Por fin resuelven una duda que ha atormentado a los astrónomos durante 30 años
Urano es uno de los planetas más misteriosos de nuestro sistema solar: se encuentra muy lejos de nosotros, por lo que aún hay poca información y estudios sobre este gigante. Por fin, sin embargo, se ha encontrado una respuesta a una pregunta de hace 30 años.
Urano es único en nuestro sistema solar. Es diferente de cualquier otro cuerpo celeste, incluso de los demás planetas gigantes, sobre todo en lo que se refiere a su órbita y a la inclinación de su eje de rotación y su polo magnético.
Pero las anomalías de este planeta en comparación con los demás de nuestro sistema solar no acaban ahí: debido a su enorme distancia al Sol (cuya distancia media es de unos 3.000 millones de kilómetros, es decir, unas 19 Unidades Astronómicas), según los modelos, debería tener una temperatura cientos de grados inferior a la realmente medida.
¿Cómo es posible?
¿Cuál es el mecanismo que calienta este planeta aparte del debido al Sol? Durante mucho tiempo se pensó que una posible respuesta a estas preguntas era la presencia de auroras capaces de generar y empujar calor desde los polos magnéticos hacia el ecuador magnético.
Sin embargo, se trataba sólo de una hipótesis sobre la que los investigadores realizaron estudios durante años para confirmarla o desmentirla, y finalmente hace unos días llegó la confirmación.
De hecho, un primer indicio de su presencia se produjo en 2011, cuando el telescopio espacial Hubble observó auroras en la banda ultravioleta, pero no las del infrarrojo.
Finalmente, hace unos días, un estudio publicado en Nature analizó las observaciones realizadas hace ya 16 años por los telescopios Keck, un observatorio astronómico formado por dos telescopios reflectores gemelos situados en la cima del volcán Mauna Kea, en las islas Hawai, a 4.145 metros de altitud.
Entre los datos recogidos por los telescopios Keck en 2007 había líneas de emisión del ion hidrogenonio (H3+), uno de los iones más abundantes en el universo y especialmente en el espacio interestelar, y ésta era justo la confirmación que buscaban los científicos.
Una partícula muy importante para el estudio del universo
De hecho, esta partícula en particular tiene la característica de emitir luz con diferentes brillos dependiendo de lo caliente o fría que esté la propia partícula y también de lo densa que sea la porción de la atmósfera en la que se encuentra.
Por tanto, podemos interpretar estas partículas como termómetros planetarios. Sin embargo, al analizar los datos de Urano, hemos observado aumentos significativos en la densidad del hidrogenonio sin cambios igualmente marcados en la temperatura atmosférica.
Así pues, analizando longitudes de onda específicas del espectro infrarrojo, pudieron confirmar la presencia de estas auroras precisas, que ya se han observado en Júpiter y Saturno en el pasado.
A pesar de esta similitud con los demás gigantes de nuestro sistema solar, Urano sigue siendo muy característico. En primer lugar, sus auroras están situadas muy lejos de los polos de su eje de rotación, y además son muy asimétricas.
Se tardó mucho más en observar estas increíbles auroras que las de los gigantes gaseosos, debido principalmente a la gran distancia que nos separa a los observadores de Urano, pero también a la enorme distancia entre el planeta y el Sol, principal fuente de partículas energéticas que interactúan con la atmósfera del planeta y dan lugar a las auroras.
Además, los recursos científicos, tanto tecnológicos como humanos, se han desplegado ampliamente en las últimas décadas para estudiar Júpiter y Saturno, mientras que Urano ha sido un tanto descuidado, baste decir que la primera y última vez que se realizó un sobrevuelo cercano de su atmósfera fue en enero de 1986 gracias a la sonda Voyager II.
Así pues, se espera que, dados los increíbles resultados obtenidos en este estudio, la comunidad científica internacional decida destinar más recursos a nuevos estudios sobre este fascinante y misterioso planeta.