Nubes noctilucentes: una mezcla de belleza y misterio en el cielo nocturno
Estudios recientes sugieren que las nubes noctilucentes pueden estar relacionadas con la contaminación atmosférica y el aumento de gases, como el metano. Estas nubes pueden ofrecer un espectáculo visual único.
Las nubes polares noctilucentes o mesosféricas, conocidas por su "brillo nocturno", han encantado a los observadores del cielo a lo largo de los siglos. Sin embargo, su misterioso origen y la falta de registros anteriores a 1885 han desconcertado a científicos y expertos. Los estudios más recientes sugieren que estas formaciones pueden estar relacionadas con la contaminación atmosférica y el aumento de gases como el metano.
Estas nubes, las más altas conocidas en la atmósfera terrestre, están situadas a unos 80 km sobre la superficie, cerca del borde del espacio. Aunque son demasiado altas y tenues para afectar al tiempo en la superficie, brillan con un color azul eléctrico tras la puesta de Sol, contribuyendo a un espectáculo visual único.
Algunos científicos proponen que este tipo de nube se forma cuando el agua se congela alrededor de los contaminantes liberados a la atmósfera, y que su aparición fue más acusada durante la Revolución Industrial. Otros sospechan que el aumento de metano en la atmósfera, un gas de efecto invernadero, favorece la producción de vapor de agua en la atmósfera superior y es responsable de su aparición.
Nubes noctilucentes: un espectáculo tras la puesta de Sol
La observación de las nubes varía según las estaciones y es más visible cuando el Sol está entre 6 y 16 grados por debajo del horizonte, destacando en el crepúsculo entre el amanecer y el atardecer.
Aunque su observación es frecuente en las regiones septentrionales y meridionales del planeta, hay circunstancias en las que su aparición es más habitual. En el hemisferio norte, las nubes noctilucentes son más visibles entre mediados de mayo y agosto, mientras que en el hemisferio sur alcanzan su punto álgido entre noviembre y febrero.
uno visita las altas latitudes al norte o al sur del ecuador tras la puesta de Sol, puede presenciar fácilmente el llamativo color blanco azulado asociado a estas nubes, diferente de la aurora boreal o austral.
Desvelando los secretos de su formación en altura
De hecho, la primera vez que se registraron avistamientos de estas nubes fue en 1885, dos años después de la erupción del monte Krakatoa (Indonesia), aunque todavía no existen pruebas científicas de una conexión directa entre ambos sucesos.
Desde entonces, se han realizado varios estudios para comprender mejor el fenómeno que tenemos en evidencia.
No fue hasta la década de 1960 cuando los científicos empezaron a ocuparse de la formación de nubes noctilucentes mediante mediciones directas. En 1972, el satélite OGO-6 detectó por primera vez estas nubes en el espacio y, a finales de los años ochenta, los científicos evaluaron su distribución espacial.
En cualquier caso, no fue hasta 2007, con el satélite AIM dedicado exclusivamente al estudio de las nubes noctilucentes, cuando las imágenes revelaron la forma de las nubes, similar a la de las nubes troposféricas normales. Sin embargo, los científicos siguen tratando de descubrir la fuente de vapor de agua y hielo necesaria para su formación a tan gran altitud.
Algunos estudios indican que las nubes noctilucentes pueden obtener vapor de agua de micrometeoritos, mientras que otros sugieren que el vapor de agua de los lanzamientos de cohetes espaciales también puede contribuir a su formación. Este fenómeno se puso de manifiesto en 2014, cuando una formación de nubes noctilucentes apareció sobre Orlando, en Estados Unidos, tras el lanzamiento del Falcon 9.
Aunque sigue habiendo debates científicos sobre las causas exactas de las nubes noctilucentes y su relación con el cambio climático, estas formaciones cautivan cada vez más a los astroturistas con su misteriosa belleza.