustentaban la economía del imperio. Según los núcleos de hielo extraídos del Ártico, el plomo atmosférico aumentó a niveles sorprendentes en ese período, y se extendió a gran parte de Europa, incluyendo provincias como Britania, Iberia y Galia.

Según los registros de núcleos de hielo del Ártico, los niveles atmosféricos de plomo tóxico aumentaron entre el 100 a. C. y el 200 d. C. cuando el Imperio Romano comenzó a extraer y fundir metales como nunca antes.

El equipo de investigadores estima que los niños nacidos en aquella época tenían tres veces más plomo en la sangre que los niños estadounidenses de hoy. Para dimensionar este impacto, es importante considerar que estudios actuales muestran que incluso niveles bajos de plomo en la sangre pueden afectar negativamente el desarrollo neurológico.

Basándose en modelos modernos, los científicos concluyen que la exposición al plomo en el aire podría haber reducido el coeficiente intelectual promedio de la población romana en aproximadamente 2,5 a 3 puntos por persona. Aunque esta cifra pueda parecer pequeña, su alcance no lo es cuando afecta a toda una región. Desde la élite urbana hasta los campesinos rurales, prácticamente nadie estaba a salvo.

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El plomo no solo estaba en el aire, sino que tambien provenía del agua.

Además del aire contaminado, la exposición al plomo también provenía de fuentes directas como las tuberías, utensilios de cocina y recipientes. El agua que fluía por las ciudades romanas, tan celebrada como símbolo de ingeniería avanzada, llevaba consigo partículas de este metal tóxico, lo que exponía aún más a la población a sus efectos dañinos.

"Todos los europeos, su ganado y sus campos agrícolas estuvieron expuestos durante siglos a la contaminación atmosférica de fondo por plomo resultante de la minería y el procesamiento a gran escala de minerales de plomo y plata que sustentaban las economías griega y romana", escribe el equipo internacional de investigadores, que incluye climatólogos y epidemiólogos que provienen de instituciones de Dinamarca, el Reino Unido, los EE. UU., Canadá, Austria y Suiza.

Las consecuencias de una exposición prolongada

Hoy sabemos que ningún nivel de plomo en el cuerpo es seguro. La contaminación por plomo se ha relacionado con déficits cognitivos, problemas de aprendizaje e incluso trastornos del comportamiento. Niveles en sangre tan bajos como 1 µg/dl (microgramo por decilitro) están vinculados con una reducción de la inteligencia en los niños.

Los investigadores estiman que un niño nacido en el Imperio Romano en esa época tendría aproximadamente tres veces más plomo en la sangre que los niños estadounidenses de hoy.

En la Roma antigua, el promedio estimado era de 3,4 µg/dl. Sin embargo, este dato refleja un nivel medio: muchos niños superaban ampliamente esta cifra, quedando en mayor riesgo de sufrir deterioros neurológicos.

Aunque estas cifras parecen algo del pasado, el problema de la contaminación por plomo persistió durante siglos. Hasta hace unas décadas, su uso en gasolina, pinturas y otros productos afectó a millones de personas en todo el mundo. De hecho, los científicos consideran que la exposición al plomo desde la década de 1940 ha reducido el coeficiente intelectual de al menos la mitad de la población estadounidense.

La buena noticia es que los niveles actuales de plomo en sangre se redujeron drásticamente gracias a las regulaciones sobre combustibles y materiales contaminantes. Hoy, los niños estadounidenses tienen niveles promedio de plomo en sangre que oscilan entre 0,6 y 0,8 µg/dl, una mejora notable que destaca la importancia de las políticas ambientales.

Referencia de la noticia:

J.R. McConnell, N.J. Chellman, A. Plach, S.M. Wensman, et.al. Pan-European atmospheric lead pollution, enhanced blood lead levels, and cognitive decline from Roman-era mining and smelting, Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A.