Nombre en clave: N-Stoff. La sustancia militar inmanejable que lo quema todo
Existe un líquido tan reactivo que puede quemar el concreto o el metal y a su vez generar gases tóxicos. Pudo ser el arma perfecta, pero era muy difícil de manipular.
A lo largo de la historia, los avances científicos y tecnológicos han estado al servicio de la defensa, modificando el arte de hacer la guerra. Y en forma gradual, esos avances han sido puestos a disposición de la humanidad. Desde sus inicios, el arco ha servido tanto para el combate como para la caza, siendo esta tecnología primitiva, una tecnología de “doble uso”.
Si bien el desarrollo y la innovación relacionada con la defensa y lo militar están pensados con ese fin exclusivo, muchas de las tecnologías que hoy se usan de manera cotidiana en el ámbito civil provienen directamente de la industria de Defensa.
El microondas, la Internet o el GPS son algunas de las tecnologías militares que hoy en día usamos con frecuencia. Pero también las conservas, el reloj de pulsera, la gabardina, la máquina de afeitar, el Jeep y hasta la mopa son elementos de uso cotidiano que debemos a la industria militar.
Pero, como es de suponer, no todos los desarrollos de uso militar sirven para ganar guerras y luego hacernos la vida más fácil. Algunos, como el trifluoruro de cloro, sirven para destruir todo lo que se encuentre a su paso.
Extremadamente peligroso hasta como arma
El trifluoruro de cloro (CIF3) es un gas incoloro, o un sólido blanco con olor dulce y sofocante, que se transporta en forma de líquido amarillo verdoso.
Fue sintetizado por primera vez en 1930 por Otto Ruff, químico alemán pionero en la química del flúor. Ruff y su equipo estaban explorando las propiedades del flúor y sus combinaciones con otros elementos, con el fin de encontrar aplicaciones industriales para estos compuestos. Pero el potencial destructivo del ClF3 hizo que la industria militar le prestara especial atención.
Pocos años después de su descubrimiento, el mundo se vio envuelto en la Segunda Guerra Mundial, y el CIF3 se destacó por su potencial destructivo, ya que no solo era capaz de quemar cualquier elemento con el que entrara en contacto, sino que su naturaleza reactiva lo hacía un candidato ideal para destruir desde bunkers enemigos hasta sus mejores blindados y todo tipo de equipo militar.
El ejército alemán lo consideró como arma de guerra, incorporándolo a su arsenal bajo el nombre de código “N-Stoff” (sustancia N). Las pruebas que se hicieron sobre maquetas de las fortificaciones de la línea Maginot, demostraron que era una efectiva arma combinada, ya que era extremadamente incendiaria a la vez que un poderoso gas venenoso. Fue comenzado a ser fabricado con ese fin en 1938 a un costo elevado. Sin embargo, el N-stoff nunca fue utilizado en la guerra.
La sustancia inmanejable
Es que el trifluoruro de cloro resultó ser inmanejable: almacenarlo era una odisea; transportarlo, imposible. Resultaba tan peligroso para propios como para los enemigos, ya que los recipientes preparados para contenerlo eran corroídos y destruidos por mismo compuesto. Y los intentos de trasladarlo terminaron en desastre. Y el costo para su elaboración, muy elevado. Todo ello hizo que se descartara el uso del CIF3 con fines militares.
También se intentó usarlo como comburente para los combustibles en cohetes. El combustible es lo que se quema, mientras que el comburente es lo que proporciona el oxígeno para que se produzca la combustión. Y el CIF3 era muy efectivo para ello.
Sin embargo, aquí también su peligrosidad hizo que se descartara su uso. Uno de los casos más notorios de desastres causados por el trifluoruro de cloro ha sido el ocurrido a principios de la década de 1950 en la planta industrial de Rocketdyne, empresa de Estados Unidos que diseña y produce motores cohete de propulsión líquida. Al manipular el ClF3, se produjo el derrame de una tonelada de esta sustancia, la que se abrió paso a través de 30 centímetros de suelo de hormigón y disolvió 90 cm de arena y grava por debajo. Pero ese nivel de destrucción aumentó cuando los bomberos trataron de luchar contra el fuego de la manera más lógica (o por lo menos eso se suponía): con agua.
Esto sólo no agravó el problema al encender la arena mojada, iniciando una serie de explosiones y llamaradas, generando además una gran cantidad de subproductos terriblemente tóxicos y corrosivos, acompañados por nubes de ácido fluorhídrico caliente que hacían más tenebroso el fuego al quemarse el hormigón.
No hay forma de hacer frente a un incendio causado por el trifluoruro de cloro, la sustancia que lo quema todo… sólo escapar del lugar y esperar a que se consuma solo.