Los cazadores de escombros que buscan contar la historia del clima
Entre los escombros de los edificios más antiguos de Nueva York, se encuentra a simple vista un tesoro que alberga la información más exclusiva y valiosa sobre el clima del pasado: las vigas de madera.
Los científicos e ingenieros estiman que cada año se extraen 14.000 metros cúbicos de madera vieja de los edificios de la ciudad de Nueva York durante las demoliciones o renovaciones. Esto equivale a la madera de más de 46.000 pinos. Y aunque algunos trozos pueden servir para renovar una cocina o un mueble, cada una de esas vigas es una base de datos climáticos de varios cientos de años.
En la Gran Manzana se encuentra el mayor depósito de madera antigua del este de los Estados Unidos. En los anillos claros y oscuros de las grandes vigas está plasmada información extremadamente valiosa sobre climas pasados. Por eso, un equipo de ecoclimatólogos, liderados por Mukund Palat Rao, un científico del Tree Ring Lab del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty en la Universidad de Columbia, recorre diariamente las demoliciones para recuperar esas maderas y la información que conservan antes de que vayan a un vertedero o aserradero.
La dendrocronología es la ciencia que estudia el clima a partir de los anillos de árboles. Cada primavera, un árbol comienza a generar un nuevo anillo. Este crecimiento inicial es de color claro y la madera se vuelve más oscura en otoño. Un anillo completo incluye madera clara y oscura, y su grosor es un excelente indicador de qué tan húmedo estaba el ambiente durante su año de crecimiento, mientras que un anillo delgado es evidencia de un año seco.
La rápida urbanización de la ciudad de Nueva York a finales de 1800 avivó un gran mercado de madera. La ciudad ocupa el tercer puesto a nivel mundial en cantidad de rascacielos (luego de Hong Kong y Shenzhen, China), y se calcula que el 95 % de sus edificios tienen estructuras y materiales de madera.
Desde las primeras observaciones en árboles, a finales del siglo XIX, este método se volvió muy popular. También existen otras observaciones de datos proxy, como los núcleos de hielo de glaciares, los espeleotemas (depósito de minerales en cuevas) e incluso el guano (excremento) de murciélagos, que han revelado algún que otro misterio. Pero nada está tan extendido y tan a mano en el mundo como los árboles.
El desafío de encontrar el origen de la madera
A mediados del siglo XX, existían grandes extensiones de bosques antiguos en EEUU. Los bosques de pinos de hoja larga ocupaban más de 36 millones de hectáreas en todo el sur del país. Hoy sólo siguen en pie 1,8 millones de hectáreas. Debido a la tala, algunos de los registros de anillos de árboles más largos se han interrumpido y, por ese motivo, hoy se recurre al análisis de la madera de edificios para incorporar esa información a los registros climáticos.
Pero para evaluar cómo cambió el clima, es necesario conocer el origen de la madera: cada trozo extraído de una construcción debe ser comparado con muestras de árboles de todo Estados Unidos para revelar dónde fue que crecieron antes de que la ciudad de Nueva York los ocultara en sus edificaciones.
Afortunadamente para estos investigadores, algunas maderas aún tienen albura, las suaves capas más externas de un árbol que separan el duramen interno y la corteza. Esta albura ayuda a descifrar con precisión cuándo se talaron los árboles, y una mirada al microscopio y la comparación con otras maderas, resultó reveladora para determinar el tipo de pino que era y la región de la que se obtuvo.
Por ejemplo, luego de conseguir la madera de la antigua terminal Warehouse, descubrieron que las vigas probablemente se talaron a fines del siglo XIX entre el oeste y centro de Georgia, donde probablemente crecieron en laderas montañosas secas. Y una madera de esa construcción tenía anillos desde 1512.
La caza de madera aún continúa. Obtener más datos de árboles del siglo XVI ayudará a los científicos a comprender qué está sucediendo con el clima y cómo se relaciona con la intensidad y el alcance de la sequía que afecta actualmente al sureste de los EEUU. Y no solamente eso, el pino de hoja larga incluso se puede utilizar para reconstruir la historia de incendios, las tormentas de viento y otras perturbaciones, como los ciclones tropicales.