Una cuestión de salud
Los desastres relacionados con las condiciones meteorológicas produjeron 600.000 muertes durante la última década del siglo XX. En los próximos años este número podría ser mucho mayor si no se tiene en cuenta su impacto en la salud.
Cada vez somos más conscientes de la realidad del cambio climático, cuyas evidencias las observamos en el aumento global de las temperaturas, los incendios forestales, las sequías prolongadas, la pérdida de hielo o la fuerza inusual de las tormentas. Pero el cambio climático tiene otra consecuencia que pocas veces ocupa el titular de los diarios y que es probable que nos afecte en algún momento de nuestras vidas.
El cambio climático influye en cuestiones ambientales de la salud. Su impacto puede ser de manera directa, provocando pérdida de vidas y lesiones durante inundaciones, tormentas y otros eventos extremos, o de manera indirecta, disminuyendo la calidad y disponibilidad del agua, del aire y de los alimentos, o alterando el alcance de los vectores de enfermedades, como mosquitos y otros agentes patógenos. Es decir, que el cambio climático ya está contribuyendo a la carga mundial de morbilidad y se prevé que su contribución aumente en el futuro.
Los científicos están de acuerdo con que las repercusiones del clima en la salud humana no se distribuirán uniformemente en el mundo. Las poblaciones de los países en desarrollo, en las zonas áridas y de alta montaña y las zonas costeras densamente pobladas se consideran especialmente vulnerables. Pero también hay vulnerabilidad en los habitantes de las grandes ciudades, donde la mala calidad del aire afecta seriamente a las personas con problemas respiratorios, o en la población rural, donde en caso de inundaciones, los plaguicidas viajan en el agua hasta las zonas pobladas. O durante una ola de calor, cuando el estrés térmico aumenta los casos de muertes en personas mayores o en niños.
Estos son solo algunos motivos por los que la relación del clima con la salud humana resulte ineludible para la salud pública. Ya sea que se adopten o no acciones para mitigar el cambio climático, es necesario implementar estrategias de adaptación orientadas a proteger la salud de la población, que requerirán no sólo de recursos económicos, tecnología e infraestructura, sino que también será preciso generar capacidades y marcos jurídicos e institucionales que permitan adoptar decisiones sostenibles y bien fundamentadas. Y esto debe hacerse rápido, ya que en algún momento de nuestra vida, nuestra salud será vulnerable.
Cifras y datos
Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 91% de los habitantes del planeta respira aire contaminado. Unos 7 millones mueren al año por este problema. Solo en 2016, unos 600 mil niños murieron a causa de infecciones respiratorias agudas provocadas por la polución del aire
En la ola de calor que sufrió Europa en el verano de 2003, se registró un exceso de mortalidad cifrado en 70.000 defunciones. Los niveles de polen y otros alérgenos también son mayores en caso de calor extremo. Pueden provocar asma, dolencia que afecta a unos 300 millones de personas. Las temperaturas altas ya provocan, además, un aumento de los niveles de ozono y de otros contaminantes del aire que agravan las enfermedades cardiovasculares y respiratorias
La escasez de agua afecta ya a un 40% de la población mundial, pone en peligro la higiene y aumenta el riesgo de enfermedades diarreicas, que cada año provocan aproximadamente 760.000 muertes de menores de cinco años.
Es probable que los cambios del clima prolonguen las estaciones de transmisión de importantes enfermedades y alteren su distribución geográfica. Un ejemplo es el paludismo, que mata a casi 600.000 personas cada año.
Y finalmente, la OMS concluye que el cambio climático causará anualmente unas 250.000 defunciones adicionales entre 2030 y 2050; 38.000 por exposición de personas ancianas al calor; 48.000 por diarrea; 60.000 por paludismo; y 95.000 por desnutrición infantil.