La temperatura sensacionalista
Desde un tiempo a esta parte, los medios adquirieron la práctica de basar sus titulares en la sensación térmica. Pero ¿qué tan real es este dato y en qué se diferencia de la temperatura de aire?
La temperatura no siempre es un buen indicador del frío o calor que puede sentir nuestro cuerpo. Si en una mañana de invierno la temperatura es de 0ºC y existen condiciones de calma, es posible que no se sienta mucho frío al estar normalmente abrigado. Pero si estamos a la misma temperatura y con viento de 40 km/h, nuestro cuerpo va a sentir una temperatura equivalente a los 7º bajo cero. No por nada, instintivamente nos ponemos al reparo cuando tenemos mucho frío.
La sensación térmica de invierno no se mide, sino que se calcula a partir de una fórmula. Se usa como un indicador del grado de incomodidad que un ser humano siente, como resultado de la combinación de la temperatura y el viento. Es un valor que representa la disminución del calor corporal debido al paso de aire y a la diferencia de temperatura entre el entorno y la piel.
Lo que nuestro cuerpo siente como frío, no es otra cosa que la pérdida de calor. En condiciones de viento en calma, nuestro cuerpo calienta el aire que está en contacto con la piel y forma una pequeña capa aislante de unos pocos milímetros de espesor.
Si se incrementa el viento, el aire cálido junto al cuerpo es desplazado y reemplazado por aire de menor temperatura, aumentando así la pérdida de calor. Cuanto más reducida se encuentra el espesor de esa capa por efecto del viento, mayor es la pérdida de calor por unidad de tiempo.
A diferencia de la temperatura, la sensación térmica no es de gran interés para los meteorólogos, ya que no tiene la menor incidencia en los fenómenos atmosféricos. Pero hay que reconocer que sí tiene valor para la población, especialmente para los que viven en climas extremos, debido a que se les ofrece información adicional sobre situaciones meteorológicas que pueden poner en riesgo la salud.
La sensación de frío sobre una persona y los efectos de las bajas temperaturas con viento puede variar dependiendo de la edad, género, orígenes, el estado de salud o las características de cada individuo. Aún así, hay que tener en cuenta que para estar en peligro de congelamiento, no hace falta que las temperaturas sean muy bajas si hay viento.